Carolina África: “Es demencial acabar las funciones de una obra y no cobrar”
Carolina África ha levantado un puzle tan vertiginoso como humano donde mezcla vida, realidad y ficción a partir de su experiencia como directora teatral en la cárcel de Soto del Real de Madrid, una obra que el público ha adorado y aplaudido a rabiar: El cuaderno de Pitágoras. Este domingo acaban las funciones en Madrid y comienza una gira por España.
Mucha culpa del triunfo del Cuaderno de Pitágoras la tiene un elenco entregado al juego de Carolina África, a un juego teatral de un gran ritmo donde se suceden escenas y cambios de plano de realidad que convierten su teatro en un espacio vivo donde el espectador se divierte, se emociona, se identifica y se engancha. La versatilidad de una de las grandes actrices de la escena, Nuria Mencia, que insufla vida tanto en el teatro clásico de Eduardo Vasco o Laila Ripoll, o en el más contemporáneo de Alfredo Sanzol, es un claro ejemplo de ello. El andaluz Manolo Caro, que llena de verdad al protagonista de la obra, el preso Furia, es otro.
Tan solo hay una sombra sobre este montaje del Centro Dramático Nacional (CDN). Según hizo pública la propia directora, ella todavía no ha cobrado nada del INAEM (Ministerio de Cultura). Y sus actores, a día de hoy, solo han recibido quinientos euros de los ensayos realizados en la primera quincena de diciembre.
La dramaturga, directora y actriz lleva ya diez años al frente de su compañía La Belloch Teatro, una de las historias felices del teatro madrileño que ahora celebra su aniversario con otros dos montajes en cartel. En la Cuarta Pared (Madrid), Carolina África ha remontado su obra Otoño en abril, que estará en cartel hasta el 26 de febrero. Y en el teatro Quique San Francisco también de la capital, la pieza escrita por Manuel Benito y dirigida por Julio Provencio, 337 KM, que podrá verse hasta el 27 de este mes.
Su teatro es claramente un teatro para la actuación, para el actor, ¿está de acuerdo?
Mi formación en teatro es desde la interpretación. Me ha costado mucho asumir que soy dramaturga y mucho más que soy directora. Mi pulso escénico, mi concepción del ritmo de la frase y del ritmo escénico es el de una actriz. Incluso escribiendo soy muy salomónica. Me gusta trabajar con cada uno de los actores y que puedan lucirse. Necesito un actor permeable con el que jugar, que sea creativo. Me gusta el abanico emocional y para eso necesitas un actor muy bueno y muy jugón.
Parece que muchas de las escenas de Cuaderno de Pitágoras han surgido del juego actoral, ¿es así?
Eso es apariencia. En el texto ya está todo, hasta las pequeñas morcillitas. No es improvisación. Ensayar es repetir y repetir, todo va como un reloj.
Esta obra sobre la vida en prisión surge de su relación como voluntaria para trabajar con presos en la cárcel.
Llevo desde 2016 trabajando en la cárcel de Soto con los reclusos. Montamos una pieza de teatro al año. Los textos los escriben ellos y a la función vienen sus familias. La impresión que tuve entrando a la cárcel, a aquel módulo frio y lleno de puertas que se van abriendo, está también en la obra, cuando Macarena, que mi álter ego, llega a la cárcel. Pero ya después del primer día tenía claro que quería volver, así que volví, comencé a corregir y pasar a máquina lo que escribían a mano, a ensayarlo con ellos y finalmente a montar la obra. Fui para una charla y me quedé para siempre.
Y ¿cuándo decidió que ahí había una obra?
Lo decidí un día en un encuentro que organizo con los que ya han salido de la cárcel, con gente libre que acabó la condena o que están con la condicional. Es ahí donde conocí al hombre libre en el que está inspirado el personaje de Furia. Ese hombre ha estado treinta años en prisión. Tuvimos una entrevista bien larga que me dejó grabar. Es un tipo maravilloso, con una gran capacidad de verse a sí mismo. Es capaz de razonar y ver como toda la tristeza que tenía acumulada se había convertido en rabia, cómo culpaba a la sociedad, a la cárcel y a los funcionarios de algo que era suyo. Todo eso ha alimentado la obra. Muchos de los personajes y las cosas que cuentan también están basados en personas y anécdotas de los presos.
