La lectura de la Santa Teresa dj de Paco Bezerra se sigue haciendo en los escenarios como acto político
Una lectura dramatizada no es el formato escénico más dinámico que existe y no suele provocar masivas ventas de entradas. Pero este domingo el Gran Teatro Falla de Cádiz, en un día muy complicado por las alertas climatológicas y los vientos huracanados que azotaron gran parte de Andalucía, se llenó hasta la bandera para poder asistir a la lectura de Muero porque no muero, la obra sobre Santa Teresa de Jesús del autor Paco Bezerra que la Comunidad de Madrid retiró de la programación de los Teatros del Canal hace un año. Este verano de diversas censuras en ayuntamientos gobernados por la derecha y la ultraderecha, ha dado a la pieza una carga simbólica aún mayor si cabe. Además, la presencia de actrices bien conocidas por el público hizo que el espectáculo se convirtiera en el gran atractivo de este primer fin de semana del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz (FIT).
El día anterior al estreno, en los Encuentros Transoceánicos organizados por el festival, Bezerra fue calentando motores. El encuentro, moderado por la periodista Marta García Miranda, duró hora y media y también contó con el director de la lectura, Matías Umpierrez. A las preguntas de porqué esta lectura ―estrenada en la Sala Berlanga de Madrid― no había tenido un mayor recorrido, siendo la de Cádiz la tercera que se hacía, Bezerra no se mordió la lengua: “Cuando estrenamos en Madrid, todo el mundo nos decía que la obra se iba a montar. Nosotros éramos más escépticos. Nos decían también que la lectura dramatizada seguro que iba a tener una gran gira, pero no hemos recibido ninguna llamada, tan solo del FIT de Cádiz y la Cárcel de Segovia”, explicó.
Preguntado por las razones, Bezerra, Premio Nacional de Literatura Dramática 2009, afirmó que él sabía de primera mano el porqué. “Los propios directores de los teatros me dicen que tienen libertad absoluta, pero luego no se quieren reunir conmigo. O me dicen que escriba una nueva obra y que esa sí la programan. Cuando les digo que lo que tienen que hacer es programar esta, me dicen que no les interesa. ¿Pero cómo no les interesa Muero porque no muero y sí una obra que ni he escrito y, por lo tanto, no saben ni de qué va?”, se preguntó con mordacidad. “Lo que es cierto es que ha pasado año y medio desde que se censuró la obra y ningún productor privado, ningún director de teatro público de ningún signo me ha llamado nunca jamás para programar este espectáculo ni para tener una conversación”, remató.
Durante el mismo encuentro, Bezerra explicó que lo que se está poniendo de relieve con todo este proceso “es que los gestores y directores artísticos en este país no tienen la libertad que dicen tener”. “La Comunidad de Madrid explicitó que Blanca Li no era directora artística, que no programaba, que ella simplemente proponía y luego decidía quien decidía. Pero no dijeron esto solo de ella, sino de todos los directores artísticos que trabajan para la Comunidad de Madrid. Los desprestigiaron y ninguno ha dicho nada. Están callados. Impera el miedo y el bolsillo”, afirmó el dramaturgo para luego arremeter contra la empresa privada: “Ciertos productores me dicen que lo que estoy haciendo es perjudicial para el sector. No es así. Simplemente mi grito evidencia su silencio y eso les incomoda. Saben que lo que ha pasado está mal, pero tienen que financiar sus nuevos proyectos y siguen trabajando con el poder del mismo signo que propicia censuras”.
Incluso Bezerra se atrevió a dar nombres, algo muy poco usual en el sector. En la presentación de la lectura en Madrid el productor teatral Jesús Cimarro ofreció sus teatros para programar la obra, “pero cuando Cimarro llamó a Bito Producciones [la productora privada catalana que cofinanciaba el proyecto original junto a la Comunidad de Madrid], estos le dijeron que no. Bito sigue produciendo con la Comunidad de Madrid. Se han ido con el poder, les da igual el signo político, luego ellos serán independentistas y quemarán banderas en su casa, no lo sé, pero a la hora de la verdad, están con el poder. En todo este proceso también he podido ver mucha incomodidad en gente que en principio son de izquierdas”, afirmó. “Muchos conocidos en la intimidad me han señalado a la entonces consejera de Cultura, Marta Rivera de la Cruz, y a la directora de los Teatros del Canal, Blanca Li, como censores, pero luego siguen colaborando con ellos”, dijo.
Más allá de la posible dureza de las declaraciones, Bezerra también dejó translucir que, después de todo este tiempo, está constatando cómo todo el proceso ha comenzado a afectarle personalmente. “Esto, que era algo profesional, se ha transformado en algo personal. Personas que me eran cercanas ahora no lo son tanto porque mi propia presencia les incomoda, mi presencia parece que les conflictúa en las contradicciones que tienen entre lo que opinan en privado y lo que hacen profesionalmente”, confesó. El encuentro concluyó con la adhesión de buena parte del público entre los que había muchos latinoamericanos que dijeron entender muy bien la “violencia institucional” y abogaron por fomentar espacios para conversar y establecer mecanismos de cuidado. Incluso una participante afirmó: “Llevo años sin hablar, años en los que decidí callar y escucharte hoy me ha hecho coger el micrófono”.
