“Esto no lo vamos a superar en la vida. Estaremos mejor, pero nunca lo vamos a superar”. Es el testimonio de una de las víctimas de violencia machista que se inyecta en el oído de los asistentes a Macho Man, la instalación que estará en los Teatros del Canal de Madrid hasta el próximo 17 de marzo. Una propuesta que convierte la asistencia a la misma en un viaje al interior de las víctimas y que interpelan a todo el que decide entrar, cascos en mano, a escuchar sin pausas y mirar directamente a los ojos de quienes han sufrido y sufren este tipo de abuso.
La riqueza del proyecto no reside únicamente en mirar hacia fuera, sino que cuando más duele, interpela e incluso avergüenza es con la manera en que nos hace mirar hacia dentro. Hacia lo que cada uno ha visto, sentido, experimentado y hecho. “Somos protagonistas y culpables de que exista”, afirmó el director de la compañía responsable del proyecto, Àlex Rigola, en la presentación de la misma. Entre sus propósitos están la búsqueda de nuevas formas de narración escénica que permitan confrontar al público con los valores de la sociedad contemporánea. En este caso, los responsables de que la violencia machista siga perpetuándose y siga habiendo mujeres asesinadas –que no muertas- cada año.
Divididos en grupos de seis personas, los espectadores entran en un laberinto de 200 metros divididos en doce estancias. Unos auriculares ejercen de guía por el mismo, dejando que en cada espacio se conciencie sobre la violencia de género en la pareja, familia y en los entornos laboral, social y judicial. Un viaje pensado también como “experiencia educativa”, según definen sus responsables, “porque la mejor forma de hacerla desaparecer es la educación”. De hecho, por las mañanas programan visitas para colegios con estudiantes a partir de 15 años, acompañados de apoyo psicológico.
Voluntad de herramienta social
La violencia machista se ha convertido en rutina, y quizás muchas veces sea sencillo cambiar el canal de televisión, pasar la página del periódico, apagar la radio, cerrar la pestaña o pasar de largo los titulares a los que cuesta enfrentarse. En Macho Man no, porque se hace partícipe activo al que entra, que escuchará testimonios de mujeres que han sido maltratadas, se verá cara a cara con dibujos de niños que han sufrido abusos sexuales o mirará a los ojos de quienes ya no podrán volver a abrirlos.
Entre ellos, los de Ana Orantes. Durante 40 años, sufrió maltrato por parte de su marido, y lo contó en una entrevista en televisión en 1997. Describió con detalle lo sucedido, denunció a la Policía pero no le sirvió de nada. Tras divorciarse, ambos continuaron compartiendo la misma vivienda, cada uno en una planta. Dos semanas después, su exmarido la ató a una silla del jardín, la roció viva con gasolina y dejó que ardiera hasta morir, delante de su hijo de 14 años. Su caso implicó que empezara a fraguarse la llamada Ley Integral de Violencia de Género, la misma que algunos hoy se atreven a poner en duda.
Veinte años después, el caso de La Manada ha llenado también titulares y noticias, y ha sacado a las mujeres a las calles a protestar. “Recuerdo que tenía una mano agarrándome para hacer una felación y otra mano que me presionaba en la cadera”. La descripción fue parte del testimonio que la víctima dio en el juicio celebrado en 2017, y parte de una de las estancias de Macho Man, que concluye con un pantallazo de la conversación de WhatsApp con la que sus agresores amanecieron al día siguiente de las violaciones. Los cinco continúan en libertad provisional.
Y tú, ¿has sufrido alguna vez violencia machista?
Una de las estancias más impactantes del recorrido es la que simula una sala de visitas de cárcel. Aquellas en las que dos personas se comunican por gestos a través de un cristal, y han de hablar a través de un teléfono. Allí se es preguntado por la violencia machista a la que cada uno se enfrenta y ejerce en su día a día. ¿Has sufrido alguna vez violencia machista? ¿Has sido testigo de algún caso de violencia machista? ¿Has hecho algo para impedirlo? Con estas interrogaciones, que seguramente ahora para el lector se traduzcan en una línea más de uno de los tantos artículos que consultará en el día, en Macho Man se detiene el tiempo y la voz de los auriculares, para que cada uno lo medite, acepte, reaccione y revuelva. Hombres y mujeres.
El proceso de investigación de diez meses llevado a cabo por los responsables de la instalación les llevó a plantearse de qué forma debían ser canalizadas las emociones dentro del itinerario. “Tratamos de acumular los datos imprescindibles para dejar la señal de que no podemos seguir así”, aclaró Rigola. La planificación le llevó igualmente a realizar su propio viaje. “Siendo hombre te das cuenta de que el machismo está dentro de ti en todas sus capas”, reconoció, por lo que contempló como “necesidad” poner el foco en que fuera evidente “lo que hacemos y lo que dejamos que suceda a nuestro alrededor”. Ahora, en el resultado final de la obra, es el público quien se sumerge en este viaje.
Las sensaciones, reflexiones y reacciones emergen de casos reales y de datos que avalan la gravedad de lo que se critica. “Solo en el ámbito de la pareja han sido asesinadas en España casi 1.000 mujeres en los últimos quince años” es uno de ellos. “La violencia machista es considerada como una herencia patriarcal que debemos erradicar ya de nuestras sociedades”, expresan en su descripción de la obra, “antes de que su espectacularización nos anestesie definitivamente”. Y aquí entran en escena la ficción y los videojuegos.
En ambos la representación de la mujer no siempre es la acertada. De hecho, en la muestra hay ejemplos de los segundos, como Grand Theft Auto, en el que los jugadores pueden seleccionar servicios de trabajadoras sexuales -que no trabajadores- y una vez satisfechos, llegar incluso a matarlas a hachazos o quemándolas vivas, entre otras opciones a gusto del cliente. Similar es el caso de Rape Day, polémico videojuego en el que directamente se ofrece la posibilidad de meterse en la piel de un violador.
Quizás esa normalización de la violencia ejercida sobre la mujer sí pueda tener unas consecuencias en la vida real. La que no apaga con un botón ni se revive en la partida siguiente. La que no se puede abandonar si el espectador se siente incómodo, como sí permite la instalación de Macho Man.