Sorprende la carga de esperanza de la obra, estos presos en los que se destacan sus buenos sentimientos y que después de tanta miseria sus historias no acaben mal, ¿cree que se le puede tachar de buenista?
Ese es mi gran peligro. Mi obra Vientos de levante, sobre la esclerosis múltiple, es un canto a la vida y en teoría debería haber sido un dramón. Yo soy un terremoto, estoy en la vida y milito en la alegría, aunque pueda sonar a locura. A quien me acuse de buenista le diría que en esta obra no hay presos encarcelados injustamente, han hecho lo que han hecho, no se tapa ni se llaman las cosas de otra manera, si es asesinato, es asesinato. En la cárcel me esperaba encontrar unas bestias de las que querría huir corriendo y me encontré con gente con la que tengo más semejanzas que diferencias, como dice Concepción Arenal en el libro El visitador del preso. Me encontré esperanza.
La obra ha funcionado como un rayo agotando las entradas desde el comienzo. Cuando el 27 de marzo se acabe la gira en el Centro Dramático Nacional, ¿qué va a pasar con el montaje?
Necesito que una productora o distribuidora se arriesgue y quiera mover este espectáculo, son nueve actores y no tengo una cabeza de cartel que sea famosa de la tele. Necesito un inversor, un Gran Wyoming que se enamore y ponga unos cuantos de miles euros. Estoy segura de que funcionaría, la obra está suscitando mucho interés, como el de trabajadores de instituciones penitenciarias, directores de módulos de la cárcel, Iñaki Gabilondo, el Defensor del Pueblo o Manuela Carmena que ha sido jueza de vigilancia penitenciaria. En este montaje hay una función social que es relevante. Un día miraremos las cárceles de hoy y nos parecerán algo de la Edad Media.
Retrasos en los pagos
El pasado 14 de febrero, entre tanto mensaje enamorado, Carolina África, publicó un tuit en el que afirmaba que lo que le “enamoraría” que el INAEM le hubeira “pagado alguna de las dos facturas por la dirección de El cuaderno de Pitágoras” que emitió, una en noviembre por los ensayos y otra en enero por el estreno. “Ni un duro señores. Eso sí, mi IVA ya me lo han cobrado”, añadió.
No es la primera vez que se hacen públicos retrasos en los pagos de facturas y nóminas del INAEM. El tuit de África caló entre actores de otras unidades como la Compañía Nacional de Teatro Clásico, respecto a la que el actor Israel Elejalde dijo: “Misma situación en Lo fingido verdadero. El INAEM y sus centros de producción maltratan a sus artistas de esta manera que se alarga ya demasiado tiempo”. Otro tanto hizo la actriz de un montaje diferente de esa misma compañía, Irene Serrano, que denunció que tras dos meses y medio tan solo habían cobrado 600 euros. Estos mensajes coinciden en el tiempo con la dimisión del subdirector general de este organismo público, Fernando Cerón. Por medio de una dura carta, Cerón criticaba y justificaba su salida por no haber podido “afrontar las necesidades imperiosas de reforma” del INAEM y la “búsqueda de nuevos instrumentos de relación y apoyo al sector”. Esto ocurre en un momento delicado, tras una negociación con los sindicatos para cambiar las condiciones de acceso a las plazas públicas y la disposición de más de 70 millones de fondos europeos para invertir en la profesión.
¿Ha cambiado algo desde que publicó el tuit? ¿Alguien del INAEM les ha dicho cuándo van a pagar?
Nadie nos ha dicho nada más que hay que esperar, que es cosa del Ministerio de Hacienda. Es verdad que ya nos habían avisado que pasaba todos los años. Alfredo Sanzol, director del Centro Dramático Nacional, nos dijo que previéramos que esto podía pasar, que desde la ley Montoro de 2014 viene ocurriendo. Pero es demencial, esta semana acabamos las funciones en Madrid y no he cobrado ninguna de las dos facturas. Y los actores tan solo han cobrado los primeros quince días de ensayos.
