El año 1978 pasará a la historia como el año de los tres papas. El cónclave cardenalicio se vio condenado a un verano de humo tras la muerte de Pablo VI. Su sucesor –Albino Luciani– moriría poco después. La brevedad de su papado levantaría sospechas que, años más tarde, el director Francis Ford Coppola convirtió en certezas. Aparecerán en la última entrega de El Padrino.
Con el nuevo papa –de nombre secular Karol WojtyÅa– se empezaba a vislumbrar la llegada de una época difícil para las clases más desfavorecidas. No era casualidad. La religión católica, una vez más, no iba a perder la oportunidad de bendecir al verdugo. La Iglesia, como institución de hegemonía, bendecirá las políticas reaccionarias de Thatcher y Reagan. De esta manera, el nuevo papa WojtyÅa formará parte de la Santísima Trinidad que dominó la década de los ochenta. Poca gente se dio cuenta entonces de la gravedad de los tiempos que empezaban a oscurecer el horizonte del Estado de Bienestar.
Así andaban las cosas por el mundo en aquel verano de 1978, mientras en España todavía andábamos buscando nuestra memoria perdida. Nos la habían escondido en un lugar tan recóndito que tardaríamos mucho tiempo en recuperarla. Los mismos años que median desde aquel verano de humo hasta la primavera del año 2011, cuando nos dio por salir a la calle, dispuestos a rastrear incógnitas, buscando de qué preguntas era respuesta nuestro presente. Algunas veces, habíamos estado tan cerca de saberlo que ahora parece mentira que no nos diéramos cuenta de su proximidad. Una de esas veces tuvo fecha. Ocurrió el 22 de septiembre de 1978, cuando se celebró un concierto histórico en Madrid bautizado como “Rocktiembre”.
El festival tuvo lugar en la plaza de toros de Vista Alegre, en los Carabancheles. Iba a ser la primera vez que los melenudos gestionaban un concierto para recaudar fondos destinados al incipiente sindicato de músicos de Madrid. En el cartel del festival figuraban los grupos del llamado “Rrollo”, sí, con doble erre. Músicos con pelos largos y pinta jipiosa que habían formado conjuntos de nombre tan contundente como Topo, Coz, Cucharada o Leño. La conciencia de clase se expresaba con rabia en cada una de sus canciones, letras que iban desde la denuncia social de Cucharada al descaro de Rosendo, al frente de Leño, escupiendo verdades: “Es una mierda, este Madrid... que ni las ratas pueden vivir”. Por decirlo de manera política, los grupos del “Rrollo” mantenían una relación orgánica con la calle, con el barrio y con sus gentes. De ahí que cada uno de sus conciertos se llenase de público. Luego estaban los otros, los que poco o nada tienen que ver con la lucha social y que, más que apoyar el evento, lo utilizaron como trampolín para abrirse camino al otro lado de la trinchera, en el obsceno pasillo que lleva a los despachos ejecutivos de la administración de derechos de autor.
Juan Márquez –en aquel momento bajista del grupo Mad– acabaría trabajando para las editoras musicales multinacionales y, por decir no quede, Teddy Bautista ya andaba dentro del palacio de Longoria, abriéndose camino entre el viejo cónclave, dispuesto a ser lo más cercano a un ministro en las sombras bendecido por los partidos dinásticos. En resumidas cuentas, Teddy Bautista ya estaba acabado cuando subió al escenario de Vista Alegre para llenarlo todo con el hastío de sus teclas. Se puso a hacer música al estilo de Emerson, Lake&Palmer, pero sin Emerson, Lake&Palmer; no sé si me explico.
Hay quienes aseguran que fue Juan Márquez el que impulsó el concierto, aunque hay también gente que dice que fue Armando de Castro, guitarrista de Coz que luego formaría parte de una banda que pudo haber sido mucho más de lo fue, si no hubiese sido por él mismo. Sí. Barón Rojo. Pero de lo que no cabe la duda es de que Teddy Bautista movió los hilos y puso a disposición del evento toda la infraestructura necesaria para que arrancase. Luego estaba Vicente “Mariskal” Romero, activista de energía desbordada que consiguió dar forma de disco al concierto. Con el título “Nos va la marcha” saldría un doble vinilo, grabado en directo. También una película; la primera de rock español. En ella, no sólo podemos ver a los grupos actuar, sino también una entrevista a Teddy Bautista que resulta reveladora. Sus palabras anuncian la trayectoria de un hombre que va ser protagonista cultural de nuestra Transición. “Estas cosas cuando empiezan –dice Bautista en la película– no hay quien las pare. Hay cosas de este tipo que han empezado con menos posibilidades, e incluso han sido asimiladas por el sistema. A mí no me importa en absoluto que el sistema me asimile, siempre y cuando el sistema me permita crear con un mínimo de libertad”.
Décadas después de aparecer en el documental, Teddy perdería la libertad. También perdería la impunidad. Había caído. El día 3 de julio del año 2011, los periódicos daban la noticia en primera. Las fotografías reflejaban a un hombre con todo el aspecto de haber sido paseado por la tabla de un barco pirata. “Toda realidad que se ignora, prepara su venganza”, dejó dicho Ortega en uno de sus párrafos. Teddy Bautista había ignorado la sentencia del filósofo. No se la supo aplicar. Porque cuando una persona se deja asimilar por el sistema, se está dejando comprar por el sistema. No hay otra forma, y en el precio va incluida la fecha de la venganza. Esa es la realidad.
Siguiendo los movimientos de las piezas que componen el engranaje, no está de más observar que se dan casualidades que resultan muy sospechosas. Sin ir más lejos, la entrada en prisión de Teddy Bautista coincidió con el momento en que recuperamos la memoria. Porque durante el verano del 2011 tuvimos la certeza de que algo estaba cambiando. Con Teddy Bautista preso, se derrumbaba la hegemonía cultural de todos aquellos, y todas aquellas, que ostentaban el protagonismo del relato de la Transición. Ya no nos representaban, ni los políticos ni tampoco los que se entregaban al Capital en nombre de la izquierda, por mucho que llamasen a las puertas de La Muralla: “Pum, pum, quién es... una rosa y un clavel...abre la muralla”
El 15M y la entrada en prisión de Teddy Bautista fueron cosas que vinieron juntas. Pero nadie consiguió identificar ambos hechos. Desde el Canal Único de Información –por decirlo a la manera de Vázquez Montalbán– se dedicaron a poner banda sonora al cadáver político del hombre que, desde las sombras, movió los hilos de la música de nuestra Transición. Hubo unanimidad. La canción a elegir para tan significativo momento no era otra que la más conocida de los Canarios, la de Get on your knees baby and pray, pray, pray for your love; una canción vital y pegadiza con alma de soul y con un título que, trasladado al castellano, resulta castigador: “Ponte de rodillas”.
Sin duda alguna, hubiese quedado mejor un tema hastiado de los que Bautista tocó posteriormente, llevado por un complejo de Vivaldi rockero. Cualquiera de los temas que hizo en Vista Alegre para despedir aquel verano de humo, hubiese sido más adecuado. Ya puestos, qué mejor que el titulado: “Si no te ríes de tu propio culo acabarás tomándotelo en serio”.