Ha tardado, pero la cultura empieza a estar en el asador. La semana pasada eldiario.es publicaba y analizaba el borrador provisional de Podemos para cultura; esta ta semana el foco se centra en el PSOE y el Partido Popular. Y no porque estos partidos vayan a presentar su programa electoral, un as que se guardan para otro momento, sino porque ambos han programado a través de instituciones afines dos actos en Madrid que dejan ver algunas de sus preocupaciones culturales.
Por una parte la Fundación Alternativas (en la órbita del PSOE) conjuntamente con la Fundación Santillana (vinculada a PRISA), convoca el VII Foro de Industrias Culturales que tendrá lugar el 5 de noviembre en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofia. Por otra parte, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte a través de la Dirección General de Políticas e Industrias Culturales y del Libro, ha organizado el Encuentro de Cultura Local y Construcción de Ciudadanía, en el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, también el 5 y 6 de noviembre. Lo que viene siendo contraprogramar.
Es contraprogramar porque, quien se preocupe por las políticas culturales, tendrá que decidirse. Y si la decisión se tomara por afinidad ideológica, en ese caso el interesado erraría. Mientras el PSOE y su Fundación Alternativas fían su suerte a sus tradicionales y fieles sectores culturales (la industria cultural y las asociaciones sectoriales), el Partido Popular, hace un número de prestidigitación virtuoso y se desmarca con un foro en el que dará cabida a las ideas y las prácticas más críticas y novedosas del panorama cultural. En la carrera frenética por la Moncloa, si hablamos de cultura, el PP se ha marcado un adelantamiento por la izquierda que deja a todos los demás partidos boquiabiertos.
La derecha adelanta a la izquierda... por la izquierda
La Fundación Alternativas es la que menos sorprende, está donde se esperaba. Lleva años organizando este foro dedicado a las industrias culturales, esa parte del sector cultural y de la comunicación que tiene los medios y los recursos para acceder al gran público. Un vínculo, y en definitiva una estrategia, que desde la actual Secretaría de Organización del PSOE han repetido sin crítica alguna asumiendo la reivindicación del (mal llamado) IVA cultural como propia. Un refugio en las industrias culturales que puede deparar algún trato beneficioso en esos mecanismos de conformación de la opinión pública. Al menos eso parecen pensar en el PSOE.
Salvo que se enmiende en las pocas semanas que quedan de campaña electoral, los esfuerzos que el PSOE ha hecho por armar un discurso post-crisis sobre cultura han sido pocos, o al menos invisibles. También han sido escasos los contactos con esa otra realidad cultural rebelde y crítica. La que sí sorprende es la iniciativa del Ministerio, que a pocas semanas de las elecciones ha sabido contactar y movilizar en un congreso a un nutrido número de representantes, activistas e ideólogos de eso que se denomina cultura de base. Y atención, porque lo ha hecho con el brazo administrativo que se ocupa de las “industrias culturales”. La maniobra solo parece tener sentido si persigue un objetivo inesperado siendo el organizador una Administración gobernada por el PP: dar voz, integrar y asimilar los discursos y las prácticas culturales más críticas de los últimos años.
Sería una novedad que el Ministerio reconozca y, en cierta medida, legitime a esos sectores que han construido un discurso crítico con la institución. Voces críticas que también han consolidado proyectos gestionados desde una lógica de lo común y colaborativa, distan mucho de las industrias culturales. Espacios y colectivos como La Casa Invisible de Málaga, La Harinera de Zaragoza o Plan C de Cádiz, entre muchos otros, tendrán la oportunidad de explicar sus proyectos. Sectores que han estado (o siguen estando) confrontados en algunos casos con la Administración de la manera más física y directa, y que ahora se sientan en una mesa ministerial.
¿Por qué asumir en el Ministerio ese riesgo ahora? La razón es sencilla: el 20D. En el Ministerio han entendido que los temas centrales de la legislatura (los recortes presupuestarios, la pérdida de empleo cultural, la precarización laboral, el IVA cultural, etc) pueden ser difíciles de asumir en términos de comunicación política. Era tiempo entonces de desbordar esos temas y nada más brillante, desde el punto de vista de la estrategia, que neutralizar al rival integrándolo en la lógica propia, en este caso, la institucional. Algo que, de paso, debería formar parte de la normalidad democrática, a saber, que las instituciones están al servicio de todos, incluso de los que piensan diferente, pero que sin embargo, todavía nos sorprende.
La carta sorpresa: Transit
De esta manera el encuentro se pone en marcha y para acabar de encontrar una factura de producción moderna, dinámica e impoluta (que evite problemas), se recurre a Transit Projectes, una empresa cultural radicada en Barcelona acostumbrada a gestionar esos espacios públicos de manera privada cuando la Administración no sabe o no quiere administrar con neutralidad y eficiencia. De su cuño son la gestión de centros cívicos como el de Sant Agustí o Cotxeres de Compte Borrell en Barcelona, La Capsa en el Prat del Llobregat, pero que también publica, forma, programa, organiza eventos... siempre al calor de la política catalana. Esta vez mutado en el socio adecuado para la iniciativa ministerial.
El objetivo de este encuentro, argumentan los organizadores, es “crear un verdadero espacio de reflexión e intercambio entre los agentes culturales participantes”. Y si hablan de “verdadero”, es porque deben existir, por oposición, algunos otros que han de ser falsos. Aquí residirá la principal incógnita a resolver de este encuentro: ¿es este encuentro el verdadero? Es decir, ¿a dónde se quiere ir a parar? Más allá de dar voz, foro y convocatoria a voces críticas con las políticas culturales desplegadas hasta ahora, se quiere renovar el “catálogo” de políticas a partir de las prácticas periféricas?
A la espera entonces de que Ciudadanos e Izquierda Unida muevan ficha, parece que van apareciendo muchos elementos para analizar programáticamente y electoralmente las propuestas de los partidos políticos. Con Podemos recuperando un programa cultural con un clásico corte socialdemócrata francés, el PSOE anclado en sus tradicionales apoyos y discursos, ¿estará el PP imaginando un cambio vertiginoso de su ideario cultural?. Por el momento, la competición de ideas puede ser muy beneficiosa. Que todos quieran salir en el prime time de las políticas culturales puede ser un buen remedio para que aparezcan nuevas ideas, mejores propuestas y renovadas políticas culturales.