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Bono Cultural Joven: cronología de una buena iniciativa lastrada por la mala comunicación y poca practicidad

“Si no me hubiese ayudado mi padre, probablemente no habría sabido por dónde empezar”. María, de Madrid, es una de las 281.557 personas nacidas en 2004 que solicitaron el Bono Cultural Joven entre julio y diciembre del año pasado. Y también una de las tantas que para ello tuvo que enfrentarse al “complicado” proceso de solicitud. “Siempre había algún inconveniente para que no pudiese pedirlo”, asegura Clara desde Castilla-La Mancha que, pese a que lo logró en septiembre, todavía está esperando a que le llegue su tarjeta.

Lola comparte experiencia, y sostiene que lo peor fue que “nadie sabía cómo solucionar los problemas”. “Fui a varias oficinas, a Hacienda y a Correos. Casi se me pasa el plazo pero lo conseguí”, comenta, “había muchísimas complicaciones. Sobre todo cuando supuestamente ya lo tienes, porque nadie te confirma que está solicitado ni que tienes que esperar hasta que llegue. Mientras tanto, sigues haciendo operaciones innecesarias”.

El plazo se abrió en julio para todos los jóvenes que cumplían 18 años a lo largo de 2022. La ayuda, creada por el Ministerio de Cultura, tiene la doble función de incentivar el consumo cultural por parte de personas que aún no tienen poder adquisitivo y apoyar las industrias culturales. Al cierre del período, el pasado 11 de octubre, de las aproximadamente 500.000 personas beneficiarias, solo 166.520 habían completado la solicitud correctamente (el 33,3%) y 378.417 habían iniciado el proceso.

El Gobierno decidió ampliar el tiempo hasta el día 31 del mismo mes, permitiendo que, además de a través de la página web, se pudiera llevar a cabo la solicitud en las oficinas de Correos. Vencido el periodo, terminaron siendo 281.557 de los 488.794 jóvenes nacidos en 2004 los que lo pidieron. Es decir, solo la mitad de los beneficiaros solicitaron su cheque.

Lo peor es que nadie sabía cómo solucionar tus problemas

“Enterarme de que existía el Bono fue fácil, pero luego conseguirlo no tanto”, explica otra María, también de Madrid. Según los jóvenes consultados para este artículo, las redes sociales y los informativos de televisión fueron la vía por la que supieron que podían acceder a la ayuda. “En Instagram me salieron un montón de anuncios”, recuerda Aroa, de Vigo. También por el boca oreja entre pandillas. “En mi grupo de amigos todos lo comentamos”, reconoce Ana, de Valencia.

La firma digital y retraso en los plazos

Para solicitar el bono a través de la web era necesario un sistema de certificación digital que dio muchos problemas a los jóvenes que no estaban familiarizados con este método. “Intenté pedirlo por mi cuenta y me resultó bastante difícil porque todavía no habían puesto las facilidades de hacerlo en Correos”, reconoce otra beneficiaria, Marina, “escribí un par de veces y llamé al teléfono que había para consultar dudas, pero no me contestaron en ningún momento. Decidí esperar”.

Quienes, como le ocurrió a esta joven en el momento de realizar la solicitud, eran todavía menores de edad, debían contar con consentimiento parental, coyuntura que dilató aún más el procedimiento. “Lo pedí en verano y no me llegó hasta hace dos días”, comenta Blanca, “para las personas de mi entorno que sí tenían 18 años fue más rápido”.

La lista de problemas se amplía. A Amanda, de Madrid, le confirmaron que había realizado el proceso correctamente, pero su tarjeta se hizo esperar de más. “Me rayé muchísimo por si realmente no me había funcionado. Lo había hecho igual que mucha gente y a mí no me llegaba nada... Hasta que un día de repente, varios meses después, apareció en el buzón”, indica. Pero no todas las opiniones son iguales. Ana, que explica que una vez logró entender cómo había que pedirlo, no fue tan complicado, afirma: “Conozco a muchas personas que no lo han conseguido, pero creo que tampoco han puesto demasiado interés porque con poco que hicieses te lo daban”.

Bono obtenido, continúa la peripecia

Los solicitantes que han recibido la confirmación de la adjudicación del Bono, disponen de un año para gastar 400 euros: 100 euros para productos físicos (libros, revistas, discos, etc.), 100 euros para consumo digital o en línea (suscripciones a periódicos, plataformas musicales o videojuegos online, audiolibros, etc.) y 200 euros para artes en vivo, patrimonio cultural y artes audiovisuales (conciertos, cine, museos, festivales, etc.).

Para consumirlo se conceden dos opciones: una tarjeta de prepago virtual o una tarjeta física con el importe. “Yo seleccioné que se me quedara en el teléfono”, indica Andrea, “tenías que rellenar los datos de tu tarjeta para habilitarla en el Wallet”. “Una vez la tienes es como si pagaras con una tarjeta normal, solo que el código pin te lo pide sí o sí”, declara otra madrileña, Cristina.

La experiencia por parte de las empresas adheridas

Para poder usar el Bono Joven es necesario que las empresas o entidades culturales que provean los distintos productos, ya sean entradas, libros en soporte físico, etc., estén adheridas igualmente al programa. Un proceso que tampoco está brillando por ser especialmente sencillo. “Es bastante complicado”, indican a elDiario.es desde los Cines Embajadores de Madrid, “nos la han denegado en un par de ocasiones y estamos pendiente de su aprobación”. Sí lo han logrado en el festival Primavera Sound, tanto para la edición de Barcelona como la de Madrid, para los que están vendiendo según afirman a este medio tanto abonos como entradas de día a beneficiarios de la ayuda. Y lo mismo en el Museo del Prado, que están dados igualmente de alta en el sistema. Desde otro festival que tendrá lugar en verano, Mad Cool, señalan que a día de hoy todavía no es posible, pero que están “trabajando para que esto cambie en breves”.

