“Quiero ver mujeres de verdad, no descritas como guapísimas”
Mujer, joven y alcaldesa. Con este papel, “defendiendo unos ideales contrarios” a los suyos, protagoniza Irene Escolar la obra El enemigo del pueblo. La función revuelve al espectador en su butaca, le da la palabra y le hace replantearse cuestiones tan establecidas y vitales como la irrevocabilidad del sufragio universal, el sentido de la democracia, la autocensura o la responsabilidad que tenemos a la hora de ejercer nuestro derecho al voto.
La actriz madrileña cuenta en su haber con el Goya a la Mejor actriz revelación que obtuvo en 2016 por la película Un otoño sin Berlín, además de la Mención Especial del Jurado en el Festival de San Sebastián por el mismo largometraje. Nació en el seno de una familia de artistas, los Gutiérrez Caba, lo que ha considerado un “privilegio” por haber crecido “rodeada de cultura” y “no haber tenido que dar ninguna explicación” para recibir su apoyo ciego en una profesión “muy bonita, pero también muy dura”.
Entró en escena con diecisiete años a las órdenes de Àlex Rigola, el mismo director de la adaptación del texto de Henrik Ibsen ahora en el Teatro Pavón Kamikaze de Madrid. Entonces interpretó a una ninfómana que se masturbaba en medio del escenario. Siendo todavía una adolescente, marcó de esta forma el camino que iba a estar dispuesta a seguir y los papeles que querría interpretar. Ya sea “dignificando a Juana la Loca” o la mujer con el máximo cargo de poder de Un enemigo del pueblo.
¿Qué tal vive ser la única mujer en escena e interpretar a la alcaldesa del pueblo?
En la obra original el personaje del alcalde es un hombre. Cuando Àlex me contó la idea de que la alcaldesa no solo fuera una mujer, sino una joven, pensé que nunca me lo habría imaginado de esta manera. Di por hecho que haría de la hija y de pronto me encontré con esta oportunidad.
Para preparármelo, leí el manifiesto Mujeres y poder, de Mary Beard, que hace un análisis sobre cómo las mujeres han ejercido el poder a lo largo de la historia. Cuenta que en el siglo I sólo hubo tres en Grecia que no fueron silenciadas en el foro. Y que para ello habían tenido que sacar su virilidad, ser fuertes, hablar un tono por encima y dejar de ser ellas mismas para convertirse en su versión masculina. Aquí hemos trabajado justo lo contrario.
¿Cómo habéis ensayado una obra en la que es tan importante la participación del público?
Ya lo habíamos vivido en Vania, función también dirigida por Àlex Rigola. Es lo más complicado, porque estamos ante unas 400 personas a las que tienes que ganarte mantieniendo su atención. No podemos permitirnos no convencerlos de verdad un día, porque se nota mucho. Estamos acostumbrados a que haya una cuarta pared que de alguna forma te protege y aquí no tenemos nada en lo que ocultarnos.
¿Y cuál está siendo el resultado hasta ahora?
Estoy muy sorprendida y agradecida, me ha devuelto la esperanza porque nunca sabes quién viene realmente al teatro. Y, de repente, con las aportaciones que escuchamos, me encuentro con gente muy inteligente, respetuosa, que se abren al debate y están dispuestos a compartir sus pensamientos con mucho criterio.
Se genera un espacio de escucha y opinión, ¿se ha convertido en una excepción dedicar tiempo a pensar y dialogar?
Siempre pienso que trabajo para gente más inteligente que yo, es mi premisa. Hace que te impliques desde otro lugar y me gusta comprobar que la gente quiere venir a hablar, siento que hay mucha necesidad de compartir y de vivir los momentos íntimos con los que estamos ahí, y no con miles de personas que están fuera, que parece que es a lo que dedicamos en nuestro día a día a través de las redes sociales. Es bonito ver que todavía existe lo que nos hacen creer que ya no existe.
También el teatro es una excepción al no permitir estar con el teléfono. ¿Lo ve así?
Es que en el teatro se experimenta una cosa que ya no se experimenta en casi ningún sitio, que es un gran nivel de intimidad. Lo comparten los espectadores e intérpretes. No hay nada entre medias. Creo que en este momento es muy importante vivir esta experiencia. Por eso el teatro está viviendo un momento tan esplendoroso. Los teatros están llenos porque la gente quiere vivir eso: sentir en la piel y no a través de una pantalla.
¿Se ha planteado qué respondería como espectadora a las cuestiones planteadas en la obra?
Con todas las conversaciones que hemos tenido desde que empezamos los ensayos he aprendido un montón de política. Me he cuestionado cuál es mi posicionamiento ante la sociedad, qué puedo y qué debería hacer yo con mi voto, si debería ser más responsable. Es difícil tener una respuesta a todas las preguntas que se ponen encima de la mesa, pero lo importante es que te inviten a cuestionarte y hacerlo.
