Semanas antes de que Dolores Jiménez-Blanco desencadenara con su dimisión al frente de la dirección General de Bellas Artes la primera crisis de Miquel Iceta como ministro de Cultura, las Cortes de Aragón firmaron con el consentimiento del Ministerio la póliza del seguro que cubre por un año más 17 piezas taifas del siglo XI. Ahora descansan en su lugar de origen, La Aljafería (Zaragoza) de donde salieron en 1868 camino de su nuevo destino, el Museo Arqueológico Nacional (MAN). La idea era proteger las delicadas piezas de la conversión en cuartel militar del conjunto. En Madrid estuvieron hasta que en 2008 regresaron al antiguo palacio musulmán —actual sede de las Cortes de Aragón— tras pedirlas prestadas para la Exposición Internacional de Zaragoza. El compromiso de la institución aragonesa era, como el de todos los préstamos, devolver las obras al término. La cesión se prorrogó hasta 2011, pero desde entonces las Cortes se niegan a reintegrar al museo madrileño los bienes valorados en casi 20 millones de euros.
El Ministerio de Cultura no ha sido capaz de responder a este periódico en 48 horas si han reclamado los siete capiteles, cuatro frisos, un rosetón, varios fragmentos decorativos y dos excepcionales arcos de seis metros de altura que están expuestos al público en una zona de paso, entre el hemiciclo y la zona administrativa de las cortes. Estas dos piezas formaron parte de las arquerías del patio central del extraordinario palacio taifa. Uno está valorado en 3,5 millones de euros, el otro en 3 millones de euros. En 2012 el exministro de Cultura José Ignacio Wert, escribió una carta a las Cortes pidiendo las piezas. Justificó la devolución con que su ausencia dejaba un “espacio vacío” que le impedía abrir el museo, porque ocupaban un lugar preferente en el área medieval de la institución recién reformada. En Change.org se recopilaron entonces más de 20.000 firmas para impedir que los arcos originales de La Aljafería volvieran a Madrid.
La defensa del patrimonio se convirtió en una cuestión de “dignidad de los aragoneses”. El presidente de la Chunta Aragonesista (CHA), José Luis Soro, mantuvo que la protección del patrimonio aragonés era la reivindicación de la identidad y la dignidad de Aragón. “Nos quieren robar lo nuestro en nuestras narices. Es un trato colonial inaceptable”, añadió en pleno debate. “Los más elementales criterios de conservación y unidad del conjunto histórico hacen no solo aconsejable sino indispensable que los arcos permanezcan en el lugar del que física e históricamente forman parte como es el Palacio de la Aljafería”, escribió Chesús Yuste (CHA) al respecto, antes de plantear a la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados sus reivindicaciones para poner fin a la situación alegal de este conjunto de bienes retornados y retenidos. Son el precedente del viaje de la Dama de Elche (siglo IV a.C.), que Miquel Iceta acordó con el alcalde de la localidad alicantina y del que el ministro ya ha empezado a renunciar ante las consecuencias políticas de su movimiento.
Un debate complicado
El Gobierno de Mariano Rajoy explicó que el traslado estaba en tramitación, pero sin fecha de retorno concreta. Así siguen. Mientras el MAN reclama la devolución de sus propiedades, desde Aragón exigen activar los trámites necesarios para la transmisión de plena propiedad de los preciados arcos islámicos. Jesús Carlos Sáenz Preciado, profesor de arqueología de la Universidad de Zaragoza e investigador de las intervenciones en el palacio, indica que no se puede desmontar el MAN, pero se pregunta si una vez La Aljafería ha sido restaurada, recuperada y revitalizada, ¿por qué no deberían estar los arcos en su lugar de origen? “Es un debate muy complicado. El sitio de los arcos es La Aljafería, pero se deben devolver. Otra cosa es si hay un cambio de propiedad...”, añade Sáenz Preciado.
Los investigadores consultados reconocen que el debate abierto por Miquel Iceta y la dimisión de Jiménez-Blanco es lo suficientemente importante como para redefinir la misión del Museo Arqueológico Nacional antes de despiezarlo y mandar, por ejemplo, las colecciones visigodas a Toledo. La crisis de misión del MAN en el siglo XXI sucedió con el amanecer de la España de las Autonomías. Desde ese momento cada una de ellas gestiona sus hallazgos, su patrimonio y su propio relato. Entonces, ¿cuál es el papel del MAN en esta nueva comunidad con nuevas reglas? Desde el museo explican que “cumple un papel de representación de los pueblos y culturas que han trazado la historia de España”. Añaden que el patrimonio común tiene una protección que trasciende su ubicación. Por eso se queda en Madrid.
