Este jueves se estrena en el Teatro Español de Madrid Una noche sin Luna, escrita e interpretada por el actor Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1975), una obra en la que, encarnando a Federico García Lorca, y basándose en sus entrevistas, charlas, conferencias y versos, trata de componer el relato social de la época, el compromiso político y cultural del poeta, así como de responder a la pregunta que se repite en la función: ¿por qué le fusilaron? La pieza la dirige Sergio Peris-Mencheta y la escenografía corre a cargo de Curt Allen, y estará en cartel hasta el 11 de julio.
Una noche sin Luna nació de la voluntad de hacer un recital de poemas y de fragmentos de monólogos, pero cuando Botto estaba en el proceso creativo encontró en las biografías de Lorca “una serie de ecos y circunstancias que vibraban y resonaban en nuestro presente”. Nos cuenta que “había algo en las decisiones que tuvo que tomar, en las encrucijadas que transitó, que de alguna manera pueden despejar nuestra realidad. Sentí que lo mejor era abandonar el recital y me decidí a escribir una obra que recogiera ese juego de espejos entre las decisiones de Lorca, y cómo estas pueden retumbar en la actualidad”.
A Federico García Lorca le preguntaron por qué había dado su apoyo explícito a la candidatura del Frente Popular y su respuesta suena escalofriante conociendo su trágica historia: “Si no ganamos ya podemos despedirnos de nuestra España, nos echarán, si es que no nos matan”. Aunque conocemos cómo acaba la obra y a pesar de que las decenas de cunetas se hayan convertido en el género de terror de la historia reciente de España, la función pretende hacer un ejercicio de memoria y traer el pasado al presente. Así, en ese juego artístico, Botto y Lorca dialogan sin fisuras.
Según su amigo y director, Sergio Peris-Mencheta, Botto vive obsesionado con Lorca, “es el compañero de vida de Juan Diego”. Sergio cuenta que quedaron para comer y Juan Diego le habló del otro Lorca. Más allá del artista y creador, del poeta y del dramaturgo, Botto quería poner cuerpo al Lorca humano, comprometido con valores como la solidaridad, la igualdad y con la República. Peris-Mencheta dice de Juan Diego Botto que es un gran relator, un magnífico narrador de cuentos. “Tiene una relación con el contar muy placentera. Así que, cuando me explicó la historia de Lorca, me fascinó el relato. Insistí en que fuera un monólogo, pero hemos trabajado mucho el gran formato. La escenografía tiene peso y le arropa. La inclusión del trabajo de Curt Allen fue un acierto”.
Peris-Mencheta recuerda que desde que leyó los primeros borradores escritos por Botto, basándose en declaraciones, textos y charlas de Lorca; le parecieron magníficos. “Hemos trabajado en tres ejes: el pasado y el presente, el paralelismo entre los años 20 de Lorca y los nuestros; también hemos querido incidir entre el adentro y afuera del teatro, cómo lo que pasa en la calle influye en la escena, cómo el teatro tiene que ser un reflejo de lo que pasa fuera; y por último, el eje de arriba y abajo. Las tablas y lo que está debajo de las tablas, que no se ve, también metafóricamente haciendo referencia a los olvidados y abandonados de las cunetas. En base de estos tres ejes también le planteamos a Curt la idea de escenario”, afirma el director.
El actor habla desde este Lorca más humano, que va relatando anécdotas y escenas clave de su vida, que trata de responder a por qué le fusilaron: “Yo me pregunto, como Lorca, por qué lo hicieron, y como Lorca cuento ciertas decisiones, declaraciones y situaciones que fue tomando para responderme”. Botto señala que las decisiones políticas y sociales que fue tomando Lorca le convirtieron en un personaje extremadamente amado y respetado por muchos, pero muy odiado por otros: “Era el emblema de lo que una parte de España detestaba. Él nunca se mantuvo al margen, escribió en contra de la dictadura de Salazar o en contra de los nazis. En Poeta en Nueva York incluyó un poema denunciando el Tratado de Letrán entre el Papa Pío XI y Mussolini”.
Vivir de las subvenciones
El texto de Una noche sin Luna no es metafórico, es nítido y cristalino. Cuenta el actor que hay situaciones que le tocaron vivir al poeta que podrían repetirse hoy en día: “Cuando él emprende el proyecto de su compañía, La Barraca, muchos medios de comunicación le acusaron de vivir de las subvenciones, de pegarse grandes cenas a costa del Ministerio de Instrucción Pública. Le achacaban estar ganando fortunas a costa de los españoles. Eso es una gota, pero es un ejemplo de cosas que pasaban entonces y de las que hoy en día se les sigue echando en cara a los artistas”.
También hablamos de la obra El Público: “la escribe en Cuba y la trae a España, pero nunca se llegó a estrenar. Es posible que sea una de sus piezas más críticas, además, habla claramente de su homosexualidad y, quizá por eso tuvo resquemor a ver cómo iba a defenderla”. Y es de ahí, de El Público, de donde extraemos una popular cita: “la necesidad de hacer un teatro bajo la arena para que se sepa la verdad de las sepulturas”.
Botto ha escrito bajo la arena “hablando de la vida de un poeta que, a día de hoy, seguimos sin saber dónde está enterrado, sin saber la verdad de su sepultura. Metáfora y emblema de otros tantos miles que están repartidos bajo la tierra de España”, dice el actor. Otra reflexión lorquiana que ha sido fundamental para la creación de Una noche sin Luna (dentro de la obra inconclusa Comedia sin título) es “cuando se pregunta si es posible traer el olor del mar al teatro, si es posible llenar de estrellas un patio de butacas, es decir, Lorca se cuestionaba si es posible traer la realidad a la escena. Esa premisa es constante en la función: ¿podemos y sabemos representar lo que está pasando fuera del escenario?”.
Una noche sin Luna trata sobre la memoria, la justicia y la impunidad: “sin darme cuenta escribí sobre lo que siempre escribo, de un hombre al que secuestraron, mataron e hicieron desaparecer”. El padre de Juan Diego es uno de los desaparecidos de la dictadura Argentina, por eso afirma que sin ser del todo consciente vuelve sobre temas como la impunidad y violencia: una y otra vez retoma su propia historia, su herida. Botto empezó este monólogo pensando en escribir más allá de sus obsesiones, pero la desaparición, el dolor, la violencia y la muerte volvieron por su propio pie. Y así surgió la historia de un hombre al que fusilaron por valiente, por no callar y por poner el teatro (y el arte) al servicio del pueblo.