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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

No somos europeos: somos cabras

La cabra mira hacia abajo poco convencida. No tiene claro que la pequeña manta que sujetan varias personas a algunos metros de distancia vaya a funcionar. A su lado, dos hombres se enorgullecen de ser los encargados de lanzarla. El pueblo, enfebrecido, grita: ¡la volá!, ¡la volá! Y la cabra cae. Y no vuela, claro. Se empotra contra el suelo y sus vísceras se esparcen en mil pedazos. Y el pueblo aplaude. Al fin y al cabo, como dice uno de ellos, relax, es sólo una cabra.

Esta es la primera escena de Desde aquí veo sucia la plaza, montaje de la compañía Club Caníbal –tres andaluces, Chiqui Carabante, Font García y Juan Vinuesa, y un aragonés, Vito Sanz- que, después de pasar por el Frinje, se representa en el Teatro del Barrio de Madrid todos los domingos hasta el 27 de septiembre. Un texto lleno de humor con reminiscencias berlanguianas que es un aguijón en nuestra idiosincrasia más española, la que se nutre de lanzar cabras desde los campanarios, lancear toros o llenar de corruptelas, amiguismos y vulgaridad los parlamentos.

Como afirma su director, Chiqui Carabante, “es la confrontación de lo español con Europa, la distancia que tenemos con Bruselas”. Porque, como también se dice en el texto, ellos también tiraban bueyes, pero en el año 1500.

Tres payasos en el escenario

Tres payasos en el escenarioLa obra, con una puesta en escena magnífica –“son tres payasos que hablan de cosas serias”, según Carabante– surgió como surgen todos los montajes de esta compañía: desde la improvisación. Hace ocho meses, tras leer una noticia sobre una cabra y el campanario, comenzaron a contarse anécdotas y a idear el texto. Poco a poco fueron depurando lo que querían contar, casi de forma inconsciente y sin tener en cuenta que el estreno coincidiría con la polémica del Toro de la Vega de Tordesillas. “Trabajamos sin censura y creo que esa libertad creativa es lo que llama ahora la atención”, afirma el director.

No obstante, sí tenían claro que querían abordar el tema de las tradiciones. “Ese debate sí estaba presente. Hasta dónde llega el mantener de una forma forzada una tradición que está muriendo poco a poco, que la sociedad ya no se identifica con ella y que no forma parte de una mayoría”, comenta el actor Vito Sanz, al que le toca el papel de la cabra, además del de un actor venido a menos.

Eso sí, sin pontificar y sin juzgar demasiado a todos aquellos que las defienden. “Cuando termina la función no tienes la sensación de querer irte a Tordesillas a manifestarse. Hay que entender a esa gente. Los tíos no se quieren pegar con los animalistas porque sí, sino porque sienten que les están quitando algo. A lo mejor hay que explicarles que no les están quitando nada, sino que es una cosa que se hizo y que hay que dejar de hacer. Porque claro, si hablamos de tradiciones, la ablación también lo es entonces en algunos países”, sostiene Font, que interpreta a ese alcalde que se va quedando solo por su ultramontana defensa del “vuelo” de la cabra.

La vulgaridad política

La vulgaridad políticaOtra de las críticas aceradas de esta obra tiene que ver con la corrupción política. O más bien con la vulgarización de la política. El alcalde tradicionalista visita a su amigo, convertido ahora en un político de Madrid y ambos se hablan desde un televisor de plasma dejando escapar el nepotismo de la clase política y cómo los programas electorales están para no cumplirse. No hay referencias ni al PP ni al PSOE, pero ambos partidos sobrevuelan  por la obra y los diálogos recuerdan a algunas de las escuchas telefónicas aparecidas en casos como Gürtel, Púnica o Brugal.

“Personalmente, cuando leo el texto los personajes son más del PSOE, pero por ese aire de progresía que luego no es tal”, comenta Carabante. En una de las escenas, más de un espectador puede imaginarse al secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, discutiendo con el alcalde de Tordesillas a cuenta del famoso toro. “Eso es algo que también nos distancia de Europa. Si allí alguien prohíbe algo, se prohíbe y punto”, ratifica el director.

La UE y el desprecio al sur

La UE y el desprecio al surAhora bien, la Unión Europa tampoco se salva. Según esta obra, más allá de los Pirineos no está el paraíso. Ni la buena educación, sino la frialdad e incluso el desprecio hacia los países del sur. Hay una excelente metáfora de lo que podría ser un Mariano Rajoy silenciado en el Parlamento europeo, un hombre al que no se le escucha porque es casi un don nadie. “Es que cuando entramos en la UE fue con seguridad y la gente quería porque íbamos a estar todos juntos, pero cuando hemos empezado a ver la situación en Grecia y cómo se puede invertir todo y de repente van a por ti… ya es otra cosa”, reconoce Sanz. “El mejor ejemplo es el referéndum griego. Dio igual lo que dijera el pueblo”, remacha Font. Europeos sí, pero no con carné VIP.

Por último, el teatro y su situación se llevan otra buena bofetada. La obra refleja lo que vive la propia compañía en un momento en el que la multiprogramación, el IVA cultural y la precariedad asfixian al gremio. De hecho, ellos mismos son los que se tienen que preparar la cartelería o hacer la promoción. “Y con cuatro tuits en las redes sociales no basta”, sostiene Carabante. De ahí su multitarea como actores trabajando en obras de microteatro o lo que salga. Y esperando a que lleguen más bolos y tener continuidad en otras salas. En unas semanas se marcharán seis días a Montevideo. Después tocará esperar. Menos mal que, como en la obra, se lo toman con cierto humor: “Estaría bien representar la obra en Tordesillas, aunque fuera con un cordón policial”, señala Carabante. Desde luego, sería sensacional verlo.