La lectura
La propuesta teatralmente, a pesar de la cuidada música de Luis Miguel Cobo y la dirección de Matías Umpierrez, no deja de ser un dispositivo donde las actrices ―María León, Gloria Muñoz, Emma Suárez y Julieta Serrano― sentadas en una silla leen el texto en un atril. En la obra, hay poca acción dramática, el texto se reduce a un texto narrativo en el que Santa Teresa va contando su resurrección. Y, después de ella, cómo tiene que profanar sus propias reliquias para reconstruir su cuerpo descuartizado y diseminado por todo el mundo, su difícil inserción en la sociedad pues padece amnesia en un principio y no tiene papeles. Finalmente, llega el empoderamiento tras pasar por el alcoholismo, la prostitución y la heroína, gracias a su conversión en monologuista de éxito y después en dj (un guiño del equivalente a pinchadiscos en inglés como acrónimo de De Jesús) que oficia sesiones trance donde se expande una espiritualidad en la que la religión se convierte en “sed de autonomía, deseo de conocimiento y hambre de libertad”.
Las actrices estuvieron entregadas, enfatizando los giros del texto y dando vida en lo posible a una Teresa de Jesús valiente y desprejuiciada. Uno de los momentos más álgidos fue presenciar la libertad con que Julieta Serrano, a sus 90 años, ofrecía tripis a la audiencia. “Hay tripis que se llaman como yo: Santa Teresa. ¿Los han visto alguna vez? Pues aquí los tienen: tripis con mi cara. Se los pueden ir pasando y así los aprecian mejor. Por cierto, el que quiera probarlo puede hacerlo sin problema, pero les recomiendo que, si es la primera vez, empiecen con una esquinita”, decía con esa cara de madre superiora de la película de Almodóvar Entre tinieblas. Ver a esa gran dama del teatro defender con una despreocupación llena de libertad el texto fue el mejor antídoto ante los aspavientos moralistas que la obra ha suscitado en ciertos sectores.
Cuando Teresa de Jesús es ya dj y resuena la música electrónica, el público comenzó a dar palmas, buena parte de la platea incluso se levantó para bailar de manera desmelenada. El aplauso final supero los seis minutos
Al final de la obra, cuando Teresa de Jesús es ya dj y todo el Teatro Falla resonaba con música electrónica, el público comenzó a dar palmas, buena parte de la platea incluso se levantó para bailar de manera desmelenada. El aplauso final supero los seis minutos. Un aplauso de agradecimiento a las actrices pero que tenía un eco distinto, donde la ciudadanía gaditana se sitúo claramente a favor de la libertad de expresión y en defensa de la obra de Bezerra.
La tarde acabó en pura asamblea, con Bezerra hablando con el público, quien le recordaba su valentía cuando asistió a la Asamblea de Madrid donde se enfrentó al diputado de Vox, y aplaudió calurosamente cada una de sus alocuciones. Al final, una mujer, desde uno de los palcos altos del Gran Teatro Falla y sin micrófono, dijo en voz alta y clara: “Esto no es una pregunta a Paco Bezerra, es una pregunta al público, ¿alguien se ha sentido molesto o indignado por lo que se ha dicho en la obra?”. Todo el Falla contestó al unísono un rotundo “no”.
Así acabó el primer fin de semana de este histórico festival, dirigido por Isla Aguilar desde hace tres años, que ha comenzado con muchas dudas y dificultades. El espectáculo que inauguraba el FIT, Multitud, de la uruguaya Tamara Cubas, tuvo que suspenderse. Aunque en una nota de prensa el festival aducía razones climatológicas y otras circunstancias, la razón de peso son esas no explicadas “circunstancias”.
La falta de entendimiento entre la dirección y el Ayuntamiento de Cádiz, que recientemente ha cambiado de signo político (de Adelante Cádiz al PP) ha provocado una tardanza inexplicable en la licitación que permite la contratación del equipo técnico del festival, según fuentes cercanas al festival. La contratación se hizo efectiva la misma semana que comenzaba, según esas mismas fuentes. Esta circunstancia, unida a la falta de poder de convocatoria por parte de la dirección del festival, hicieron que este espectáculo que requería la participación de más de 70 voluntarios no contase con los participantes suficientes. Incluso está en duda que el siguiente espectáculo de Tamara Cubas, Ofrenda para el monstruo, proyectado para clausurar el Festival en el Teatro Falla el 4 y 5 de noviembre, pueda tener lugar. Para este espectáculo se requiere la participación de mínimo 15 jóvenes bailarines y actores, algo que a día de hoy la organización del festival no tiene asegurado, según fuentes artísticas y del festival.
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