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El Liceu encomienda su futuro a una 'Turandot' 'techie' y empoderada con estética de “cibervirgen del Pilar”

31 de enero de 1994. Sobre las 11 de la mañana la chispa de un soplete cae sobre el telón de terciopelo del Teatro del Liceu. En poco más de dos horas, las llamas lo devoran todo: el escenario, el patio de butacas, los palcos… El señorial Salón de los Espejos se salva milagrosamente de las llamas. También las valiosas obras de arte que los operarios del teatro se apresuran a “evacuar”. El gran templo de la ópera barcelonesa, de más de 150 años, es declarado siniestro total.

Cinco años después, en el mismo lugar del corazón de la Rambla, el Liceu renacía de sus cenizas. Era el 7 de octubre de 1999. En el cartel de la reapertura: Turandot, la gran ópera inacabada de Giacomo Puccini que estaba programada en la temporada del incendio y que nunca pudo llegar a representarse.

El teatro estrenaba escenario, patio de butacas, palcos. Pero también se inauguraron mejoras en los sistemas de seguridad, el gran agujero que quedó al descubierto tras el incendio y que no se cobró ningún responsable. Algo más cambiaría en el Liceu para siempre. Esa institución elitista, concebida desde su nacimiento como refugio solo de la burguesía, pasó a ser de golpe un símbolo de la cultura de todos los catalanes bajo el paraguas de las administraciones públicas que se hicieron cargo de la millonaria reconstrucción.

Esta es la fecha que los responsables del Liceu han preferido conmemorar, la del 20 aniversario de la reapertura y no los 25 del desastre. Y lo hacen de la mano de la misma ópera con la que el coliseo lírico abrió sus puertas tras la tragedia y que esta noche volverá a interpretarse y reinterpretarse.

Casi un siglo después de que Giacomo Puccini compusiera esta historia de amor en tres actos huérfana de final, el director de escena Franc Aleu, conocido por su trabajo en la Fura del Baus, la dota de movimiento, videocreaciones, 3D, robots y vestuario luminoso con luces led controladas por wifi.

La propuesta promete. En palabras del mismo Aleu, Turandot se renueva convirtiendo a la princesa de la China milenaria en una especie de heroína que es obligada a venderse al mejor postor con una estética de “cibervirgen del Pilar de dentro de 200 años”. El artista visual ha apostado en su primer trabajo como director operístico por una relectura del texto, en la que con “un simple clic” ha cambiado todo el sentido clásico de la obra, que tilda de “descabalgado de esta época” y de ser “el súmmum del machismo”. Así, ha creado una Turandot que lejos de ser una sádica es víctima del heteropatriarcado, retrata al protagonista como un acosador, ve a la esclava Liù como la liberada, y a la vez se mantiene fiel a la esencia pucciniana de la creación.

Una obra “futurista” y “high-tech” que es toda una declaración de intenciones para una institución que prefiere mirar hacia delante y que se plantea como uno de sus retos llegar a nuevos públicos a través de nuevos lenguajes.

“El arte no tiene patria”

El Liceu se atreve así con una producción arriesgada e impactante. Según el director general Valentí Oviedo, es una apuesta por la creación y quiere transmitir que el teatro “tiene que gravitar hacia donde gravita la sociedad” y debe expandirse “más allá del dorado y el aterciopelado de estas paredes”.

A la vez, señalaba a uno de los lemas que presiden el Salón de los Espejos para explicar cómo viven desde el coliseo la situación actual en Catalunya. Esta noche la clase política catalana está invitada al estreno de Turandot, pero muchos son duda ante la celebración en el Parlament de la moción de censura a la que se somete Quim Torra a petición de Ciudadanos.

“El arte no tiene patria”, ha dicho Oviedo señalando la frase situada justo sobre su cabeza. “La función del Liceu es proponer arte y que el arte abrace a todas las personas. Esta frase es el rumbo que mantiene desde su creación”, ha continuado, añadiendo que su apuesta siempre es por “la inclusión y no la exclusión”.

Esta también será la puesta de largo del nuevo director artístico Víctor García de Gomar, que acaba de llegar al cargo y que definía a Turandot y Liù, las protagonistas de la ópera, como dos “heroínas del manga” que cambian el exotismo chino por una estética “de Blade Runner”. “No se pierde la épica, la historia, pero nos acercamos con la actitud de volver a aprender las obras”, ha añadido, reivindicando también la ambición de proyección internacional que abordan con ARTE, el canal europeo que retransmitirá el espectáculo como apertura de su temporada de ópera.

Para el 20 aniversario, el Liceu también inaugura fachada, recién remodelada. Según ha explicado el arquitecto Xavier Fabre, el proyecto buscaba recuperar el espíritu de la de 1874, dando importancia a los estucos, rehabilitando las vidrieras wagnerianas de la calle Sant Pau y dotando a la fachada de un sistema de iluminación LED de bajo consumo para dar “relieve” al monumento.

25 años después de que el fuego destruyera todo, el Liceu no quiere seguir sacudiéndose las cenizas. “Un incendio arrasó este espacio físico, pero quedó una chispa creativa muy fuerte que nos ha conducido hasta hoy”, aseguraba Gomar. Una chispa con la que el Liceu quiere prender en la sociedad la idea de que la ópera también es cosa del mañana.