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Zombis por obra y gracia del arte digital

El cine y ahora más que nunca la televisión se las ingenian para engañar al ojo del espectador. De otra forma no sería posible convertir los ya espectaculares paisajes de Islandia o Irlanda del Norte en las Tierras más allá del Muro de Juego de Tronos o que los responsables de The Walking Dead tuvieran que utilizar menos kilos de vísceras (falsas) para montar los festines zombis que Rick y compañía procurar evitar.

El año pasado Gravity revolucionó la forma de rodar en cine para que los espectadores sintieran la misma angustia que el personaje de Sandra Bullock. Las series, que tiene que adaptarse a las características propias y los presupuestos de la televisión, siguen esforzándose por quitarse, a base de efectos especiales, ese complejo de ser la hermana pobre y quedarse mejor con el título hermana pequeña.

Hay buenos efectos y malos efectos, efectos que pasan desapercibidos y otros tan mal disimulados que terminan siendo casi entrañables, como pasa en Érase una vez o Revenge y sus respectivos chromazos. Y es que a pesar del peligro de sus excesos, la técnica más utilizada es chroma key: obliga a los actores a hacer una esfuerzo doble de imaginación rodando delante de una pantalla verde o azul pero es imprescindible para recrear los escenarios históricos de Boardwalk Empire...

... o los territorios imaginarios de Poniente en Juego de Tronos. La serie de HBO es una de las pocas que se puede permitir rodar en espectaculares localizaciones reales, pero para reproducir el Muro, Desembarco del Rey o hacer más terribles a los dragones de la Khaleesi no le queda más remedio que poner a trabajar a los ordenadores.

Lo mismo le pasa a The Walking Dead, que con efectos especiales transforma escenarios reales de Atlanta y alrededores en un campo de batalla post-apocaliptico o los que consiguieron que pareciera que Jack Bauer corría por algunos de los lugares más reconocibles de Nueva York en la octava temporada de 24.

En su momento, otras series comenzaron a despuntar precisamente por su uso pionero de efectos creados por ordenador. El capítulo piloto de Perdidos sigue siendo uno de los más caros de la historia de la televisión por estrellar un avión en una isla de Hawaii y lo mismo pasó en Heroes, John Adams o The Pacific.

En las series españolas también se está generalizando el uso de estas técnicas, dejando de lado los decorados efímeros. Ha sido revolucionario como El Príncipe ha reconstruido el barrio de Ceuta que le da nombre en un estudio de Madrid o como Velvet ha recreado el Madrid de los años 50. En Victor Ros (disponible en Movistar TV) han retrocedido más de 100 años hasta el Madrid de finales del siglo XIX.

El cine y ahora más que nunca la televisión se las ingenian para engañar al ojo del espectador. De otra forma no sería posible convertir los ya espectaculares paisajes de Islandia o Irlanda del Norte en las Tierras más allá del Muro de Juego de Tronos o que los responsables de The Walking Dead tuvieran que utilizar menos kilos de vísceras (falsas) para montar los festines zombis que Rick y compañía procurar evitar.

El año pasado Gravity revolucionó la forma de rodar en cine para que los espectadores sintieran la misma angustia que el personaje de Sandra Bullock. Las series, que tiene que adaptarse a las características propias y los presupuestos de la televisión, siguen esforzándose por quitarse, a base de efectos especiales, ese complejo de ser la hermana pobre y quedarse mejor con el título hermana pequeña.