El domingo 21 de febrero, el Ballet de la Ópera Nacional de Kiev estaba representando El lago de los cisnes y ensayando La bayadera, una complicadísima obra de tres actos. El 24 ya no había ensayos, actuaciones ni ballet. Solo guerra. Cinco bailarinas ucranianas se han integrado en la Compañía Nacional de Danza después de huir de su país y en el marco del programa Talento Emergente. Tres de ellas han accedido a relatar a la prensa este mes de pesadilla en el que han dejado atrás a sus familias a cambio de sobrevivir, como aseguran algunas.
“Agradezco a la Compañía Nacional de Danza la oportunidad de estar a salvo”, ha expresado Anastasia Kovalevska, de 21 años. “Una semana antes de venir, vivíamos con mi familia en un sótano hasta que los soldados rusos entraron, nos apuntaron con sus armas y nos echaron de casa”, ha dicho entre lágrimas y abrazada a sus compañeras.
La joven residía en Makarov, una de las ciudades más castigadas por el ejército de Putin y que había sido ocupada días antes del comienzo de la lucha armada. A principios de marzo, su madre, su tía, su prima y su hermano pequeño escaparon en coche, condujeron hasta la frontera con Polonia y de ahí a Italia, donde la mayoría se han quedado. Anastasia se marchó porque necesitaba seguir entrenando y en el país vecino no le ofrecieron la oportunidad.
Las tres se muestran agradecidas con el ballet español y con su director, Joaquín de Luz, que ha pedido sensibilidad y comprensión antes de empezar la rueda de prensa. Él supo de ellas gracias a la veterana bailarina Anastasia Matvienko, que ha gestionado las residencias de gran parte de las 80 mujeres que forman parte de la compañía de Kiev. Las bailarinas se han repartido por los países bálticos, Polonia, República Checa o Eslovenia. Las cinco que ahora están en Madrid viven en un piso prestado por un miembro de la Compañía y nadie sabe decir hasta cuándo se van a quedar. “En principio es algo temporal, ellas están deseando volver a sus casas”, asegura De Luz.
Lo cierto es que todas cuentan los días para volver, reencontrarse con sus seres queridos y con los miembros del ballet que se han tenido que quedar luchando. Todos los bailarines de la Ópera de Kiev forman parte de la defensa territorial de la capital. “Vivimos entre dos realidades. La de aquí, que está en paz, y la que hemos dejado. Rezo mucho por los soldados que están defendiendo nuestro país y por poder volver pronto”, reconoce Lisa Semenenko, de 24 años. Ella también se emociona al recordar cómo escapó del país en un tren de refugiados, hacinada, donde ni siquiera los mayores tenían asientos, y que le llevó durante 12 horas hasta la frontera. “Podría contar más cosas, pero la herida está abierta y es muy difícil porque se siguen cometiendo barbaridades”, se disculpa.
La veterana del grupo es Katia Khanivkova, a pesar de tener 25 años. Ella, como Lisa, tiene a toda su familia en Ucrania y reconoce que están consternadas, pero que “el ambiente de la compañía compensa” la tristeza. “Estoy deseando volver a mi país y celebrar la victoria”, dice con un hálito de esperanza. Ella huyó en coche con su hermana durante cuatro días, “porque las carreteras estaban destrozadas y atravesamos el bosque”. Sabía que tenía que encontrar la forma de irse y de seguir entrenando.
Las bailarinas o bailarines profesionales tienen ese hándicap: cada día sin practicar, es un día perdido. “Muchos pensarán que el ballet es algo secundario en una guerra. Pero ser bailarín no es una profesión, es nuestra identidad”, ha explicado Joaquín de Luz. El director de la CND se ha “quitado el sombrero” ante su equipo y el resto del elenco. “Su actitud ha sido ejemplar, han donado de todo, ropa y alimentos, y las han hecho sentir bienvenidas”, ha añadido.
Katia forma parte de las filas del English National Ballet e interpretará el rol de Giselle junto a Joaquín de Luz, en la piel de Albrecht, durante la función del 20 de mayo y junto al bailarín solista Yanier Gómez Noda el día 21. Por su parte, Lisa y Kateryna Chupina –que no quiso participar en la rueda de prensa– engrosarán el cuerpo de baile de Giselle en el papel de Willis. Las demás seguirán ensayando y desarrollando su potencial artístico junto a los bailarines de la CND.
El ballet, en primera línea por la paz
El primer sector de la cultura que tomó medidas en solidaridad con la invasión de Ucrania fue el ballet. Las compañías y espectáculos rusos fueron cancelados en cascada de los grandes teatros europeos, como el Royal Opera House de Londres o el Teatro Real de Madrid, y de citas importantes como el Festival de Mérida.
También algunos bailarines rusos se despidieron de sus compañías en señal de protesta, como Olga Smirnova, que dejó el Bolshói de Moscú para unirse al Ballet Nacional Holandés. El pasado 5 de abril, Smirnova bailó en Nápoles junto a Anastasia Gurskaya, una de las estrellas de la Ópera de Kiev, para recoger fondos y defender la paz.
La guerra sorprendió al Ballet de la Ciudad de Kiev en una residencia temporal en París, donde permanecen desde el pasado febrero. Aunque agradecen al Thèatre du Chatelet la hospitalidad, aún no dan entrevistas porque están “tanto física como emocionalmente agotados”, según confesó la subdirectora de la compañía a The Associated Press. “Todos están preocupados por sus familias, seres queridos y amigos que han permanecido allí, en nuestro hogar. Ha sido muy difícil”.