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Ernesto Caballero: “En España todavía no sabemos qué es el diálogo”

Después de cinco años, en este 2016 Ernesto Caballero (Madrid, 1958) pondrá fin a su etapa como director del Centro Dramático Nacional. Llegó en 2011, elegido por concurso público, en un tiempo que “era especialmente complicado con todos los recortes” y en estos años ha tratado de sacar adelante un proyecto en el que, como destaca, ha intentado dar visibilidad a los autores emergentes, la producción internacional y el teatro de la discapacidad. Tampoco han sido momentos fáciles, con el IVA cultural “que ha sido un desaguisado innecesario e irresponsable” y donde el teatro se ha sumido en la precariedad “y la desprofesionalización”. Sin embargo, como confiesa en esta entrevista, no descarta volver a presentarse para dirigir esta superestructura teatral y nacional.

Ahora dirige su última obra para el CDN, Vida de Galileo, de Bertolt Brecht, que se estrena este jueves en el Valle-Inclán (Madrid) y mediante la que critica el tiempo de creencias en el que vivimos y “donde la ficción ha suplantado a las realidades científicas”. Como les sucediera al propio Galileo Galilei y al dramaturgo alemán. De hecho, Caballero piensa que estamos en plena era del espectáculo teatral en política. Lo malo es que, como ratifica en esta entrevista, “es un teatro que no es bueno”.

Estrena ‘Vida de Galileo’, en la que Brecht habla de que siempre hay una superestructura que se va a resistir a los cambios. ¿Dónde percibe ahora esa superestructura? En tiempos de Galileo fue la Iglesia, en tiempos de Brecht, el nazismo y luego el sistema comunista de la RDA.

Es verdad que estamos viviendo un momento de una gran transformación en muchísimos aspectos que tiene que ver con la globalización y donde la democratización se ha extendido a todos los niveles. Esto genera cambios de mentalidad y que muchas veces tengamos que repensar nuestras propias instituciones o conceptos inamovibles. En los momentos críticos se se produce una desesperada adhesión a las creencias, y en este sentido lo que plantea Galileo es la reivindicación del pensar frente al creer. Ahora vivimos en un mundo en donde la ficción está suplantando a las realidades científicas. Y está en la política, el periodismo o la ciencia. Es un mundo que no matiza, no profundiza, va a otro lugar, pero interactúa. Y nos está pillando con el pie cambiado.

Y desde el teatro, que es el mundo de la ficción, ¿cómo vive este ‘circo’?

Con especial melancolía porque a los que nos dedicamos al territorio de la ficción nos están arrinconando. Nos estamos viendo superados y nuestros recursos no sé si están siendo usurpados, pero sí se están extendiendo a todo. Se está produciendo una especie de metástasis de lo ficcional y la prueba la tenemos en los últimos acontecimientos. La entrevista con el presidente del Gobierno [en clave de humor y que resultó una parodia de la radio] ¿es una conversación real? ¿Quién está respondiendo? ¿Opera como realidad algo que se ha gestionado en la ficción? Ese es el mundo de hoy que está atravesado por la publicidad, las consignas… Y en ese mundo es verdad que se echa en falta un volver a recuperar los hechos irrefutables, que parece que hoy en día depende de donde vengan se les da más o menos importancia.

Einstein, del que Brecht quiso escribir también una obra, decía que es más fácil destruir un átomo que un prejuicio. ¿No ha sido un tiempo precisamente de diálogo?

En España todavía no sabemos qué es el diálogo. El diálogo es escuchar y aceptar lógicamente las posturas que no son las nuestras y que nos producen rechazo, y dejar en algún lugar un espacio para dejarse convencer. Si no te convence no pasa nada, pero hay que respetar. Y en eso tenemos mucho que aprender. Las posiciones políticas de nuestro tiempo siguen siendo más creencias que convicciones. Son creencias en las que uno está instalado y las defiende emocionalmente pero la irrefutabilidad de los hechos queda en último término. Por eso quería hacer este Galileo, porque para eso solo hay una solución y es el sistema educativo. Y Galileo representa el Humanismo, que hoy por hoy en nuestro país está alejadísimo de ese mirar al futuro en el que deberíamos proyectarnos.

¿Ni siquiera el Humanismo lo trae lo que se ha llamado la nueva política?

Sinceramente, no.

En la anterior obra que dirigió, 'Rinoceronte', de Ionesco, hablaba de la fuerza de la masa y cómo es imposible o muy difícil no dejarte llevar por ella. Veo que este tema de la libertad individual le preocupa. ¿Por qué?

Es verdad, bien detectado. Me preocupa porque cuando llegas a cierta edad analizas lo que ha sido el pasado de este país, muy de creencias, de camisetas del Barça o Madrid, donde el pensamiento libre y crítico siempre ha sido sospechosos para unos u otros. Y lo peor de nuestra historia ha venido de eso. Y lo mejor, cuando eso no ha pasado. Para mí es un caballo de batalla en la reflexión ideológica y artística.

Lleva cinco años al frente del CDN, ¿se ha sentido libre?

Si te refieres a si he recibido presiones, en absoluto. Me he sentido respectado como creador y gestor. Hay muchas cosas de la propia estructura, de lo público, tienen que repensarse porque adolecen de ciertas dinámicas. Estructuras que puede que en el pasado tuvieran su función hay que reformarlas. Y eso yo espero que se emprenda pero de una manera racional, sensata, sin entrar como elefantes en cacharrería, defendiendo lo público y la creación. Y no solo hablo de presupuesto, sino de trabas y procedimientos que tendrían que pensar más en función de lo artístico y no de la burocracia administrativa.

