Una trabajadora, una camarera de piso, le pide a otra que le haga una foto. Se ha vestido especialmente para ir al teatro, al igual que sus compañeras. Acaban de ver el estreno de la obra As que limpan, de la compañía gallega A Panadaría en el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional. Una farsa hilarante y al mismo tiempo reivindicativa de la situación de explotación laboral que sufre este sector. Y esta trabajadora, esta kelly, está feliz, orgullosa, y le pide a su compañera que le haga una foto con el cartel de la obra de fondo. Al final acabarán todas haciéndose fotos. Las kellys, como las conocemos desde que en 2016 se unieron a nivel nacional y comenzaron a visibilizar su lucha, son la gran metáfora de este país, en el que más del 10% de su PIB proviene del turismo, un país que sigue adoleciendo de una brecha de género abismal; y un país que, en definitiva, sigue viendo normal que más del 99% de las limpiadoras sean mujeres.
Contra todo esto arremete esta compañía gallega cargada con un teatro bufo, popular, feminista y artesanal. Un teatro que toma decisiones: escenografía mínima, cuatro objetos en escena a los que sacarles todo el jugo posible, ni un sonido grabado, un equipo totalmente integrado por mujeres, y acidez en mismas dosis que humor. Llegan al Centro Dramático Nacional (CDN) con su cuarto trabajo. Con el anterior, Elisa y Marcela, hicieron 230 funciones. Todo indica que con As que limpan están en la misma línea, pues ya tienen 40 plazas cerradas. Ellas son Areta Bolado, Noelia Castro y Ailén Kendelman. Son de Mos, de O Porriño, pueblos de la provincia de Pontevedra. Ailén es argentina, con diez años vino desde Buenos Aires haciendo el viaje de vuelta que iniciaron sus abuelos gallegos al emigrar en los años cincuenta. Y es que Pontevedra se está convirtiendo poco a poco en el epicentro teatral gallego que antes fuera Santiago de Compostela. Y A Panadaría representa ese teatro popular y militante, cutre aposta en la factura y poderoso en comunicación, que es tradición en Galicia.
Aunque sea en la sala pequeña, estáis en el Centro Dramático Nacional ¿Os lo imaginábais hace unos años?
Noelia: Empezamos trabajando en bares y seguimos fantaseando con volver a esa gran escuela. Venimos de ahí, lo tenemos claro.
¿Cómo fue que os llamaron?
Areta: La anterior pieza la habíamos coproducido con el Centro Dramático Galego. Fue un momento en que estaba dirigiendo el CDGA Fefa Noia (hoy subdirectora del CDN). Fefa nos conocía y, a partir de ahí, suponemos, nos llegó la invitación. Estábamos con Elisa y Marcela en el Teatro del Barrio. Nos vinieron a ver y nos invitaron, todavía no sabíamos qué obra íbamos a hacer. Era antes de la pandemia, en enero de 2020.
Sois el quinto montaje que llega desde Galicia al CDN esta temporada (antes pasaron Marta Pazos, Chévere, Matarile y Pablo Fidalgo). Pero sorprende que habéis mantenido una producción con muy pocos medios, con una escenografía mínima, ¿por qué?
Ailén: Tenemos un lenguaje teatral que es pobre en recursos. No tenemos grandes escenografías en ningún espectáculo. Quizá es este en el que más tenemos. Esto para nosotros es una superproducción (se ríen). Hablando en serio, lo que sí hemos podido hacer es una inversión en el proceso, en el equipo artístico y en tener más tiempo para crear. Hemos podido ensayar durante más de dos meses seguidos y tener un proceso de investigación de más de un año. Es verdad que la gente nos decía: “Aprovechad ahora que estáis en el CDN”. Como si cuando tienes medios todo se tenga que ir a vestuario y escenografía. Es impresionante.
Areta: Y además es parte de nuestra estética, dejar espacio para la imaginación del público. Si en escena ya tienes la casa hecha no hay mucho hueco para imaginársela. Del modo que trabajamos el espectador tiene que imaginar el hotel, los pasillos, la parte del balneario. Nos gusta que el espectador complete.
¿Cómo fue el proceso?
Ailén: Una vez que decidimos trabajar sobre la mujer y la limpieza tuvimos que concretar porque el tema es vastísimo. Al final, nos centramos en la limpieza en los hoteles e hicimos una pieza de treinta minutos que le mostramos a diferentes artistas: la escritora Eva Mejuto, la escenógrafa María Rojas, la dramaturga Paula Carballeira o la actriz Alba Blanco.
Todo mujeres.
