El escritor Javier Cercas, el director de la pieza Àlex Rigola y el nuevo director del Teatro de la Abadía, el dramaturgo Juan Mayorga, han presentado este viernes 23F. Anatomía de un instante, obra que se estrenará el próximo día 23 de febrero coincidiendo así con el aniversario del golpe militar.
Rigola es adicto a los retos teatrales. Valga como ejemplo su osadía de llevar a escena el libro póstumo de Roberto Bolaño, 2666. Ahora se ha enfrentado a realizar la versión teatral del libro que publicase Javier Cercas en el 2009, una panóptica detallada sobre todo lo que pasó en aquel día, el día en que todas las miradas se posaron en el Congreso de los Diputados. “Me interesó la manera en que Cercas comienza desde un pequeño detalle, desde un fotograma y se va separando de él, tomando distancia y como, a través de su mirada y de una recopilación periodística exhaustiva, nos va desentrañando lo que pasó en ese día y lo que significó ese periodo apasionante que llamamos transición democrática”, explica Rigola.
En la obra, Àlex Rigola cuenta con uno de los grandes actores catalanes, Pep Cruz, y con Eduald Font, Miranda Gas y Roser Vilasojana, actores que van desgranando ese día a quien Cercas le gusta llamar “nuestro asesinato de Kennedy”. “El 23F es el mito fundacional de la democracia española. Cada español tiene su propia versión de lo que pasó ese día, todo el que tiene edad sabe dónde estaba cuando pasó. Es lo que tienen los mitos, están llenos de verdades y de mentiras. Y eso es lo que me encontré cuando abordé el proyecto, muchas mentiras que el libro intenta ir quitando”, explicó Cercas sobre esta “novela sin ficción”, como él la denomina.
Quiso Cercas apuntar también que, al principio, cuando Rigola le propuso la adaptación teatral, y aun habiendo ya pasado por la adaptación teatral de otro de sus libros (Soldados de Salamina que dirigió Joan Ollé en el 2007), el proyecto le pareció “una locura”. “Pero me hizo especial ilusión porque creo que de las mejores cosas que he visto en el teatro en los últimos años han venido de la mano de Rigola. Tiene algo que creo que es fundamental en el arte: se la juega siempre. Si te la juegas te la puedes pegar, pero es fundamental que ese riesgo exista”, añadió sobre este creador que lleva más de veinte años trabajando con asiduidad en la Abadía, recientemente con un desafiante montaje de la difícil obra de Lorca, El público.
Barcenas de Alberto San Juan, Atocha el revés de la luz de Javier Durán sobre los asesinatos de los abogados laboralistas en 1977, o La mirada del otro de Chani Martín sobre los encuentros entre víctimas de ETA y presos de la banda terrorista, son algunos ejemplos del arraigo en los últimos años del teatro documental y político que ideara el alemán Erwin Piscator a principios del siglo XX. “A veces, lo mejor que puedes hacer es retirarte y dar paso a la palabra narrada. No me hubiera metido en el genero del teatro documental, que nunca había abordado, sino llega a ser por la mirada de Cercas y porque creo que hay ciertos microrrelatos en el libro que contenían una tensión dramática muy teatral. La obra se centra en la narración, los actores narran en tercera persona los hechos, a veces tiene tintes de cine negro pero también surge la amistad, el amor... Y en ella van surgiendo sus protagonistas, Suárez, Carrillo, Sabino, el propio rey Juan Carlos”, apunta Rigola sobre este montaje para el que ha realizado una fiel adaptación del libro. Adaptación que trata de, por un lado, contener en hora y veinte minutos la complejidad del 23F y, por otro, dar a la narración un tratamiento oral, escénico, que pueda enganchar al público.
El papel del Rey
En el montaje no faltan, eso sí, los toques de este director de escena: un rey convertido en muñeco, luces fiesteras o escenas en que los actores celebran vestidos con pijamas de colores. Aun así, la pieza es sobria, no se utiliza el vídeo, tan solo se apoyan en fotogramas de la época y en un archivo sonoro de un joven Iñaki Gabilondo viendo salir a Alfonso Armada del Congreso. Lo importante es el relato, comprender todo lo que había en juego ese día donde confluyeron tanta historia y tanta testosterona. “Entender también porqué todos los diputados, menos tres, se esconden en sus escaños, entender porqué las plazas aquel día, las universidades, estaban vacías. ¿Quién defendía ese día la democracia? ¿Qué haríamos nosotros en esa situación? Yo probablemente, viendo a ese ejército que tan solo seis años antes era el que ejecutaba penas de muerte, también me hubiera escondido”, reflexiona.
