Este blog se ocupará de las series más influyentes del momento, recomendará otras que pasan más desapercibidas y rastreará esas curiosidades que solo ocurren detrás de las cámaras.
'El día de mañana', historias de amor y 'thriller' en la Barcelona de los 60
Cuando Justo llamó a su puerta, un día de 1965, Martín estaba sacando lustro a sus zapatos y escuchando en la radio un especial sobre el nuevo asalto de Conchita Bautista por conquistar Eurovisión. No sospechaba nada de lo que iba a pasar pues, hasta entonces, su vida era bastante tranquila: trabajaba en una barbería, sacaba a su familia adelante e intentaba no meterse en problemas.
Aquella mañana, Martín no reconoció a su primo, que le esperaba en el rellano de la escalera sosteniendo a su enferma madre en brazos. Pero le invitó a pasar y esa visita fortuita se convirtió en estancia de dos meses en los que el joven inquieto hizo absolutamente de todo para curar a su madre. Desde vender máquinas de escribir hasta dejarse seducir por sectas religiosas. Ese día cambió la vida de Martín y, posiblemente, la de todos los que conocieron a Justo Gil.
Así arranca El día de mañana, la nueva serie original de Movistar+ que llega a la plataforma el próximo 22 de junio con Mariano Barroso tras la dirección. Oriol Pla se encarga de dar vida a Justo: un joven, como muchos otros, ambicioso, avispado y hambriento de futuro que se verá envuelto en una trama de espionaje como confidente de la Brigada Social, la policía política del régimen. Él, sin embargo, sólo quería prosperar y vivir en un mundo mejor que el de sus padres.
En uno de sus múltiples trabajos temporales, casi por casualidad, Justo conocerá a Carme Román -a quien da vida Aura Garrido-, una joven huérfana que vive y trabaja en la imprenta de su tío. También conocerá a Mateo Moreno -Jesús Carroza excelente alejado de su registro habitual-, un policía de la Brigada Social que le meterá en problemas.
Los tres construirán un triángulo de relaciones que les llevará a tratar con empresarios, jóvenes juerguistas de la gauche divine, policías corruptos, estudiantes rebeldes o miembros de la resistencia antifranquista. Los tres, en definitiva, son distintas caras de una España en ebullición.
El día de mañana se nos presenta, en sus primeros compases, como un relato de estafas y engaños pero sin que nos demos cuenta se torna thriller de espionaje de época. También parece narrar una historia de amor de corte clásico, pero pronto se descubre como inteligente mirada a la cara oculta de las relaciones aparentemente fruto del destino. La nueva serie de Movistar + es un relato que se retuerce sobre sí mismo para descolocar y desarmar de prejuicios al espectador. Un retrato generacional que intenta captar el espíritu de cambio y la ambición de mejora de la juventud de los sesenta y setenta españolas.
No en vano, se basa en la novela homónima de Ignacio Martínez de Pisón. Un escritor cuya prosa siempre ha tenido las palabras en la literatura y los actos en el cine. Suyo fue el guion Carreteras secundarias, adaptación de su propio best-seller que dirigió Emilio Martínez-Lázaro. Sin proponérselo, Lázaro construyó una de las road movies más emblemáticas de la historia del cine español: la historia de un padre y un hijo que se ven forzados a reencontrarse ante la ausencia de una madre y una esposa. Pocos años después, aquella novela tuvo otra adaptación, esta vez francesa y llamada Chemins de traverse. El novelista, además, escribió también el guion de Las trece rosas, y el de aquella magnífica historia de amor cubano llamada Chico & Rita, de Fernando Trueba.
Un caleidoscopio de voces
Por si fuese poco, el texto resulta irle como anillo al dedo a un realizador como Mariano Barroso. El director ya trabajó la ambición y sus peligros en Éxtasis, experimentó con los engranajes del thriller y el engaño con Los lobos de Washington, y el retrato histórico en Hormigas en la boca. Y aquí, además, vuelve sobre la narración estructurada en distintas voces como hizo con la serie y después película Todas las mujeres.
El día de mañana, pues, no tiene una narrativa habitual, se construye a partir de los testimonios de quienes conocieron a Justo Gil. Sus voces y declaraciones, sus opiniones, se vierten sobre un relato polifónico que nos advierte de la imposibilidad de conocer la realidad de unos hechos de los que solo somos testigos, no partícipes.
Una especie de Rashomon situado en la España de la dictadura cuyas historias conforman una visión caleidoscópica de un país y un hombre, Justo Gil. Más que una persona, un enigma complejo que vale pena probar a resolver.
“Se llama Justo Gil. Trabajaba para los hermanos Bofill pero nadie sabe dónde vive. Ni de dónde viene. Ni a dónde va”, dirá el personaje de Aura Garrido en el primer episodio. “¿Qué es, un fantasma?”, les preguntará el policía Mateo Moreno, “Me encantan las historias de fantasmas”.
Cuando Justo llamó a su puerta, un día de 1965, Martín estaba sacando lustro a sus zapatos y escuchando en la radio un especial sobre el nuevo asalto de Conchita Bautista por conquistar Eurovisión. No sospechaba nada de lo que iba a pasar pues, hasta entonces, su vida era bastante tranquila: trabajaba en una barbería, sacaba a su familia adelante e intentaba no meterse en problemas.
Aquella mañana, Martín no reconoció a su primo, que le esperaba en el rellano de la escalera sosteniendo a su enferma madre en brazos. Pero le invitó a pasar y esa visita fortuita se convirtió en estancia de dos meses en los que el joven inquieto hizo absolutamente de todo para curar a su madre. Desde vender máquinas de escribir hasta dejarse seducir por sectas religiosas. Ese día cambió la vida de Martín y, posiblemente, la de todos los que conocieron a Justo Gil.