Este blog se ocupará de las series más influyentes del momento, recomendará otras que pasan más desapercibidas y rastreará esas curiosidades que solo ocurren detrás de las cámaras.
Shonda Rhimes, la reina del 'Scandal'
La etapa de efervescencia que viven las series hay que atribuírsela en parte al poder que han ganado los showrunners. Son esos creadores que ponen en marcha un proyecto y se encargan, sobre todo en sus primeras etapas, de hacerlo crecer. Muchas veces, su presencia detrás de las cámaras es mucho más importante que los actores que dan la cara, para que una parte de la audiencia se decida darle una oportunidad a una serie antes de haber visto un solo minuto. Ahí están Vince Gilligan (Breaking Bad), Terence Winter (Broadwalk Empire), Matthew Weiner (Mad Men), David Benioff y Dan Weiss (Juego de Tronos), Robert y Michelle King (The Good Wife)…. y Shonda Rhimes, que puede que no goce del sello de 'calidad' que acompaña a las series de los anteriores pero sí que puede presumir de ser una garantía de audiencia millonaria.
Prueba de ello es que la cadena ABC le ha confiado este año la noche de los jueves emitiendo en bloque tres series que llevan su firma y le ha confiado otra, una comedia romántica, para la temporada que viene. Shonda Rhimes es especialista en historias con giros inesperados y locos, ideales para comentar en las redes sociales al mismo tiempo que se ve el capítulo y de los que se sigue hablando al día siguiente con amigos y compañeros de trabajo. La audiencia está rendida a sus pies, los Emmy la apoyan con nominaciones (casi siempre polémicas) y la crítica no oculta su fascinación por esta reina del 'placer culpable' que ha edificado un imperio televisivo llamado Shondaland.
Lo suyo fue llegar y triunfar. En 2004 alumbró Anatomía de Grey (Fox Life), cuando la audiencia ya estaba empezando a experimentar la fiebre de Perdidos y la heredera médica de Urgencias parecía que se iba a llamar House. Protagonista femenina, reparto coral, inicios y finales de temporada explosivos, líos sentimentales mezclados con casos médicos autoconclusivos y carta blanca para cualquier giro de guion que mantuviera enganchada a la audiencia. Una fórmula que tuvo un spin-off de éxito moderado (Private Practice) y que ha permitido que Anatomía de Grey haya cumplido 11 temporadas en antena y tenga cuerda para rato.
Con Anatomía de Grey y Private Practice en el apogeo de su popularidad, lo intentó con Off the map, otro drama médico situado en medio de la selva brasileña, que no pasó de la primera temporada y que de momento es la única mancha de su expediente. Su siguiente serie fue Scandal (Fox Life) un drama de corte político que no lo tuvo fácil en su primera temporada para conseguir la renovación (debutó con solo 8 episodios y una audiencia modesta en EE UU). La segunda temporada ya fue otra historia: Olivia Pope y su romance con el presidente de los Estados Unidos, el recurso narrativo de quemar tramas a una velocidad vertiginosa, muertes y una colección de protagonistas sin escrúpulos y villanos de culebrón la han convertido en una de esas series donde el factor enganche es lo más importante. Los análisis sesudos quedan reservados para otras.
El dúo que formaban Anatomía de Grey y Scandal se ha convertido esta temporada en un trío con la llevada de How to get away with murder, una serie que en España se podrá ver en AXN a partir del 27 de noviembre bajo el título de Cómo defender a un asesino. Sus protagonistas son una abogada, también profesora universitaria, y su séquito de discípulos pero la fórmula es más o menos la misma: que los espectadores acaben con síndrome de abstinencia después de cada capítulo.
La etapa de efervescencia que viven las series hay que atribuírsela en parte al poder que han ganado los showrunners. Son esos creadores que ponen en marcha un proyecto y se encargan, sobre todo en sus primeras etapas, de hacerlo crecer. Muchas veces, su presencia detrás de las cámaras es mucho más importante que los actores que dan la cara, para que una parte de la audiencia se decida darle una oportunidad a una serie antes de haber visto un solo minuto. Ahí están Vince Gilligan (Breaking Bad), Terence Winter (Broadwalk Empire), Matthew Weiner (Mad Men), David Benioff y Dan Weiss (Juego de Tronos), Robert y Michelle King (The Good Wife)…. y Shonda Rhimes, que puede que no goce del sello de 'calidad' que acompaña a las series de los anteriores pero sí que puede presumir de ser una garantía de audiencia millonaria.
Prueba de ello es que la cadena ABC le ha confiado este año la noche de los jueves emitiendo en bloque tres series que llevan su firma y le ha confiado otra, una comedia romántica, para la temporada que viene. Shonda Rhimes es especialista en historias con giros inesperados y locos, ideales para comentar en las redes sociales al mismo tiempo que se ve el capítulo y de los que se sigue hablando al día siguiente con amigos y compañeros de trabajo. La audiencia está rendida a sus pies, los Emmy la apoyan con nominaciones (casi siempre polémicas) y la crítica no oculta su fascinación por esta reina del 'placer culpable' que ha edificado un imperio televisivo llamado Shondaland.