Areta: Trabajamos con equipos íntegros de mujeres siempre. Queremos visibilizar el trabajo de las mujeres, sobre todo en las áreas técnicas en la que hay tanta ausencia de referentes. Recuerdo que en Panamericana, nuestro segundo montaje, necesitábamos formación en magia y preguntábamos y preguntábamos y todo el mundo solo nos daban nombres de magos y más magos. Al final hubo que seguir buscando hasta que encontramos una maga estupenda, pero que no actuaba.
Noelia: Pero ahora ya actúa y bien que lo hace. Vio que unas mindundis hacían magia de mala manera en el escenario y se creció (risas). Para este espectáculo también hicimos una formación en economía para poder entender y profundizar en por qué los trabajos están precarizados, la brecha de género, turismo, ecologismo, economía feminista…
Ailén: Y luego muchas entrevistas con camareras de piso, con limpiadoras, con las kellys, con las Kellys Unión… Y vimos que las reivindicaciones eran las mismas en Canarias, Valencia, Baleares o Galicia.
Esta obra se ha vuelto especialmente asamblearia. incluso en el reparto de personajes. Todas hacemos todos y eso también posibilita que el público no identifique a una actriz con un personaje
A Panadaría además de trabajar con equipos íntegros de mujeres trabaja de una manera horizontal. Todas dirigís, todas actuáis, las decisiones se toman en conjunto, no hay papeles asignados dentro de la compañía, incluso todas pasáis por todos los personajes… Recuerda esto a la creación colectiva del colombiano Enrique Buenaventura, a ciertos modos del teatro independiente de los años setenta en España, aunque estos movimientos no llegaron a difuminar el papel de director y autor…
Noelia: Es cierto que detrás hay algo ideológico, hay una decisión consciente de no querer trabajar de manera jerárquica. Que nadie dé órdenes y condicione a las otras, y valorarnos por igual como creadoras. Necesita más tiempo y más diálogo, pero creemos totalmente en ello. Además, esta obra se ha vuelto especialmente asamblearia. Incluso en el reparto de personajes. Todas hacemos todos. Eso también posibilita un distanciamiento, no hay una identificación por parte del público de esta actriz es este personaje, y eso facilita que lo que importe sea lo que se cuenta.
Hay historias dentro de la obra que uno percibe que vienen de todas las charlas que habéis tenido con las trabajadoras. Como, por ejemplo, que ahora está de moda dejar los preservativos usados debajo del teléfono, ¿no?
Ailén: Sí, esto nos lo contaron en Baleares, parece que es todo un hábito. O que se dejen sorpresas en la cama, o cristales rotos… Ha habido muchas historias y hablar con todas ellas ha sido fundamental, nos dieron mucha información y nos ayudaron a escoger el lenguaje. Por ejemplo, la escena de la mutua, que es uno de los temas más importantes para ella, cómo les hacen ir de la mutua a la Seguridad Social y nadie se quiere responsabilizar de sus dolencias y enfermedades. La mutua dice que es por una enfermedad que no tiene que ver con el trabajo y la Seguridad Social, lo contrario.
De ahí sale la escena del brazo. Escena en la que vemos a una trabajadora que quiere matar a los médicos que no quieren hacerle una prueba aun teniendo un brazo muerto, sin movilidad ni sensibilidad. “Los de la mutua estáis confabulados con los empresarios”, espeta en un momento, desesperada, la trabajadora en escena. Una escena que además de denunciar un sistema establecido es hilarante y resume bien el tema, ¿no?
Ailén: Es un hecho real. Entrevistamos a Carmen Casín en Madrid. A ella se le quedó el brazo colgando literalmente porque se le rompió el manguito rotador, fue a la mutua y el médico de la mutua no quería tratarla y decía que no la creía. Lo pasó fatal.
Areta: Fue una de las personas que nos dieron el clic de cómo tratar estos temas tan jodidos. Carmen no dejaba de hacer chistes cuando nos lo contaba. Al principio incluso no sabíamos si reírnos por no faltarle el respeto ante algo tan duro. Pero ella lo tomaba desde el humor. “Te voy a dar un bofetón que te voy a poner marcando el paso”, decía. Y ahí vimos que no había que victimizar, sino echarle humor y denunciar al mismo tiempo lo que está pasando.
Noelia: Bueno, fue una respuesta de ellas general. En las entrevistas les preguntábamos qué les gustaría ver y siempre nos dijeron que se viese la lucha pero que no querían que se les victimizase. Y sobre todo, que se querían reír. Lo más importante, para nosotros, es que se sientan representadas.