Entonces ¿solo queda esperar?
Esperar y pagar a Hacienda el IVA como autónoma que soy. Eso sí, si me retraso la recarga no me la quita nadie. En cambio, si ellos se retrasan no pasa nada, siendo ellos mismos quienes hicieron una ley para poner un límite de saldar las facturas a las administraciones públicas. Es incomprensible. El INAEM esta anquilosado y no parece que nadie pueda cambiarlo. El año pasado Ramón Barea decidió abandonar la obra Shock, que estaba también en el Centro Dramático Nacional, porque el INAEM no puede pagar dietas ni alojamiento a una persona fuera de Madrid y le meten [los gastos] en nómina. Es absurdo, a parte de fraudulento. Impositivamente no es lo mismo una dieta o un alquiler que cuando te pagan en nómina. Y además, con estos retrasos Barea se veía que para trabajar en el CDN se tenía que pagar el piso y las dietas, trabajar durante meses y no recibir un euro. No me extraña que Cerón haya dimitido, ha reventado porque no podía más. Mis actores más jóvenes no tienen ningún colchón económico y supuestamente están en el mejor sitio donde puedes estar.
Diez años de artesanía teatral a fuego lento
La Belloch Teatro cumple diez años, ¿podría resumirme estos diez años en un suspiro?
Hace diez años vine de Buenos Aires con un texto escrito, Verano en diciembre. Me fui con un beca a escribir a Timbre 4, el teatro de Claudio Tolcachir. Cuando regresé a España me traje una cosa que aprendí en Buenos Aires: cuando la gente quiere hacer las cosas, las hace. Me metí en una peluquería y comencé con el proyecto Al teatro x los rulos. Vendía rulos a ocho euros y con eso monté un espectáculo en la propia peluquería, La penúltima. En 2012 gané el Premio Calderón de la Barca con Verano en diciembre. Con los diez mil euros alquilé un local, nos juntamos cuatro amigas y comenzamos a montar esa obra con la actriz Carmen Belloch. No teníamos nombre para la compañía, su apellido quiere decir bello lugar, así que nos pareció obvio. Cuando Carmen vio que habíamos puesto un cartel fuera del local con su nombre, La Belloch Teatro, nos dijo: “¿Qué pasa, ya me estáis matando?”. Justamente Carmen falleció al poco, no llegó a estrenar la obra, tan solo hizo una muestra del trabajo en el local. Quien estuvo allí creo que, como yo, lo recordará de por vida. Cuando Ernesto Caballero, director del CDN en ese momento, vio la función me dio la oportunidad de montarlo un día allí. Fue una función maravillosa y el aplauso todavía lo tengo grabado en la cabeza. Con esa obra nos hinchamos a bolos, fuimos a México, Colombia, Uruguay… Llevamos diez años con la función, todavía hoy sigue viva, hay incluso un proyecto de hacer una película con Chema de la Peña para el que ya he escrito el guion.
A partir de ahí…
En La Belloch somos cuatro así que vamos montando más obras. Zombi Zombi de Virginia Frutos, Vientos de Levante que era mía, Modërna con la actriz Lola Cordón y dirigida con Julio Provencio. Fuimos ahorrando y atreviéndonos a producciones un poco más ambiciosas. Y llegó la pandemia, tuvimos que dejar nuestra sede, era un suicidio seguir pagando el alquiler sin un solo bolo, luego fui madre… La Belloch es ese bello lugar que creamos entre cuatro compañeras, que seguimos siéndolo. Es un teatro que hacemos de manera artesanal, entre amigos que tenemos una afinidad artística y con proyectos en los que creemos. La industria es una mierda así que lo montamos nosotras mismas y, por lo menos, trabajamos y lo hacemos con amor. Ahora, yo no tengo texto para estrenar, Laura Cortón quiere actuar, tenemos un texto de Paco Gámez que es un autor maravilloso que gana todos los premios y no le monta nadie, pues yo lo dirijo y adelante. Eso es La Belloch. Somos dramaturgia contemporánea, sí, pero con componente afectivo.
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