El fin de semana se estrenó en Madrid el nuevo espectáculo de Sergio Peris-Mencheta: Ladies Football Club. Once actrices en escena que, con oficio, energía desbordante y capacidad vocal, se ganaron al público con esta historia de unas obreras de una fábrica de armas que durante la Primera Guerra Mundial alcanzaron popularidad y liberación a través del futbol.
Acabó la noche con el público en pie, jaleando a las actrices y al propio Peris-Mencheta. Gran formato, de elenco y producción, gran tirón de público (el espectáculo ha colgado el cartel de “todo vendido” para las 15 funciones en la capital) y un auditorio que, si bien no estuvo eléctrico durante las más de dos horas y cuarto de duración del espectáculo, se mostró entregado de manera absoluta al final de la función. Se vivió en los Teatros del Canal lo que se denomina un éxito teatral.
El director de escena Peris-Mencheta logra así un año redondo. Su anterior montaje Una noche sin luna, obra escrita e interpretada por Juan Diego Botto, es la gran favorita a los Premios Max con cuatro nominaciones, entre ellas la dirección. Pero no es oro todo lo que reluce en Ladies Football Club. La obra, parapetada en una solvente producción y camuflada en una innumerable sucesión de trucos y en un frenético movimiento en escena que se quiere hacer pasar por ritmo, esconde numerosas deficiencias.
El montaje se basa en el texto escrito por el dramaturgo florentino Stefano Massini, Ladies Football Club, autor que ya utilizó Peris-Mencheta en su anterior montaje, Lehman Trilogy. Massini es hoy uno de los principales autores de Europa. A principios de siglo, Luca Ronconi, uno de los grandes directores de teatro italiano, lo acogió en el Piccolo Teatro di Milano, teatro al que estuvo ligado hasta hace dos años como asesor teatral. El año pasado el Piccolo montaría, con dirección de Giorgio Sangati, esta misma obra pero con una gran diferencia: el montaje se basaba por completo en el texto, texto que era mimado y dicho por una de las grandes del teatro italiano, Maria Paiato. La propuesta de Peris-Mencheta es la contraria y busca en todo momento la espectacularidad en una estructura de musical acelerado donde los textos se dicen por todas las actrices en una competición de rapidez sin sentido, como un coro polifónico que va disparando texto.
La historia que Massini nos acerca, a través de la ficción documentada en hechos reales, es la historia de las munitionettes, las mujeres que durante la Primera Guerra Mundial sustituyeron a los hombres en las fábricas de armamento. Unas mujeres que decidieron comenzar a jugar al fútbol en los patios de las fábricas y consiguieron formar equipos y llenar estadios con más de 50.000 personas. Se convirtieron en verdaderas heroínas de un pueblo inglés que cuando acabó la guerra quiso mandarlas a sus casas de nuevo. Nada volvería a ser igual, aunque se les prohibiese jugar en los campos profesionales de la Asociación Inglesa de Fútbol hasta 1971. En 1928 llegaría el voto a todas las mujeres mayores de 21 años.
Massini recoge las historias de cada una de las jugadoras. Del ritmo y el mimo con que Massini nos va contando las historias de estas trabajadoras, la hija de un religioso, la de un aficionado al fútbol, la de una solterona, la de una comunista convencida, etc., en el montaje de Peris-Mencheta solo queda la caricatura. Nada de la escritura delicada del italiano. El texto se maltrata en un ritmo sin freno desde el comienzo, todo tiene que ir rápido, ser dinámico, sin pausa. El texto de Massini es dinámico y fragmentario, pero tiene pausas, va meciendo al lector, llevándole a la reflexión y la emoción con cada personaje. En cambio, en escena, se grita y se corre y, lógicamente, se cae en la caricatura acentuada por una dirección de actrices que busca el histrionismo facilón y compuesto a base de tópicos y gesticulación fácil. Esto impide apreciar los subtextos de la obra de Massini, la fina reflexión política, el paso del tiempo, la complicada situación de la mujer y del obrero en una sociedad jerarquizada, clasista y patriarcal hasta la muerte. En este Ladies Football Club todo se vuelve brocha gorda, se ensalza el chiste, se borra la reflexión surgida del arte de la composición literaria, se borra el manejo del tempo teatral, del silencio, de la pausa, del matiz, de la mirada.
