El escritor nicaragüense Sergio Ramírez, contra el que la Fiscalía de su país ha dictado una orden de detención, era plenamente consciente del riesgo que corría al escribir su último libro, que ha sido secuestrado, pero cree que no es posible sustraer la novela del ejercicio desmedido del poder.
Sergio Ramírez, premio Cervantes, exvicepresidente de Nicaragua durante el primer Gobierno sandinista (1979-1990) y objeto desde la pasada semana de una orden de arresto por parte del presidente de su país, Daniel Ortega, ha presentado este martes su novela Tongolele no sabía bailar, editada por Alfaguara, que se encuentra secuestrada en su país.
Una novela negra en la que refleja las revueltas populares que son reprimidas brutalmente por el Gobierno y en la que habla del fin del sueño de la revolución.
Para Sergio Ramírez, la novela negra en América Latina “tiene un color más negro aún porque la realidad es negra. Y sustraer la novela negra de los acontecimientos políticos que tienen que ver con el ejercicio desmedido del poder no es posible”.
El inspector Dolores Morales es el protagonista de la trilogía de novela negra que comenzó con El cielo llora por mí (2008), Ya nadie llora por mí (2017) y ahora Tongolele no sabía bailar, en las que Sergio Ramírez habla de historias de corrupción y abuso de poder.
Dolores Morales, bromea el escritor, “nunca pensó de qué forma iba a entrar por la puerta grande de la fama por lo que le ha ocurrido a su amigo y creador. Está muy intrigado con todo lo que está pasando...”.
El inspector es un personaje muy contemporáneo y está presente en distintas etapas del presente de Nicaragua, asegura Sergio Ramírez. Para que el lector recuerde a este personaje, el escritor le vuelve a dotar de una biografía en Wikipedia, en la que relata cómo tras el triunfo de FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional), Morales, exguerrillero, se incorporó a la policía y luego fue detective privado.
En su segunda novela ya se enfrentó al poder y a la corrupción y quedó “a las puertas de acontecimientos contemporáneos”, explica Ramírez, quien dice que podría haberle sacado de este contexto y ponerlo a investigar un robo de gallinas.
“Pero la Managua contemporánea en la actualidad está ardiendo y la novela me mandaba que este personaje entrara en los acontecimientos reales”, asegura.
Recuerda también que había empezado a escribir una serie de crónicas sobre los hechos más relevantes de lo ocurrido en Nicaragua en 2018, pero como no había entrevistado a víctimas y familiares sino que tomaba elementos “de segunda mano”, consideró que era tema para una novela.
Escribió el libro aprovechando la “calma” que entró en su vida con la pandemia y se dio cuenta enseguida de que estaba tocando “temas explosivos”. “No solo sobre la represión sino la concepción del poder desde el punto de vista mágico, esotérico, con símbolos de brujería y magia negra que es propio del ejercicio del poder en Nicaragua hoy en día”.
Unos hechos extraordinarios e irrenunciables para un novelista, sostiene el escritor, que dice no obstante que no llegó a meter actos presidenciales y oficiales que se celebran en la actualidad como los que ocurren “alrededor de una estrella de cinco picos ardiendo”.
“Es una tentación para el escritor que supera a la idea del riesgo, porque el que no se arriesga termina siendo un autor 'rosa'”, ha dicho.
Sergio Ramírez se considera una persona “incómoda” en su país desde antes de esta novela y dice que mientras tenga voz la va a seguir utilizando para denunciar lo que ocurre allí, más allá de su condición de escritor. Y recalca cómo “el gran ataque” de la dictadura de Nicaragua es contra la libertad de expresión.
Para este escritor, la ficción es un universo complejo donde se muestran realidades con el peso de la narración, porque son atractivas para el lector, pero advierte contra la conversión del relato en un discurso político.
“Las novelas no son para denunciar, son para que la gente piense”, recalca Sergio Ramírez.