¿Un hotel y un teatro? Sí es posible. Y sí, Eva Aladro Vico, Portavoz de la Plataforma Ayuda al Teatro Albéniz, ya lo dijo el pasado diciembre cuando eldiario.es contactó con ella: “La protección que ahora va a tener no está nada mal [refiriéndose al estado de BIP], pero ahora la empresa propietaria puede presentar un proyecto en el que en el edificio haya también un hotel o cualquier otro adefesio”. Porque según cuenta El Mundo, las plantas superiores “quizá se conviertan en un hotel”.
Mazabi es la gestora de patrimonios que compró en enero el conjunto arquitectónico al que pertenece el Teatro Albéniz y el mítico Hotel Madrid. Aunque son dos edificios diferentes, se encuentran en el mismo bloque, motivo por el cual la gestora los ha adquirido en la misma operación y los alquila como si se tratase de uno solo. El icónico teatro, presente en la capital desde la primavera de 1945 y clausurado hace ocho años, está situado en el número 11 de la calle La Paz. El Hotel Madrid, cerrado desde hace varios años, da a la calle Carretas.
“El inmueble consta del Hotel Madrid, el Teatro Albéniz y un local comercial”, cuentan a eldiario.es fuentes de Mazabi. En el pack viene incluido, además, un local de 1.000 metros cuadrados disponible para alquiler y al que “hay que hacerle mucha obra” pero que está listo “para que un operador entre desde ya”. Es el único espacio del conjunto que se encuentra libre, ya que ahí “no hay nada cerrado ni ningún contrato”.
En total, 13.000 metros cuadrados que cambian de manos, de los que no hay cifras de la operación, aunque sabemos que tardará tres años en ser rehabilitado, según la gestora. Mazabi gestionará el local comercial de 1.000 metros: “Hasta que acabe la obra, lo explotaremos”. No así el resto del inmueble, que será alquilado en su totalidad a un explotador del que no han trascendido datos. Según El Mundo, se trataría de una importante cadena hotelera, pero de la “que todavía no se puede decir quién es ni ningún detalle más”, afirman desde la gestora.
El Albéniz, la patata caliente
La historia del Albéniz ha sido turbulenta. Desde que en diciembre de 2008 echara el telón con La vida es sueño, muchas caras han pasado entre bastidores. La tapia de la entrada ha visto en el cemento el ocaso de una función. Primero, la que inició el empresario Maximino Moro en 1945, después, la alternancia entre sala de fiestas, cine y teatro; finalmente, el alquiler de la Comunidad de Madrid en los 90. Y así fue hasta el 2008, cuando ese contrato terminó el traslado del consistorio -entonces presidido por Esperanza Aguirre- a los Teatros del Canal y la tramoya del teatro paró su actividad. Pero hay que remontarse más atrás en el tiempo.
El Plan General de Urbanismo de 2005, puesto en práctica por Alberto Ruiz Gallardón, hizo que el teatro perdiera su protección. Momento que aprovechó la familia del primer propietario, Maximino Moro, para venderlo. La inmobiliaria Monteverde se lo llevó, aunque por poco tiempo: en 2014 el teatro pasó a manos de Kutxabank como pago de la deuda que la inmobiliaria mantenía con el banco. De Kutxabank pasó a Neinor, que a su vez fue adquirido por Lone Star; o lo que es lo mismo, la inmobiliaria del banco. Y así hasta enero de este año, cuando Mazabi compró, además del teatro, el Hotel Madrid y lo convirtió en un solo conjunto.
Las contradicciones de un espacio inutilizado
La mudanza del Gobierno regional de Aguirre a los Teatros Canal en 2008 condenó a los Albéniz a ser un anfitrión huérfano. Sus cerraduras se oxidaron y su utilidad social quedó obsoleta hasta que los indignados de Sol lo convirtieron en uno de sus baluartes tres años después. En 2011, en un guiño del destino, el teatro sirvió para dar cobijo a las familias afectadas por la inhumana cantidad de desahucios que tuvieron lugar ese año. Las primeras 40 personas 'okupas' entraron en el edificio, mientras que los activistas reclamaban por que se hiciese lo propio con otros espacios inutilizados.
“Espacio liberado desde septiembre. Aquí viven familias desahuciadas y gente sin techo”, rezaba una pancarta que cubría la fachada 11 de la calle Paz. En el interior, una improvisada Oficina de Vivienda ofrecía información jurídica y práctica a las personas que buscaban futuros domicilios.
Los propietarios del Hotel Madrid denunciaron la okupación a la Policía Nacional y las autoridades se justificaron en la “seguridad de los vecinos” y el mal uso de las instalaciones para materializar su polémica decisión. En diciembre de 2011, una veintena de furgones policiales y 200 agentes antidisturbios desalojaron ambos espacios y a un centenar de personas que se quedaron en la calle. La plataforma amigos del Albéniz y otros defensores del patrimonio temían por los posibles desperfectos en el emblemático edificio, pero la realidad es que los okupas respetaron el patio de butacas.
Solucionado el problema de los huéspedes temporales, los gigantes inmobiliarios y sus capitalistas intenciones adoptaron el papel de malos de la película. Las mismas asociaciones culturales que clamaban por el deterioro del patrimonio, temían ahora por un total desmantelamiento del edificio. Fue entonces cuando la administración regional tomó cartas en el asunto: el teatro fue considerado BIP en diciembre del año pasado.
Estas siglas que cobraron sentido cuando Cristina Cifuentes determinó que el Albéniz sería Bien de Interés Patrimonial, una escala menor que el BIC (Bien de Interés Cultural). La diferencia reside en que el BIC protege totalmente el edificio, mientras que el BIP no lo hace del todo. “Hay abierto un expediente de incoación de BIP. Está en espera de reprobación. Cuando se apruebe, veremos qué requiere. Lo que tenemos claro es que nosotros vamos a cumplirlo”, sentencian desde Mazabi.