Aun siendo en cierto modo teatro documental, por todo el proceso que habéis llevado, en la obra hay una trama clara, con nudo y desenlace. En el balneario de la Isla de la Jota (en referencia a La Toja) unas limpiadoras se rebelan contra el dueño del hotel, Aparicio Gómez (trasunto del empresario hotelero Amancio López Seijas), que además será descubierto tramando corrupciones con el mismísimo presidente del Gobierno (una mezcla de Rajoy, Aznar o el mismo Pedro Sánchez). ¿Por qué una historia y por qué cambiar los nombres cuando es tan evidente?
Areta: Yo, personalmente, estoy sobresaturada de esta estética del teatro documental. No me imaginaba haciendo otra obra de teatro documental. Y además, creo que la ficción nos permitía imaginar un buen final. Todos estamos imaginando el colapso, el fin de una era, ecológico, económico… Todo va a explotar, pues creo que también tenemos que imaginar otras posibilidades, utópicas, para abrir otras direcciones posibles, ¿no?
Noelia: Además, nos gusta jugar mucho con la ficción, no ficción. De ahí también los nombres fabulados aunque esté claro quiénes son. Y de ahí que al final hablemos desde las actrices y no desde los personajes. Creo que es un lenguaje nuestro. No por ser algo más ficcional es menos real.
¿Y ese presidente?
Ailén: Es un frankenstein pero no solo de presidentes, sino de políticos, tiene mucho de Fraga, hasta le hemos hecho un momento Palomares, también está Ana Botella, Pablo Casado… Pero la oratoria de Rajoy es invencible. Aunque también está el abrazo de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.
¿Os referís a esa escena que acaban tocándose juguetonamente sus partes como buenos machos?
Ailén: Exacto (ríen). Es que la realidad supera la ficción. Es todo muy cutre. Por eso también cambiamos los nombres, pero lo hacemos de manera superreconocible. Es un juego. Es una ficción cutre, que lo que dice es eso, que es verdad y que al mismo tiempo puede ser cualquiera y pasar en cualquier parte.
En la obra está presente la invisibilidad de estas mujeres que pasamos sin mirar, está la explotación, la sobrecarga de trabajo, las enfermedades físicas y psíquicas derivadas, la corrupción en torno al turismo, el concepto de un turismo masivo y nada sostenible… Aun así, el tema es tan extenso que ¿qué creéis que se os ha quedado fuera?
Areta: El tema del acoso sexual, que es un temazo, sale muy brevemente. Antes estaba más y tuvimos que sacarlo, son decisiones duras pero hay que hacerlas.
Noelia: Por eso al final también lo abrimos y ya como actrices hablamos de la situación de la mujer que trabaja en las casas, sin papeles, cobrando menos de diez euros la hora. Hablamos de las amas de casa que tienen que pedir prestado porque no cobran, de la mujer trabajadora que llega a casa y tiene que seguir trabajando… No solo están las camareras de piso, el tema es inabarcable y lo estamos viviendo día a día todas las mujeres.
Areta: Como el caso de la madre de Noelia, que limpia, pero no puede estar dada de alta siempre, y así no tiene derecho a paro, y así tendrá una jubilación de mierda.
Noelia: O como mi abuela, que también fue limpiadora durante toda su vida, pero sin contrato. Ahora tiene la pensión mínima. Es que es un tema tan presente, todos tenemos referentes. Medio mundo está limpiando lo que el otro medio ensucia. Y ese medio mundo son mujeres.
¿Qué creéis que han conseguido las kellys? Hablando con ellas, ¿cómo las habéis encontrado, orgullosas de lo que han hecho, cansadas, frustradas?
Noelia: Creo que enseñaron otro modo de reivindicar, imaginativo, que fueron capaces de visibilizar por lo que estaban luchando.
Areta: Y han conseguido cosas. En Baleares se acaba de aprobar una norma por la cual todos los hoteles en un plazo de dos años tienen que transformar sus camas en camas autoelevables. Eso para ellas es un cambio total. En Barcelona ya han conseguido los fondos para hacer una plataforma donde el cliente pueda saber los hoteles que cumplen con las normas que exigen, donde puedes saber, por ejemplo, que no hay personal externalizado, que es otro de los temas vitales para ellas. Sabemos que no están cien por cien contentas con la reforma laboral, pero creo que hay avances y los han conseguido ellas. Han pasado momentos muy complicados. Siguen siendo personas que tienen que salir por otra puerta distinta de por dónde sale la gente, nadie les dice hola ni gracias, solo reciben desprecio… Es muy duro. Partían tan de abajo que han conseguido cosas, claro, y están orgullosas, pero falta mucho.
Ailén: También ves resignación, gente que dice, bueno pues si soy eventual lo tendré que aceptar. No es fácil.
Noelia: Es cierto, pero ves que están muy preparadas, que saben de leyes más que cualquiera. No van a parar.