Este blog se ocupará de las series más influyentes del momento, recomendará otras que pasan más desapercibidas y rastreará esas curiosidades que solo ocurren detrás de las cámaras.
'City on a Hill' y de cómo Kevin Bacon hizo posible el milagro de Boston
“We shall be a city upon a hill, the eyes of people are upon us”, dijo John Winthrop, gobernador de Massachussets, en 1630. Con esta frase lapidaria anunciaba su intención de que Boston, capital de su gobierno, fuera todo un ejemplo de rectitud para sus compatriotas, y la ciudad acabara conformándose como una amalgama de las virtudes de la nación. La colina sobre la que se asentaba Boston era tanto física como metafórica, o eso le gustaba pensar a Winthrop.
En 1992, sin embargo, la ciudad se hallaba muy lejos de este modelo de perfección, inseparable del puritanismo que siglos antes promulgaban los seguidores de Winthrop pero no muy distinto del que pretendían mantener las autoridades. Estas se encontraban desbordadas ante los terribles índices de criminalidad y la corrupción anidaba dentro de ellas, mientras el racismo era una constante y tipos como Decourcy Ward, dadas las circunstancias, lo tenían doblemente difícil.
Ward está interpretado por Aldis Hodge en City on a Hill, la nueva serie de Showtime que recrea esta época y esta ciudad, y viene de Brooklyn decidido a cambiar las cosas. Acaba de ser nombrado fiscal del distrito y su intención es lidiar con el crimen sin dejarse seducir por sus tentaciones, al tiempo que es víctima instantánea de los prejuicios de los habitantes, tanto por parte de lo que tiene que combatir como de sus propios compañeros.
City on a Hill da comienzo con la llegada de Ward a esa ciudad que Winthrop quiso erigir una vez como brújula moral, pero que en algún momento perdió el norte. En su cruzada cuenta con la ayuda de Jackie Rhor (a quien da vida Kevin Bacon), un agente del FBI que ya hace tiempo le dio la espalda a sus convicciones y es partícipe de esa misma corrupción que Ward quiere erradicar.
La relación entre ambos vertebra la trama de esta serie que ya está disponible en Movistar+, y aunque inicialmente pueda acoger ecos de una típica buddy movie, su peculiar naturaleza tiende unos puentes algo más sombríos. La naturaleza de los desacuerdos entre Ward y Rhor es más de índole ideológico —con una agreste solemnidad a lo True Detective— y, sobre todo, racial, al estilo de esa improbable pareja formada por Adam Driver y John David Washington en la reciente Infiltrado en el KKKlan.
Sus interacciones, por tanto, llenan a City on a Hill de electricidad estática, y sirven por sí solas para ejemplificar contradicciones más profundas. Las de la propia Boston, por ejemplo, que en la serie de Showtime es un personaje más y se debate entre la integridad de Ward, su creencia en que las cosas pueden cambiar, y el cinismo de Rhor, capaz de hacerle incurrir en los métodos menos ortodoxos para salir del paso.
No obstante, sabemos que hubo un final feliz. Que de entre toda esta podredumbre, al final asomó una luz, y en 1992 tuvo lugar el llamado milagro de Boston, cuando su criminalidad bajó drásticamente y los esfuerzos de Ward, Rhor y otros profesionales tuvieron su recompensa. Es lo que pretende explorar City on a Hill, basándose en una historia real de idealismo y violencia, y es lo que impulsó a sus responsables a ponerse de inmediato con el proyecto.
Los chicos han vuelto a la ciudad
Más allá de Kevin Bacon, el nombre que más destaca en los créditos de City on a Hill es el de Ben Affleck y Matt Damon. Ambos ejercen de productores de la ficción de Showtime, y no es de extrañar el interés que ambos han tenido en sacar adelante la serie. No sólo por la importancia que una historia así, inspiradora pero muy consciente de sus delicadas connotaciones sociales, puede aprehender hoy en día, sino por sus propias raíces.
Antes de City on a Hill, estos dos amigos ya trabajaron juntos escribiendo el guion de El indomable Will Hunting, libreto que les hizo ganar el Oscar en 1998. La historia de este film que también protagonizaron, en principio, no tiene mucho que ver con el argumento de City on a Hill, pero sí es común en ambas una intención de introducirse visceralmente en las calles de Boston, y reflejar los problemas de sus habitantes.
El crimen, en este sentido, era esbozado de puntillas, pero poseía un papel primordial en una película posterior dirigida por el mismo Affleck, la notable The Town. Que, no por casualidad, también estaba ambientada en Boston, y proponía un drama criminal donde personajes al límite se debatían entre el honor, el egoísmo y una profesionalidad extrema. La carrera de Affleck como director ha solido orbitar en torno a estas temáticas, y era cuestión de tiempo que reparara en la historia del milagro de Boston para querer tejer una nueva ficción policíaca circundada por la tragedia y el dolor.
Como las anteriores películas de Affleck, City on a Hill propone una narrativa eminentemente masculina, llena de hombres dudando, equivocándose y tratando de intimidar constantemente a otros hombres. Su aroma es inevitablemente añejo, pero la ansiedad que transmiten sus diálogos no puede ser más actual y estimulante, encontrando obviamente un tremendo apoyo en el duelo interpretativo que protagonizan Aldis Hodge y Kevin Bacon, este último con un personaje a su medida.
A través de Jackie Rhor, y de su estrepitoso contraste con el carácter del nuevo fiscal del distrito, City on a Hill va planteando su propio cuento moral, y no por previsible es menos estimulante. La lucha contra el crimen de Boston, aunque sepamos cómo acabará, se articula como un repaso de los peores instintos del ser humano, a caballo entre el poder, el vicio y la dignidad cada vez más difuminada.
Una lucha que representa perfectamente el rostro de Kevin Bacon, enfrentándose a ese recién llegado al que sabe en lo más profundo que debería tomar como referente pero sólo es capaz de ver ahora mismo como un soso, un ingenuo, un aguafiestas. City on a Hill representa acertadamente esa lucha entre lo correcto y lo que es fácil, y sólo una vez que personas como Jackie Rhor puedan decidirse, podrá tener lugar el verdadero milagro.
“We shall be a city upon a hill, the eyes of people are upon us”, dijo John Winthrop, gobernador de Massachussets, en 1630. Con esta frase lapidaria anunciaba su intención de que Boston, capital de su gobierno, fuera todo un ejemplo de rectitud para sus compatriotas, y la ciudad acabara conformándose como una amalgama de las virtudes de la nación. La colina sobre la que se asentaba Boston era tanto física como metafórica, o eso le gustaba pensar a Winthrop.
En 1992, sin embargo, la ciudad se hallaba muy lejos de este modelo de perfección, inseparable del puritanismo que siglos antes promulgaban los seguidores de Winthrop pero no muy distinto del que pretendían mantener las autoridades. Estas se encontraban desbordadas ante los terribles índices de criminalidad y la corrupción anidaba dentro de ellas, mientras el racismo era una constante y tipos como Decourcy Ward, dadas las circunstancias, lo tenían doblemente difícil.