Peris-Mencheta es un director afamado por su puesta en escena y el ritmo de sus obras. Y a esto mismo parece apostar todas las fichas en este montaje. En esta ocasión a pesar de la buena producción musical, de la dotación vocal de las actrices, ese ritmo es a costa de todo, a costa de la presentación de los personajes, del poder respirar del público, de cualquier distancia necesaria para poder acompañar lo que transcurre en el escenario. Las escenas de futbol, espídicas y con aciertos de puesta en escena, llegan tras más de una hora de obra de no parar de correr y moverse de un lado a otro, y ahí entonces se decide poner más luces, más gritos, más hipérbole. El asunto no tiene fin durante toda la obra, se intenta que el espectador se monte en cada ola propuesta cada cinco minutos, se le trata como alguien ávido del consumo de sensaciones fuertes y perfila así la relación que se le propone, la del subidón continuo. El asunto llega a su cenit con un último número musical, compuesto en espiral ascendente, vocal y lumínica, que buena parte del público aplaudió como el final de la obra. Qué va, era el penúltimo truco teatral, la síntesis de cómo plantea este director su relación con el público.
Temática con fondo político, supuesta identidad de clase y supuesto corte feminista que, además, se apoya en once actrices en donde encontramos un buen surtido de proveniencias del teatro, el musical, la televisión o la música. Nombres del teatro como Silvia Abascal, Ana Rayo o Nur Levi, del musical como Andrea Guasch, del cine y la televisión como Diana Palazón o Carla Hidalgo. Iluminación de David Picazo, composición musical de Litus Ruiz y dirección musical de Joan Miquel Pérez, y escenografía Alessio Meloni; la producción es de primera. Y además cuenta con el favor de un amplio público. Pareciera que nada hay reprochable y lo que hay es trabajo, talento, olfato y buen hacer. No es nada fácil hacer una producción de este calado desde la iniciativa privada y Peris-Mencheta afronta esta aventura desde su productora Barco Pirata, la asociación con Producciones Rokamboleskas y la coproducción de Teatros del Canal. Nada que reprochar. Se trata simplemente de enfocar la mirada y situarse ante el tipo de producto cultural propuesto. Peris-Mencheta elige bien los temas, lo hace de una manera nada inocente, desde una izquierda bien pensante pero con olfato comercial: primero fue un Lorca, luego el santo y pérfido mercado, y ahora el feminismo obrero alineado con el fútbol femenino. La fórmula es perfecta, se viste de producción de primera y a vender. El contrapunto es qué queda cuando quitas el envoltorio.
Al concluir la función del estreno, el propio Peris-Mencheta salió a agradecer al público y a su equipo el esfuerzo. Y, sin poder evitarlo, criticó la falta de apoyo que su teatro necesita en España, apuntando, dejando entrever, que no era suficiente el apoyo recibido por el teatro público que le estaba alojando y coproduciendo. Los comentarios de este tipo, las quejas en redes y otros medios de este director denunciando la falta de apoyo a este teatro, son numerosas y habituales. Lo cual es lícito, posiblemente su teatro consiga muchas subvenciones. El concepto en este país del apoyo a la cultura desde las instituciones públicas, que tiene más en cuenta la rentabilidad que otros parámetros, le respalda. La industria teatral necesita éxitos, entradas pagadas —la SGAE se muere por ellas—, tanto en cine como en las escénicas. Es un debate eterno. Y Peris-Mencheta, con este montaje vestido de seda y con sus continuas reivindicaciones, lo abre y lleva a la reflexión. Por lo menos ahí lo consigue.