El plazo de inscripción para las empresas continúa abierto y su proceso puede realizarse únicamente a través de la página web. De nuevo, es necesario disponer de firma digital. Además, los establecimientos deben contar con un Terminal de Punto de Venta (TPV).

Entre sus condiciones figura que aquellos jóvenes que deseen adquirir un bien o actividad que supere la cuantía del abono podrán abonar la diferencia hasta el precio total; los productos podrán ser cambiados por otros de igual o superior precio pero nunca podrá solicitarse la devolución del dinero; las compras de bienes culturales en soporte físico deberán ser recogidas de forma presencial imposibilitando el envío a domicilio o puntos de entrega a excepción de suscripciones periódicas o revistas; y los gastos relativos a suscripciones a plataformas —ya sean musicales, audiovisuales o de videojuegos—, estarán limitadas a cuatro meses.

Aquellas empresas que han conseguido completar su proceso figuran en la lista de entidades adheridas publicadas en la web del Bono Cultural. El buscador permite localizar aquellas que cuentan con punto de venta y las online. Dentro de las primeras, distingue entre Eventos culturales, Consumo digital y Productos físicos. Se puede buscar a través del nombre del comercio, o ampliando dentro del mapa que detalla cuáles y dónde están los establecimientos.

Tal y como indican desde las redes sociales del Bono Cultural, puede ocurrir que el nombre de, por ejemplo, un concierto o festival en concreto, no aparezca en el buscador. De darse esta tesitura, recomiendan localizarlo a raíz de la promotora organizadora del evento, que deben averiguar por su cuenta. Eso sí, una vez se localiza la actividad en cuestión en el caso de las de venta online, no se facilita la dirección ni se redirige automáticamente al sitio web donde comprar las entradas. Únicamente se menciona el teléfono de contacto. Muy poco práctico.

“Al principio fue como un trabajo de Hércules”, reconoce Nely, de la Librería Soriano de Valencia, “el proceso fue horrible, porque además no nos admitieron a la primera”. Una vez logrado, indica que, de cara a la venta, “al principio funcionaba peor. Desde la última semana de diciembre hay cada vez menos fallos”. “Estamos cogiendo muchos bonos”, celebra, “se ha vendido mucho libro juvenil, tanto en castellano como en inglés”. Muchos jóvenes llegaron con dudas sobre cómo usar la tarjeta y, el hecho de que necesiten una factura para poder luego subirla a la aplicación, ralentiza el trámite de compra: “Es un poco farragoso en el sentido de que estas navidades esto derivó en que se hicieran colas más largas”.

La librera hace referencia a la justificación de los pagos que los jóvenes necesitan realizar una vez hechas las compras con el dinero de la ayuda. En las bases se especifica que los beneficiarios tienen la obligación de facilitar a las entidades sus datos personales para que sean incorporados a los tickets correspondientes.

Amanda, que ya lo ha utilizado para comprar libros y entradas para un musical, se encontró en este paso con una nueva traba. “Hay que subir el justificante a una aplicación. Lo intentaba y, aunque me decía que lo había hecho correctamente, luego no estaba. Probé fácil 20 veces”, lamenta, “esto debería funcionar mucho mejor, que hubiera una conexión entre la empresa y el bono para ver que de verdad se ha pagado”.

María confiesa que todavía no sabe cómo se adjuntan. “No los estoy subiendo. Si me lo quitan porque no subo los tickets pues nada...”, indica tras haber comprado libros, entradas para el musical de Mamma Mia en Madrid y cine. Según indican desde la web, el riesgo de no subir bien los recibos es que la tarjeta puede ser bloqueada, así como si “se detectan conductas sospechosas o fraudulentas”.

Lo cierto es que las redes sociales de la ayuda cuentan con un videotutorial que explica cómo hacerlo, aunque algo rudimentario. La pieza en sí ni si quiera está comentada. Solamente aparece la pantalla de la aplicación en la que los pasos a seguir son explicados por unos escuetos subtítulos.

“Nos apuntamos desde el momento en el que salió”, afirman desde una promotora que organiza conciertos y festivales de música en Cantabria; y prefiere no revelar su nombre, “siempre estamos pendientes de este tipo de cosas porque nos funcionan muy bien”. Según describen, han llegado a recibir a “padres enfadados con la Administración” porque sus hijos no podían utilizar sus bonos.

“No hay un interlocutor con quien hablar, cada vez que llamamos te atiende un operador distinto y no siempre te dan la misma respuesta”. Configurar el datáfono está siendo su principal problema, sobre el que añade: “Debe de ser tan generalizado que han enviado un mail explicativo sobre cómo hay que gestionar el asunto con el banco”.

Cada vez que llamamos te atiende un operador distinto y no siempre te dan la misma respuesta

Parece que ellos ya han conseguido el visto bueno pero, como ahora mismo no tienen ningún evento a la venta, no han podido comprobarlo. De hecho, han pedido que se les facilitara “algún tipo de tarjeta de prueba” para asegurarse, pero les han respondido que “no tienen”.

Vistas las complicaciones, el Bono Cultural Joven se postula como una muy buena iniciativa a la que, sin duda, le falta aprender de los errores para facilitar tanto su solicitud como su uso, para que pueda cumplir su objetivo sin generar dolores de cabeza de más. Empezando por la comunicación previa, que debe tener como prioridad lograr que el número de beneficiarios no vuelva a quedarse a la mitad.