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Ruido y silencio

Quioscos y otras yerbas

9 de abril de 2021 22:10 h

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Hubo un tiempo en el que una ardilla podía cruzar Madrid de sur a norte saltando de quiosco en quiosco sin tocar el suelo. Y no digamos Barcelona, cuyos quioscos de periódicos en las Ramblas eran tan frondosos que siempre se caminaba a su sombra.  Yo vengo de ese tiempo, no tan lejano, en el que los quioscos de periódicos eran elemento fundamental para la transmisión de cultura popular; mucho más que las librerías. 

Las librerías estaban reservadas a la cultura más selecta, la de la la filosofía de Zubiri y los Renglones torcidos de Luca de Tena. Todavía tardaron un poco en abrirse a editoriales como Anagrama que, con su colección Contraseñas, logró colocar libros de la llamada contracultura en los escaparates. Se me vienen a la cabeza títulos como “Nosotros los malditos” firmado por Pau Malvido; una recopilación de artículos que Malvido firmó para la revista Star, aquella publicación que salía en los quioscos de la época, junto a otras como Sal Común, Ozono, Vibraciones o Ajoblanco. Porque tras la muerte de Franco, la contracultura llegaba a nuestro país a través de las páginas impresas de las revistas de entonces. Estar en el rrollo – con doble erre – significaba leer los artículos que firmaban Pau Malvido, Claudi Montaña u Oriol Llopis, el más salvaje de todos y que nos acaba de dejar por decisión propia. 

Eran crónicas musicales, pongamos que rockeras, que iban más allá de la música. Escritas en un estilo directo, conseguían su efecto catalizador en la juventud de entonces. La heroína, Lou Reed, la lisergia, los Stones, los primeros conciertos, todo eso que llegaba de golpe y porrazo, y que en Estados Unidos llevaba tiempo cuajándose, aparecía en los quioscos como un anuncio del nuevo mundo. 

La influencia más significativa de aquellos textos la tuvo el periodista californiano Lester Bangs. Su estilo ácido y su actitud crítica fueron el ejemplo a seguir. Para quien no conozca a Bangs, baste decir que la editorial Libros del Kultrum ha publicado en castellano sus textos en un volumen de prosa prieta recopilado por Greil Marcus y con un título que lo dice todo: “Reacciones psicóticas y mierda de carburador”.

Siguiendo su estela, Oriol Llopis nos dejó un puñado de textos que han sido recogidos en el volumen “Escritos poco fiables”, publicado por 66rpm. En este volumen, Oriol Llopis nos habla de sus filias y sus fobias, Johnny Thunders, Burning, Iggy Pop y toda la cuerda. Lo hace con un  estilo desnudo de florituras, desde la primera persona. Otro suicida, otro que también decidió poner fin a su vida fue el periodista y crítico musical Claudi Montaña, firma habitual en las revistas de la época. Acaba de salir una recopilación de sus artículos con el título “Estoy hablando de mi generación”. Han sido reunidos gracias a la labor de Josep María Ripoll para la colección 'La Biblioteca Secreta' del Ayuntamiento de Barcelona. Tanto el libro de Llopis como el de Montaña son trabajos curiosos para todas aquellas personas que busquen algo más que la simple crítica musical. 

Por terminar con esta pieza, dedicada a la labor cultural de los quioscos, no sobra aquí señalar uno de los trabajos más colosales de recopilación bibliográfica escrito hasta la fecha, me refiero al trabajo realizado para Libros Walden por Manuel Moreno y Abel Cuevas con el título “Todo era posible: Revistas underground y de contracultura en España: 1968-1983”.  En este formidable trabajo, Moreno y Cuevas reúnen los detalles de  todas las publicaciones que  dieron forma a la cultura popular de nuestro país. 

Porque nuestra educación cultural, la mía sobre todo, se debe en buena parte a todas aquellas revistas que se asomaban a los quioscos de entonces, cargadas de textos transgresores. Críticas a un sistema basado en la producción y el consumo. Todavía éramos tan inocentes que no sabíamos que todo lo que arrojábamos contra el capitalismo nos iba a ser devuelto como mercancía, de tal manera que, al final, acabaríamos pagando por ella. Porca miseria.