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Renate, la 'herbonauta' de 81 años que lucha por digitalizar millones de plantas

Aldo Mas

Renate Sternagel escribe libros. Tiene 81 años y ha pasado gran parte de su vida acompañando por el lejano oriente a su marido, empleado del Goethe Institut. Es escritora y una apasionada de la historia.

Sus años vividos en Asia le han llevado a escribir, entre otros, un libro sobre el investigador, botánico y geólogo alemán Franz Wilhelm Junghuhn, un científico al que, según ella misma, era el “Alexander von Humboldt de Java”. Alude el mote a la gran figura germana de la ciencia del siglo XIX. De Sternagel es el libro Der Humboldt von Java: Leben und Werk des Naturforschers Franz Wilhelm Junghuhn (1809-1864), un volumen sobre la vida y obra de Junghuhn.

En virtud de trabajos como ese, Sternagel se define, ante todo, como una “apasionada de la historia colonial alemana”. Una pasión que la ha llevado en los últimos años por derroteros inesperados. Desde finales de 2017, Sternagel es también lo que se conoce aquí como una 'herbonauta', una figura que se mueve profesionalmente en una zona gris. Ella trabaja gratis junto a otros 'herbonautas' ayudando al Museo Botánico de Berlín completando fichas digitales de plantas que realiza dicha institución de la capital teutona, una institución afectada, aparentemente, por falta de medios.

El Museo Botánico de Berlín tiene que digitalizar cerca de 3 millones de fichas de plantas que hoy descansan en sus archivos. La idea de ese museo es adaptarse, por fin, a los tiempos de la digitalización. Los 'herbonautas' -hay un centenar de ellos- juegan un papel clave en esa labor. Sternagel tiene que completar fichas digitales a partir de las imágenes digitalizadas de las plantas secas que el museo pone a su disposición. En esas imágenes se observan plantas recogidas y secadas por científicos recolectores que estuvieron en activo el siglo pasado y el anterior.

Los datos que recogieron los científicos de las plantas -tales como la región del mundo donde se encontró el ejemplar o la fecha en la que se extrajo-, además del nombre del recolector, en la mayoría de ocasiones están escritos con letras cursivas que hoy día se hacen difíciles de leer. Por eso, entre otras cosas, es necesaria la intervención de la veterana Sternagel. Su saber hacer detectivesco le ayuda a descifrar estos documentos. Por su trabajo como escritora, ella sabe cómo lidiar con este tipo de material de archivo.

“Para la gente del museo, saber lo que hay escrito a mano en estas fichas es muy difícil. Y ahí somos nosotros los especialistas, porque los 'herbonautas' somos, casi todos, gente mayor, jubilados que podemos leer estas letras. Cuando no podemos leerlos, nos comunicamos entre nosotros para saber lo que pone”, explica Sternagel a eldiario.es.

Por e-mail y a través de un sistema de comunicación interno creado para los 'herbonautas', Sternagel se mantiene en contacto con el resto de “ciudadanos-investigadores” que participan en los proyectos que les sirve el Museo Botánico de Berlín. Lo habitual en el trabajo de Sternagel es que no sea evidente leer las fichas escritas. Sobre todo cuando están redactadas a mano por los científicos que tomaron las muestras de las plantas hace muchas décadas e incluso siglos. Las fichas más antiguas que Sternagel ha traducido datan de principios del siglo XIX. En total, Sternagel lleva incorporadas al archivo digital más de 3.000 fichas de plantas.

En el despacho de su casa, dotado de una austera mesa de madera sobre la que descansa un ordenador portátil, varios efectos personales y un aparato de radio adquirido en Japón a principios de los años 70, Sternagel descifra una de las fichas de uno de los científicos-recolectores. “Nombre de la planta: Dianthus arenarius. Origen: Finlandia. Región: Käkisalmi (Priozersk, Rusia). Fecha: Julio, 1915. Nombre del recolector: Sulo Cantel”, deja escrito esta mujer en la ficha virtual.

Además de descifrar esas informaciones, Sternagel se ocupa de determinar una geolocalización para la planta del archivo en cuestión. Tarda unos quince minutos en hacer ese trabajo para la primera ficha que muestra a eldiario.es. Al parecer ese cuarto de hora es poco tiempo, porque, según dice, ha estado mirando la ficha antes de abrir a este medio las puertas de su apartamento berlinés.

“Para mí, el trabajo de obtener la información es lo más interesante. Las plantas son más o menos bonitas, pero lo decisivo para mí es esa ficha en la que está la información a descifrar”, señala la veterana 'ciudadana-investigadora'. Ella también se muestra contenta por estar en contacto con el material de trabajo que utilizaron en su día los botánicos que trabajaron con la flora de las primeras colonias que tuvo el imperio colonial alemán a finales del siglo XIX, como fue, por ejemplo, la actual Papua Nueva Guinea.

Trabajo gratis al servicio del museo

Hasta su ordenador han llegado también fichas de plantas procedentes de lugares menos exóticos, como la andaluza Sierra Nevada. De allí salieron, por ejemplo, otras Dianthus lusitanicus fechadas a mediados del siglo XIX cuyas fichas –estas escritas a maquina– del Museo Botánico de Berlín acaban de ser digitalizadas gracias a Sternagel y los otros 'herbonautas'.

Sternagel dice que ella entró en el proyecto del Museo Botánico de Berlín motu proprio. “Quería saber más sobre la actividad de los botánicos de aquella época”, reconoce. Así, de algún modo, Sternagel sigue pendiente del tema que le hizo escribir su libro sobre Junghuhn, el Humboldt de Java.

Ahora bien, ella reconoce también que hace un trabajo gratis que bien pudiera estar remunerado. “A mí me da igual hacerlo, pero los responsables del museo reconocen que es un problema”, señala la 'herbonauta'. Al parecer, la iniciativa de contar con 'ciudadanos-científicos' no es nada nueva. Es decir que el Museo Botánico de Berlín no ha inventado nada: “Ciencia Ciudadana” se llama la tendencia que aprovecha el compromiso de gente como Sternagel.

En todo caso, ella se contenta con ampliar su sabiduría sobre cómo y dónde trabajaban los científicos a los que lleva dedicándoles tanto tiempo. El legado de biólogos, botánicos y hasta expertos en climatología se ve ahora beneficiados por su trabajo.

Entre otras cosas, la digitalización del herbario del Museo Botánico de Berlín sirve para conocer cómo fue la vida en el planeta y ver cómo ésta ha cambiado a través del calentamiento global. Si el trabajo que Sternagel y compañía hacen en favor de esa digitalización tiene un valor, alguien debería estar en deuda con los 'herbonautas'.