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Rogelio López Cuenca, un artista de época contra el mercado del arte

Peio H. Riaño

20 de septiembre de 2022 23:04 h

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Hay entre los heraldos de la belleza una nueva alergia que les molesta hasta la asfixia: el artista de época. Así lo llaman. Se refieren al que rompe con la propaganda y ofrece un golpe de perspectiva a la comunidad en la que actúa. Es el típico artista que mira, analiza, reflexiona y, sobre todo, actúa. Son fontaneros que se dedican a desvelar los fallos del sistema que lo atascan para privilegiar a unos sobre la mayoría. Son artistas pero también documentos, porque levantan acta de lo que sucede a su alrededor y dejan testimonio de lo que nos pasa. Son figuras insoportables para estetas y especuladores del arte. No tienen ese 'pedigrí' que les libra de su época. Efectivamente, Rogelio López Cuenca es uno de esos insoportables y, después de cuatro décadas de trayectoria, el Ministerio de Cultura acaba de concederle el Premio Nacional de Artes Plásticas, agraciado con 30.000 euros.

¿Va a aceptar el premio y el dinero? “Ya me gustaría siquiera poder planteármelo y con esto ya tienes clara la situación de la inmensa mayoría de los trabajadores culturales”, explica al otro lado del teléfono una figura capital para entender la evolución histórica y artística del Estado español. Rogelio López Cuenca (Málaga, 1959) es un artista de época que se encontró por primera vez con las malas artes del sistema en la Expo 92. La organización retiró la instalación que la Sociedad Estatal le había encargado por un precio de cinco millones de pesetas. Había una veintena de señales, exactamente iguales que las de la Expo, pero alteradas. Incluían contenido políticos y poéticos sobre el espectáculo que estaba a punto de inaugurarse.

El proyecto formaba parte de una serie de 10 intervenciones artísticas, con otros como Anish Kapoor. Solo él fue censurado. Por tocar su época. El artista recuerda que nadie asumió la responsabilidad de la censura y se escudaron en la burocracia. Pero hicieron desaparecer la crítica. Entonces lo camuflaron con expresiones del tipo “inconveniencia económica”, dice. Otras veces le retiraban la obra de los catálogos para que no quedara constancia de lo ocurrido...

La directora de Es Baluard de Palma, Inma Prieto (Barcelona, 1976), reconoce que propuso en el último jurado del Premio Velázquez, dotado con 100.000 euros, a Rogelio. El galardón acabó en la cubana Tania Bruguera. “Es una de las mentes más privilegiadas del sector”, resume. “De una manera muy sutil su trabajo no te dice qué debes hacer, pero sí te señala lo que estamos aceptando y no funciona”, explica. Inma Prieto acaba de cerrar la última exposición de López Cuenca, titulada Las islas y realizada junto con Elo Vega. “Rogelio fuerza los significados creando nuevos significantes”, explica Prieto. Juntos también colaboraron en Barcelona, cuando ocupó espacios propios de la publicidad para lanzar sus mensajes.

“No tengo ninguna duda de pertenecer a un sitio y a un tiempo”, sostiene el propio artista para declararse “artista de época”. Aunque, eso sí, esa pertenencia “no tiene nada de esencialidad”. “Inequívocamente soy andaluz, pero puedo trabajar en Roma, Valparaíso, etc. y eso no me impide implicarme de una manera radical con el lugar en el que trabajo y la gente”, dice. Asume que, cuando se trata de producir una mercancía muy prestigiosa, capaz de atravesar las modas, existe esa necesidad de limpiar al artista. De dejarlo vacío, lleno de una nada que no lo comprometa. El pedigrí. “Es un añadido de capital simbólico que se traduce en capital contante y sonante, claro”, explica Rogelio López Cuenca.

La importancia del proyecto 'Sobrevivir a Picasso'

Otro de los artistas que lo han acompañado estos años es Daniel G Andújar (Almoradí, Valencia, 1966) y de López Cuenca subraya su incansable responsabilidad política y compromiso con las imágenes y su uso. Ambos son creadores de archivo. Artistas acumuladores. Explica que un trabajo muy importante en la trayectoria del galardonado es el que realizó en 2010, titulada Casi todo de Picasso. Formó parte del proyecto de investigación y creación artística titulado Sobrevivir a Picasso, a partir del fenómeno desencadenado por las autoridades de Málaga para atraer cruceros cargados de turistas. En 2019 pudimos verla en el Museo Nacional Reina Sofía, dentro de una retrospectiva que fue la más visitada aquel año en el centro.

“Fue un trabajo muy importante en su carrera porque denunciaba la picasización de Málaga, pero también cómo el mercado engulle la práctica artística”, apunta Andújar. “El peligro que corremos los artistas en ese proceso de mercantilización. Que la obra de arte desaparezca y que el valor sea el mito del genio. Rogelio pone un toque de atención sobre estos acentos, como el de Barcelona con Gaudí o México con Frida Kahlo”, dice. La apropiación del mercado insaciable. Por eso, cree que la pregunta que plantea este trabajo es: ¿cómo usa la ciudad la huella artística? Málaga no salió bien parada.

“Rogelio López Cuenca es el artista que pone al artista, a Picasso, como elemento gentrificador y creador de una marca publicitaria. Es decir, la instrumentalización de un artista para usos mercantilistas. Él vivía y trabajaba en Málaga y observa cómo su ciudad se transformaba. Para mí es un referente político. Además, en el Año Picasso es un artista a reivindicar por cómo pone en duda el papel del propio Picasso”, explica el artista Eugenio Merino (Madrid, 1975).

¿Para qué sirve la marca Picasso? “Es una marca insaciable. Es extraordinario. Tengo un inmenso archivo que cada día crece, porque cada mañana hago un recorrido por todos los periódicos y no falla: siempre hay una noticia de Picasso. Es la máxima ilusión de una marca, Picasso es el sueño húmedo de cualquier marca. La marca Picasso es eficaz de cualquier manera. Todo contribuye a la presencia de esa marca, incluso si nos reímos de ella. Le pasa lo mismo a Díaz Ayuso y le pasaba a Esperanza Aguirre”, señala López Cuenca.

No se atreven a llamarlo “antisistema” porque en su dilatada trayectoria de cuatro décadas ha creado y expuesto en los mejores museos del mundo. Antes de colgar Rogelio López Cuenca, artista de época, cuenta que es “inevitable” que el artista genere trabajo que se convierte en documentos que hablan y ayudan a entender su tiempo. “Que una obra sea capaz de atravesar el tiempo y reflejar las circunstancias cambiantes no es fácil”, sostiene.