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De la frialdad de la Cultura con Màxim Huerta al entusiasmo con José Guirao

José Guirao, con el libro de Ana María Matute que le ha regalado su predecesor en el cargo

Paula Corroto

De la frialdad más absoluta al entusiasmo más cálido. De los gestos hieráticos a los aplausos. De la cortesía a la efusividad dentro del mundo cultural. Así de distintas han sido las presentaciones de Màxim Huerta y José Guirao en el tradicional intercambio de carteras como ministros de Cultura y Deporte. Y en tan solo una semana. Huerta llegó envuelto en la sorpresa. Guirao lo ha hecho entre vítores. Como el que vuelve a casa.

De alguna manera, eso es lo que ha sucedido. Guirao no es ningún desconocido para las instituciones culturales. El almeriense llegó al Ministerio de Cultura en 1993 de la mano de Carmen Alborch, cuando el PSOE atravesaba su última etapa y la valenciana arrebataba como Ministra de Cultura. Allí fue director de director de Bellas Artes y Archivos. Después pasó a dirigir el Museo Reina Sofía y más tarde La Casa Encendida, el centro de las artes emergentes.

Dejó amigos y buenos recuerdos como se pudo observar este jueves en el adiós triste y un tanto apesadumbrado de Huerta, que pidió en su discurso final que “si fuera un concierto no hubiera bises”.

Porque si al fugaz ministro valenciano, decapitado en pocas horas por Pedro Sánchez después de que se hiciera público el fraude fiscal cometido entre 2006 y 2008, apenas le acompañaron más que algunos responsables institucionales, este jueves la pequeña sala de bienvenida en el Ministerio estaba a rebosar.

Y se hacían bien visibles. Como Alborch, a la que Guirao fue la primera a la que se dirigió para recordar aquella etapa que ambos compartieron en el Ministerio. También estaba el exministro socialista César Antonio Molina, del que Guirao manifestó que se conocían “casi desde la mili”. Un halo de vieja guardia socialista recorría las paredes y del que el nuevo ministro no rehuyó. Al contrario, lo señaló en su discurso: “Yo soy un poco de la vieja guardia”.

Para compensar con los nuevos bríos, Guirao también se hizo acompañar de las actuales ministras de Hacienda y Educación, María Jesús Montero e Isabel Celaá. Para ambas tenía recados. A la primera le hizo constar que “la cultura es una parte muy importante del PIB. La cultura genera dinero e investigación. Es algo más de lo que dicen que somos”. A la segunda le hizo notar el valor de las Humanidades “porque generan gente con formación, peso y conciencia. La tecnología sin alma nos puede llevar a sitios que a lo mejor no queremos llegar”. Por eso quizá es un ministro sin cuenta en Twitter.

Sin rastro de Sinde

Huerta se había resguardado en Ángeles González-Sinde, que también había sido ministra con José Luis Rodríguez Zapatero. Ella no estaba y ni se la esperaba. Por la mañana había publicado una columna en defensa del ministro efímero y era evidente que las luces se habían apagado. De hecho, según señalaron fuentes socialistas a eldiario.es este viernes será cesado Daniel Espín, nombrado jefe de gabinete por Huerta y que ya lo fuera también de Sinde. Nueva etapa, pero quizá viejos nombres vuelvan a este ministerio.

Al contrario que hace sólo siete días, este jueves nadie con poderío cultural quería perderse la cita. Sobre todo desde el mundo del arte. Estaban los directores de los museos de El Prado y Reina Sofía, Miguel Falomir y Manuel Borja-Villel –si bien también estuvieron con Huerta- Ricardo Martí Fluxá, presidente del Patronato del Museo Reina Sofía, Alfredo Pérez de Armiñán, presidente de Patrimonio Nacional, Juan Barja, director del Círculo de Bellas Artes, y Fernando Benzo, ex secretario de Estado de Cultura con el gobierno de Mariano Rajoy.

Hubo presencias que también destacaron como la de José Manuel Bonet, director del Instituto Cervantes, y Ana Santos Aramburo, directora de la Biblioteca Nacional. Desde el mundo de las letras incluso estaba Carme Riera, escritora, académica de la Lengua y actual presidenta de la entidad de derechos de autor CEDRO, quien se mostraba contenta con Guirao a la par que desmentía que ella hubiera sido ministrable. “No, no, me parece que estamos en tiempos muy complicados”, afirmó.

Las diferencias entre las presentaciones de Huerta y Guirao también se notaron en los discursos. Mientras que el valenciano, titubeante, apeló a la humildad, a su amor a la cultura y al “orgullo” por representarla, haciendo por otra parte especial hincapié en el deporte con el chascarrillo de que no le gustaba practicarlo, el almeriense se vio mucho más suelto en estas lides.

De hecho, ya entró en materia con uno de los retos que tendrá que asumir, como es el Estatuto del Artista, cuya subcomisión en el Congreso entregó este jueves sus conclusiones. “He visto que hay un consenso entre los cuatro grupos parlamentarios y eso es una gran noticia porque se podrán hacer cosas. Cuando no hay consenso no se puede hacer nada. Yo voy a intentar buscar el consenso siempre”, manifestó.

También distinguió las líneas que pretende seguir durante su mandato. Por un lado, “la identidad, que es muy importante, siempre y cuando no la manoseemos”, lo que parece un aviso a navegantes. Por otro lado, la defensa del patrimonio histórico “porque es lo atrae el turismo en muchos lugares que no tienen costa”. Terminó con una hoja de ruta: “Quiero hacer un trabajo equilibrado entre patrimonio, fundamento y la creación contemporánea”.

Después llegaron los abrazos y muchas sonrisas. La alegría se palpaba con Pepe, como le llamaban en el mundo cultural. Guirao había tenido el gesto de reconocer “la generosidad por la manera que en la que [Huerta] ha renunciado al ministerio”, pero el ya exministro desapareció de inmediato y ya no se le volvió a ver.

Había acabado el tiempo de las sorpresas. El nuevo responsable había sido raudo en aceptar la llamada de Sánchez a las cinco de la tarde del miércoles. Y en el mundo de la cultura volvía el entusiasmo de tener a 'uno de los suyos'.

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