La Real Academia de las Artes (RA) de Londres conmemora el centenario de la Revolución Rusa de 1917 con un amplio repaso al arte que surgió en ese periodo, desde la vanguardia de los comienzos hasta el realismo socialista impuesto por Stalin.
“Revolución: Arte Ruso 1917-1932”, que se presentó hoy a la prensa y abrirá al público del 11 de febrero al 17 de abril, toma como referencia la gran exposición organizada en 1932 en el Museo Estatal Ruso de la entonces Leningrado (hoy, San Petersburgo) por el conocido crítico de arte Nikolái Púnin, que acabó muriendo en el Gulag.
Evocando esa muestra, el montaje de la RA quiere reflejar la variedad de arte, artistas y medios que aparecieron en esos primeros quince años después de la revolución mediante unas doscientas obras de creadores como Chagall, Kandinski o Malévich y Deineka, Mujina o Samojválov, algunas nunca antes expuestas en el Reino Unido.
“Representa ese único periodo en la historia del arte ruso en el que, durante quince años, las barreras cayeron y se abrieron grandes posibilidades para construir un nuevo arte proletario para el nuevo Estado soviético”, declaró una de las comisarias, Natasha Murray.
Murray destacó que otra de las particularidades de ese periodo es que, además de óleos, se produjeron multitud de trabajos en fotografía, escultura o vídeo, lo que también plasma esta exposición, con interesantes filmaciones de propaganda revolucionaria y también del estalinismo.
Pósters, cerámica, tejidos o papeles pintados se combinan con pinturas en las seis salas que componen la exposición, separadas por temáticas que a su vez fusionan diferentes sensibilidades y estilos artísticos.
Así, en la sala bautizada como Saludo al Líder se explora el ascenso al poder de Lenin, que aparece como un Dios en “Insurrección” de Kliment Redko o en su ataúd en una obra de Kuzmá Petrov-Vodkin, junto con el advenimiento de Iósif Stalin, inmortalizado, por ejemplo, en un imponente retrato de Brodsky.
“Hombre y máquina” reúne obras sobre trabajadores de fábricas y fuertes campesinos, elevados a héroes proletarios cuyo esfuerzo físico había de transformar la sociedad rusa.
Una recreación de “El Herrero” de Mayakovski, de 1921, aparece junto a una romántica fotografía tomada en 1928 por Arkadi Shaiket de la construcción del Centro telegráfico de Moscú o la maquinaria industrial captada por la cámara de Alexandr Ródchenko.
“El bolchevique”, del artista discapacitado Borís Kustódiev, que muestra a un hombre gigante avanzando con la bandera roja entre la multitud, es la poderosa imagen que ilustra la muestra.
La sala “Valiente nuevo mundo” celebra la explosión cultural de la vanguardia encarnada por Kandinski, El Lisitski, Pável Filónov o Liubov Popova, el cineasta Serguéi Eisenstein -autor de “El Acorazado Potiómkin”- o el compositor Serguéi Prokófiev, pero recuerda que la innovación se vio truncada por un Estado cada vez más represor, como simbolizó la muerte del poeta Alexandr Blok en 1921.
“El destino de los campesinos” analiza el impacto de la colectivización del campo en la vida rural, con obras y vídeos de esforzados trabajadores de la tierra, y “Rusia eterna” expone trabajos que destilan nostalgia por tiempos pasados.
“Nueva ciudad, nueva sociedad” intenta captar la vida en las ciudades bajo la “nueva política económica” de Lenin en la década de 1920, y la sala “La utopía de Stalin” refleja a través de fotos, vídeos de desfiles y óleos sus grandes proyectos públicos y la oscura realidad de su visión.
Entre los puntos más destacados de la muestra figuran un espacio dedicado íntegramente a Malévich, donde una treintena de sus obras se disponen tal como se mostraron en la exhibición de 1932, y otro centrado en Kuzmá Petrov-Vodkin.
Junto a obras tan emblemáticas como “La Promenade” de Chagall o “Blue Crest” de Kandinski, la exposición londinense muestra también comunicados oficiales o tarjetas de racionamiento, en un intento de capturar la energía, dinamismo y contradicciones de ese periodo de la historia.
Judith Mora