La actuación del Rey en el 23F le dio un prestigio nacional e internacional enorme. Hasta poetas bosnios escribieron poemas al rey de España. Eso lo blindó por completo y provocó que la prensa española no hiciera su trabajo. Aquello fue un inmenso error
Posiblemente, cuando Cercas publicó su libro la figura del Rey fue la más controvertida, no era retratado el monarca como salvador y sí cómo corresponsable de que aquellos militares se alzasen en su nombre. “En 2009 este libro fue leído como antisistema y antimonárquico, hoy se lee de la manera contraria, como justificación de la actuación del rey Juan Carlos. Ambas lecturas son estúpidas, pero también denotan lo que ha cambiado este país. La figura del Rey en la Transición española, cómo consigue viniendo de Franco instaurar la democracia que tenemos hoy en día, sin violencia, su actuación en el 23F... le dieron un prestigio nacional e internacional enorme. Hasta poetas bosnios escribieron poemas al rey de España. Eso lo blindó por completo y provocó que la prensa española no hiciera su trabajo. Aquello fue un inmenso error. Ese blindaje, como hoy es constatable, ha sido malo para todos, para la democracia, para el propio Rey y para la Monarquía”, reflexiona Cercas. Rigola, al final de la obra pregunta, en escena si el propio rey emérito debería recoger ese guante que la transición nos sigue ofreciendo hoy, el de la renuncia. “Ese es otro de los temas de esta obra que me interesan, ver esa época en el que todos renunciaron para poder avanzar y convivir, algo que hoy en un panorama político tan extremado no existe”, razona Rigola.
Mayorga también se estrena
Este ha sido el primer acto oficial al que asiste Juan Mayorga como nuevo director del teatro, nombrado hace quince días, y sobre el que sobrevolaba la pregunta de qué rumbo tomará este espacio que, desde que se fundó en 1995, ha tenido un papel principal en el devenir del teatro nacional. Juan Mayorga declinó hacer ninguna valoración sobre su nombramiento y las nuevas líneas de programación que quiere implantar en la Abadía. “Me vais a permitir que hoy no responda, no quiero quitar protagonismo al gran trabajo de Rigola y Cercas que llega hoy a la Abadía”, dijo. “Soy consciente del reto, hoy tan solo puedo decir que estoy ilusionado y que haré todo lo posible para que la gente diga: 'quiero ir a la Abadía', eso es lo que realmente me gustaría conseguir”, explicó un Mayorga que tampoco quiso responder si, al igual que los antiguos directores de la Abadía, José Luis Gómez y Carlos Aladro, dirigirá espectáculos durante su mandato. “Buscaremos la acción, la emoción, la poesía y el pensamiento. Y sí, claro, estaremos atentos a la nueva dramaturgia española y las nuevas escrituras escénicas en Latinoamérica”, zanjó este dramaturgo que tiene en el chileno Marco Antonio de la Parra a uno de sus maestros.
Al final de la presentación a la prensa de este montaje, se le preguntó a Àlex Rigola por algún consejo que pudiera dar a Mayorga en su nueva andadura. Rigola, además de ser director de teatro, ha sustentado cargos relevantes en la gestión cultural tales como la dirección del Teatro Lliure y los Teatros del Canal, de donde dimitió tras el referéndum en Cataluña del 1 de octubre del 2017 con un texto que decía: “Igual que las detenciones del 20 de septiembre me hicieron ir a votar, la brutal violencia ejercida el pasado domingo 1 de octubre a los ciudadanos catalanes, ordenada por el mismo partido que gobierna la Comunidad de Madrid y la defensa de estos hechos, hacen que haya presentado mi dimisión como director artístico de los Teatros del Canal al Consejero de Cultura”.
Su mensaje a Juan Mayorga fue: “Le aconsejo estar muy abierto. Si algo tiene el teatro es que es movimiento y presente. Ahora Juan necesita un tiempo de análisis y reflexión. Cuando yo entré en el Lliure tampoco tenía experiencia en dirigir un teatro y me costó analizar y detectar lo que había que hacer. Juan tiene un bagaje de vida que yo no tenía, eso cuenta a su favor. También le aconsejo saber modificar los caminos que uno se marca. Una cosa es la teoría y otro la práctica. Hay que saber adaptar el camino que uno se traza y al mismo tiempo atender a los artistas y autores del territorio y cubrir las necesidades que se tienen tanto a nivel de barrio, de la Comunidad de Madrid y del Estado”.