Este blog se ocupará de las series más influyentes del momento, recomendará otras que pasan más desapercibidas y rastreará esas curiosidades que solo ocurren detrás de las cámaras.
'The Good Fight' temporada 3: es la hora de unirse a la lucha
Hace no demasiado tiempo, The Good Wife fue uno de los buques insignia más celebrados de la CBS. Un lustro en antena, siete temporadas y 156 episodios convirtieron a Alicia Florrick -una tremenda Julianna Margulies-, en un personaje absolutamente icónico del acervo moderno de la cultura pop. Pero nadie nos había preparado para The Good Fight.
Lo que nació siendo un spin-off que seguía el devenir de las excelentes Christine Baranski y Cush Jumbo un año después de los sucesos que terminaron con la original, se ha convertido en una joya del panorama seriéfilo. Una serie mordazmente escrita, narrada con nervio e interpretada con elegancia. Pero, sobre todo, una mirada absolutamente perspicaz a la actualidad política norteamericana contemporánea.
The Good Fight parecía querer seguir los pasos de su predecesora, pero actualmente es algo radicalmente distinto y estimulante. Es un espejo deformado de la realidad, tan inteligente como sus personajes y tan eficaz en sus lecturas diplomáticas como el mejor cine social. Una rareza cuya nueva temporada no escatima en ingenio: sabe tomarle el pulso a los debates más acuciantes de la nación más poderosa del mundo.
Se acabó la calma, llega la tormenta
A finales del 2017, cuando llevaba casi un año en la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump afirmó que su gobierno estaba preparado para lo que iba a venir y que todo lo que habían vivido hasta entonces era “la calma antes de la tormenta”:
Pues bien, ahora los creadores de The Good Fight, Michelle y Robert King, afirman sin pelos en la lengua que “esta temporada trata de descubrir qué es esa tormenta”, aludiendo a que lo que hemos vivido en las dos temporadas anteriores no era más que la calma tensa. El huracán político está por llegar y las consecuencias del mismo son absolutamente impredecibles: “Esto involucra muchas ideas acerca de cómo esta narrativa influye en los hechos en la actualidad”, ha afirmado el matrimonio de guionistas y showrunners.
En los nuevos episodios, Diane Lockhart -la genial Christine Baranski- se esfuerza por estar a la altura de unas circunstancias cada vez más confusas y una realidad cada vez más acelerada. Ahora tiene que descubrir si es capaz de oponer resistencia a un gobierno desbocado sin perder la cabeza y sin que repercuta en su vida personal.
Mientras, Adrian Boseman -Delroy Lindo- y Liz Reddick-Lawrence -una cada vez más eficaz Audra McDonald- tratan de adaptarse a un nuevo mundo donde la frontera entre la mentira y la verdad es indistinguible. Una en la que reina la posverdad y en la que el abogado que cuenta la mejor historia -el triunfo legal del marketing de storytelling- le enmienda la plana al que aporta la veracidad de los hechos.
Al mismo tiempo, Lucca Quinn -Cush Jumbo- afronta los prejuicios que acarrea su papel como mujer abogada, afroamericana y ahora también madre soltera. Y Maia Rindell -Rose Leslie-, se topa con un nuevo rival llamado Roland Bum -interpretado por el fichaje más brillante de esta temporada, el británico Michael Sheen-, un cruel pero inteligente abogado que encarna la corrupción en persona y ha llegado para poner patas arriba el bufete.
The Good Fight ha superado con creces su condición de spin-off y se ha configurado, paso a paso, como una serie judicial y abiertamente política de la más alta calidad. Y en esta tercera temporada, está dispuesta a llevar hasta sus últimas consecuencias lo que hasta ahora eran tanteos del debate en las calles y en los tribunales. Es una serie feminista, comprometida con el cambio y abiertamente crítica con la presidencia de Trump.
Pero que no nos ciegue su condición de serie de abogados de rabiosa actualidad -tanto que los King han escrito varios guiones para rodar escenas según se tomen decisiones políticas en la Casa Blanca-. Su mayor compromiso sigue siendo para con un espectador al que ya conocen y con el que ahora debaten sobre una realidad social y cultural compleja. Y lo hacen de tú a tú, elevando el debate con un aliento satírico absolutamente único.
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