En 2011, 2012 y 2013 se perdieron espectadores, aunque en 2014 ya subió un 8,2%, según el anuario de la SGAE. ¿Por qué se está volviendo al teatro? Y no me refiero solo al CDN.

Yo creo que el público nunca se fue. Hubo ese declive porque, excepto en Madrid y en Barcelona, las contrataciones en los ayuntamientos se interrumpieron y el público se quedó sin el derecho que tiene a disfrutar de una programación regular de teatro. Ahora, con muchas dificultades, se está volviendo a programar. Y no sé por qué, pero de pronto una manifestación de este tipo que es el aquí y ahora, el suceso, que no hay nada precocinado, es una necesidad, al margen de que el teatro es el lugar en el que se cuentan las historias. El teatro explica las cosas desde ópticas inesperadas y esto es divertido.

Usted ha sido beligerante con el tema del IVA cultural. Se acabó la legislatura sin cambiar nada. ¿Qué daño le ha hecho al teatro? Si ha aumentado el público…

El IVA cultural ha hecho un roto. Yo vengo de la empresa privada, sé cuáles son los márgenes mínimos de beneficios, y esto ha sido un desaguisado. Y además ha sido algo inesperado e innecesario. Y muy irresponsable. Pero quiero pensar que lo ha animado la ignorancia. No voy a entrar en conspiranoias, vendettas etc. Ha sido ignorancia y después no querer dar marcha atrás. Portugual es el país de la UE que tiene el IVA cultural más caro después de nosotros y lo tiene al 13%. Por tanto, se entiende que una industria tan frágil como la cultural tiene que tener una base impositiva de las reducidas porque si no es insostenibles. Han cerrado 50 empresas, por ejemplo. Y ya no solo son las compañías, sino el que quiere montar una sala, tiene más fácil montar una carnicería o una peluquería que un espacio cultural. Y lo que me decías antes de la nueva y vieja política, pues en esto nadie ha tenido mucha sensibilidad. Hay mucha penalización de índole burocrática, administrativa, y mucha incomprensión. No dejan de ser PYMES muy inciertas, todo es trabajo temporal y realmente está desamparado.

En este tiempo se produjo la explosión del teatro off. ¿Qué opinión tiene de esta multiprogramación, de que hayan surgido tantas pequeñas salas y que otras tantas estén cerrando, de que no haya contratos, todo sea temporal?teatro off

Han sido iniciativas muy meritorias que hay que reconocer, ver y saludar, pero tenían que haberse reconvertido profesionalmente. La responsabilidad como todo estará repartidísima. Pero decir, como se ha dicho, sobre todo la nueva política, que esto era la alternativa al viejo teatro o la vieja cultura, ha sido una falacia. La realidad es que se desprofesionaliza el sector, se precariza absolutamente. Y ahí tienes esa realidad de profesionales de primer orden que no tienen ni siquiera cobertura de desempleo.

En este sentido, usted también ha defendido un Estatuto del Artista. Ahora ha saltado la polémica de las pensiones para los creadores jubilados. ¿Ha habido un ataque directo contra la cultura por parte del PP?

A lo mejor soy un ingenuo, pero quiero pensar más en dejadez. La mayoría de nuestros responsables proceden de un sistema educativo fracasado, por lo tanto no es que no sepan de una materia, es que no saben que no saben. Es por ignorancia, no por manía persecutoria aunque a veces parece que sí porque veo un encono o un recelo hacia medidas culturales… Que si los del cine, los de la ceja… Son cosas esquemáticas que no tienen que ver con la realidad. Una vez más, son creencias.

¿Cómo ha sido su relación con los ministros de Cultura, Wert y Méndez de Vigo?

Con el nuevo ministro ha sido una relación muy cordial y le he tratado en las dos veces que ha venido al teatro, que es muy de agradecer que venga. No tengo mayores elementos de juicio. Con Wert un poco lo mismo. Vino dos veces al teatro. Pero hay cargos intermedios y con los ministros prácticamente no he tratado. Yo fui elegido por el procedimiento de buenas prácticas y eso lo han respetado escrupulosamente. No he tenido ninguna injerencia, y eso lo tengo que reconocer.

¿Se presentará otra vez como director del CDN?

No lo sé. Se tiene que aclarar el panorama. En el proyecto quedan cosas por hacer y me gustaría verlo concluido. También es verdad que esta dedicación requiere muchas horas y muchas renuncias personales y profesionales. Tengo que medir las fuerzas y ver qué pasa en general con todo. No descarto presentarme otra vez pero lo tendré que pensar.

Por cierto, en los últimos días estamos asistiendo a todo un espectáculo teatral político. ¿Qué pensaría Brecht de todo esto?

Brecht ya escribió sobre esto en unos ensayos que se llaman ‘La teatralidad del fascismo’ que son muy interesantes. Brecht nos diría una frase que es uno de los versos de uno de sus más célebres poemas: “No os dejéis seducir”.

La cuestión interesante es ver quién se deja seducir por quién.

Exactamente. Pero ahora mismo si ya tiene que ser un espectáculo que sea bueno, pero es que estamos en unos niveles… No es teatro bueno el que estamos viendo en la política.