¿Cuál cree que es el hoy el mayor enemigo del pueblo?
Todo lo que arrebata la imaginación, lo que nos hace tener menos empatía, ser menos inquietos, curiosos, conscientes y valientes.
A menudo se incide en la necesidad de cambiar la educación, pero nadie parece preocupado en modificarla. ¿Por qué piensa que ocurre esto?
Obviamente creo que hay que se tiene que hacer algo con la educación pero, ¿quién decide que sistema educativo se implanta? ¿De qué manera? Es muy difícil. Es cierto que, por desgracia, viene mucha menos gente joven al teatro porque no está dentro de sus planes. Nosotros impulsamos e intentamos que vengan, porque a la gente joven se le puede transformar mucho desde un escenario. Isra [Israel Elejalde, cointérprete de la obra] lo cuenta, él vivía en un lugar sin vinculación al teatro y en el instituto, le llevaron de excursión a ver una función que le cambió la vida. Mira donde está ahora. Ojalá se implantaran bonos culturales como pasa en Francia, que te dan 500 euros para que lo gastes en cine, teatro, conciertos o comprarte un libro.
¿Piensa que es una utopía que España se apueste por la cultura de esta forma?
Hace tiempo que tengo el lema de que hay que intentar alcanzar lo imposible. Intentarlo al menos, quiero tener esperanza y confianza en lo que viene.
¿Cómo está viviendo como mujer y actriz la explosión del Me Too y los numerosos casos de abusos sexuales que han salido a la luz?Me Too
Es algo de lo que estamos aprendiendo cada día. Ha servido para demostrar cuántos comportamientos hay asimilados que parecen lo normal y que al hablarlo, compartirlo y destapar cosas te das cuenta de que no, no puede ser así. ¿Cómo es posible que no nos lo hayamos cuestionado y hecho algo antes? Por supuesto, creo que ha habido un avance bestial, se ha abierto una caja de pandora, pero hay mucho trabajo por hacer. Yo todo lo que pueda pelear desde mi profesión, lo haré.
Lo que Álex ha hecho dándome este personaje femenino es un ejemplo de buena práctica. Que se empiece a ver en el imaginario colectivo a la mujer con un rol igualitario al del hombre en todos los sentidos y todos los aspectos. Lo mismo con el lenguaje, en la función se pronuncia “a veces el hombre más poderoso es el que está más solo”, al escucharlo en los ensayos a todos nos rechinó, esto en otro momento no hubiera pasado. No es el hombre, sino la persona que está mas sola, así que lo modificamos.
Aquí interpretas a una alcaldesa pero, ¿se ha visto igual de representada e identificada con otros papeles?
Soy consciente de que soy una privilegiada. A lo largo de mi carrera, sobre todo en teatro, he tenido la suerte de hacer personajes inmensos. Desde el momento el que puedo elegir qué espectáculos hacer y cuáles no, estoy lanzando un mensaje. Porque es mi manera de expresarme y donde encuentro mi mayor libertad de expresión. Nunca he sentido que no tuviera un lugar en el que expresarme con el mismo peso que mis compañeros.
En televisión tuve la posibilidad de al menos intentar dignificar a Juana la Loca. Dejar de contar la versión romántica de la mujer que estaba loca de amor, sino la de la persona con un desequilibro causado por un maltrato. ¿Por qué se le anuló de esa manera? ¿Cómo puedes llegar a generarle a alguien un trauma tan grande? La pena es que se le recuerde como la loca cuando fue reina.
¿Siente que está cambiando la forma de representar a las mujeres?
Tenemos una gran lucha por cambiar los roles femeninos en cine y televisión, a mí nunca me han llegado personajes tan buenos como en el teatro. Quiero ver mujeres de verdad, mujeres que no estén descritas como guapísima, luminosa o bellísima. Quiero mujeres inteligentes, que sufren, con traumas, con mucho sentido del humor, con otras muchas características al margen de lo físico.
Con 17 años interpretaste a una ninfómana que se masturbaba en escena. ¿Por qué parece que cuesta tanto normalizar y plasmar la sexualidad femenina en pantalla?
No lo sé, supongo que tiene que ver con la liberación en todos los niveles del hombre frente a la mujer. La mujer siempre ha estado más cohibida, con mucha menos posibilidad de experimentar todo, su sexualidad también. Lo bueno es que ahora hay una explosión y todo está más modernizado. Pienso en mi tía Julia, que rodaba bajo la tijera de la censura en los Estudios 1, si enseñaba un poco la espalda le ponían un chal.