Una vez, hace años, fuimos juntos a la Libertad, una playa en El Salvador, en un auto muy viejo. Eras un tipo grande y la conductora, con buen criterio, detuvo el coche y te pidió que te cambiases de lugar, había que equilibrar mejor los pesos para evitar un percance. Reíste como un niño y obedeciste al instante.
Eras también un gran tipo. Muy amoroso, simpático y buen compañero de comidas, charlas y debates.
Ramón, presumías de saber gestionar las emociones, quizá pensando en tus peripecias infantiles. Después de esta larga despedida, tan tuya, tan medida, tan cuidadosa con todos, nos queda haber aprendido algo de ti para extrañarte con dolor pero también con la alegría de haberte disfrutado.
Tú nos animaste mucho en la aventura de soitu.es, eras uno de nuestros fans, quizá contagiado por el recordado Enrique Meneses, ese reportero mítico que ambos admiramos y que nos unió un poco más. “Sigamos su ejemplo de lucha siempre. Ese es el camino”, dijiste cuando murió.
Fuiste un gran periodista. Tus viajes a lugares en guerra, sitios complicados, te labraron un prestigio entre los lectores. Ahora llevabas ya muchos años lejos de esas batallas, pero muy atento a librar otras también importantes.
Trabajaste en varios medios, la primera vez te vi en El Sol, luego coincidimos unos pocos años en El País. En 2010, cuando regresé a trabajar a ese gran periódico, por fin hicimos cosas juntos, quizá no bien comprendidas por tus jefes de entonces. Hoy ya sabemos quién estaba en el buen camino y quiénes lo habían perdido hacía tiempo.
Ramón, tenías criterio propio, pero eras permeable a las buenas ideas de los demás. Muy pronto te diste cuenta de que esto del periodismo e Internet iba a ser más que una moda. Te lanzaste a los blogs y a las redes, pero un ERE en tu periódico te obligó a reinventarte. Y vaya si lo lograste. Se puede perder un buen trabajo, pero nunca el talento. Infolibre, elDiario.es, El Periódico, la SER; sus periodistas y sus lectores y oyentes tuvimos la suerte de disfrutarte, quizá al final lo del ERE fue para todos una oportunidad en vez de una calamidad.
Unas ostras, arroz con bogavante y una botella de buen vino blanco. Ese fue el menú de nuestra última comida unos días antes del cáncer. O quizá tú ya sabías y no quisiste arruinar la cita. Ramón, eres grande, pero ahora sé que tu peso no equilibra sino que siempre se va para un lado, el del bien.
Ramón, amigo, nos vemos en la Libertad, pero ya sabes, sin prisa.