“Esa idea 'nacional' construida desde la prehistoria carece de todo sentido”. Estas comillas pertenecen a Manuel Antonio Calvo, catedrático en la Universidad de las Islas Baleares, donde es profesor de Prehistoria en el Departamento de Ciencias históricas y Teoría de las artes. Este especialista en la cultura Talayótica (desarrollada durante la Edad del Bronce y la Edad del Hierro en las baleares) cree que el traslado de la Dama de Elche al lugar en el que fue hallada está justificado, como también lo está la demanda de traslado a Mallorca de los Toros de Costitx (siglos V-III a.C.), realizados en fundición a la cera perdida. “Estas piezas en el MAN son tratadas como un añadido decorativo o una solución de compromiso que carecen de un contexto mínimo para ser comprendidas”, explica.
Un museo neutralizado
La España de las Autonomías ha neutralizado ese papel de “padre custodio y conservador” del patrimonio. “Desde hace cuatro décadas no reciben piezas. Las autonomías no necesitan que cuiden sus hallazgos, ya se quedan en los lugares donde fueron encontradas. Habría que buscarle una nueva misión para que se adaptara a los tiempos, a pesar de que ha tratado de modernizarse tras su reapertura”, cuenta Calvo. Ante esta nueva situación el MAN se ha convertido en una pieza más: así como un visitante que quiera conocer los fastos del antiguo imperio británico acude al British Museum, uno puede acercarse al Arqueológico Nacional a entender una forma de contar una España que ya no está.
Con la llegada de las Autonomías la red de museos creció y la sede madrileña dejó de ser imprescindible para la custodia del pasado. El mejor ejemplo reciente son los siete cascos celtíberos expoliados y recuperados en Alemania, que descansan en el Museo de Zaragoza. En ningún momento se optó por depositarlos en el MAN y no se cuestionó que su lugar de reposo fuera próximos a donde se descubrieron (la ciudad de Aratis, en el término municipal de Aranda de Moncayo). Así es como la pelea por el pasado y la identidad se centró en una pugna por la posesión de las piezas originales: nadie quiere las réplicas aunque nadie sea capaz de distinguirlas, como bien demuestra la neocueva de Altamira. ¿Podría convertirse el MAN en un museo arqueológico de réplicas?
Nadie discute ya que el MAN ha dejado de ser el centro de recuperación del pasado y que cada comunidad autónoma es soberana para hacerlo. Pero esta realidad cuestiona la custodia de la esencia del museo madrileño: siempre que se garantice su seguridad, por qué no podrían exponerse las piezas que conforman su colección en el lugar en el que fueron descubiertas antes del nacimiento de las Autonomías. “Aunque cada comunidad escribe su propio relato, no podemos cambiar las cosas que se hicieron hace cien años. No podemos desmontar el MAN... hasta que la política lo diga”, asegura Jesús Carlos Sáenz Preciado. La mayoría de los arqueólogos consultados muestran temor ante la osadía de desmontar el MAN como institución casi sagrada, pero ninguno duda de las capacidades con las que las regiones y localidades podrían comprometerse en proteger, exhibir y difundir su patrimonio entre sus vecinos.
La conciencia de protección
Los especialistas como Manuel Antonio Calvo creen que el interés por conocer el relato de las comunidades anteriores a las propias ha crecido y deben ser explicadas con los objetos originales que pertenecieron a aquellas. “Son el mejor camino para comprenderles”, dice. De esta manera se estaría rompiendo con la construcción del relato nacional decimonónico creado por los museos hace siglo y medio. El nuevo paradigma museístico parece otro: un relato propio y cercano, que genera sentido de pertenencia, de conciencia y de protección del patrimonio en el lugar de origen de las piezas.
Así como hace años se concentraron los bienes por falta de infraestructuras —caso de La Aljafería—, ahora esa ya no sería la excusa. “Aunque necesitaríamos que se garantizase la inversión en los cuidados del patrimonio”, indica Francisco Javier Jover, director del Instituto de Arqueología y Patrimonio Histórico en la Universidad de Alicante y responsable del yacimiento de La Alcudia, donde emergió la figura de la Dama de Elche hace más de un siglo. Aclara que en ningún caso es partidario de “desmontar ningún aparato museístico del siglo XIX”, porque han permitido conservar y salvaguardar nuestro patrimonio. “El MAN es una institución de gran importancia en la identidad española, porque representa el conjunto de las identidades. Prefiero que se invierta dinero en investigar que en desmontar y mover piezas en depósitos”, dice Jover. Eso sí, en caso de que la Dama de Elche salga del MAN, avisa que el lugar en el que debe recalar es en el museo que han construido en La Alcudia.
Todo este embrollo pendiente de resolver podría resumirse en una frase lapidaria de un profesor de Manuel Antonio Calvo: “Quien no entienda que el patrimonio es conflicto es que no ha comprendido nada”.