Núria Espert, premio Max de Honor 2024: “No estoy preocupada con las censuras, no se atreverán, no les dejaremos”
Llega con la voz tocada, preocupada por la función del sábado. Detrás, 75 años de trayectoria. Por delante, las funciones que quedan este mes de su último montaje, La voz del aire, y un nuevo proyecto que anuncia en el encuentro que ha organizado la Fundación SGAE para celebrar que este año se le entregará el premio Max de Honor, que el año pasado recibió Tricicle.
“Dentro de poco podré contar más, pero es una obra de Wajdi Mouawad, el autor de Incendios”, dice la actriz sobre su próximo trabajo. “Vamos a hacer un texto suyo y eso me tiene ya estudiando por la noche y aterrorizada. Siempre que comienzo algo nuevo tengo mucho miedo e inseguridad. Luego ya la cosa va calmándose, si no, sería imposible”, explica.
Con respecto al Max, Espert afirma que “es un premio deseado”. “Me apetece mucho porque es el premio que nos damos a nosotros mismos. Este premio dentro de la profesión tiene un prestigio enorme, no será un premio que acapare portadas, pero la profesión lo valora, lo discute, se alegra, se enfada…”. Espert, Premio Nacional de Teatro en 1985 y Premio Princesa de Asturias de las Artes en 2016 entre una larga lista a lo largo de su vida. Sorprendentemente no había ganado nunca una manzana de los premios del teatro que otorgan los autores aun habiendo estado nominada en cuatro ocasiones: “Pienso que ha tardado tanto porque durante años estuvimos con unas giras tremebundas, sin pisar España en meses, creo que esa es la única explicación”.
Con 89 años, la barcelonesa Núria Espert está de enhorabuena por partida doble. El 18 de marzo recogerá en la Embajada de España en Londres el título de haber sido nombrada doctora honoris causa por el Royal Center School of Speech and Drama, la gran casa de la actuación en Inglaterra por donde han pasado nombres como sir Laurence Oliver, Harold Pinter, Julie Christie o Martin Freeman. “Figuraos cómo está mi interior de agradecido y emocionado. Es la escuela por donde han pasado todos los grandes actores ingleses de los que yo estoy enamorada, no encuentro palabras para expresar la admiración que tengo por esos actores. Iré a buscarlo con mis hijas, con mis nietas, con mis amigos… Todos a Londres, a emocionarse y a coger fuerzas para el montaje de Mouawad”, afirma.
Censura y feminismo
La Espert no ha perdido humor y saber estar, frente a preguntas como qué papel se ha quedado con ganas de hacer, responde rápida y con guasa: “Estoy pensando en Cleopatra, creo que ahora es el momento ideal para hacerlo, siempre quise y nunca pude”. Cuando le preguntan qué es lo que la diferencia de otros actores y actrices espeta: “Suerte”, para luego rematar, “bueno, suerte y mucho trabajo”. Y cuando le preguntan si le preocupan las censuras a obras de teatro que han ocurrido en los últimos meses en España zanja el tema con un sólido: “No, no me preocupa. No se atreverán, no les dejaremos”.
La actriz catalana vive un momento dulce, sobre todo porque sigue en escena. “Con La voz del aire ha aparecido la gran sorpresa. Cuando tenía 18 años hice Medea en Barcelona, fue un trabajo que me marcó muchísimo, desde ese momento yo misma me sentía una trágica. Mi repertorio todo él es dramático, pero con esta obra he tenido la oportunidad de ser divertida, de ser malvada y de reírme de mi sombra. Mi público había ido con el pañuelo preparado para llorar, pero desde el minuto uno lo ha tirado y ha habido grandes carcajadas. Desde el primer día me dijo que sí, y ese calor me hace sentir muy querida”, explica.
Núria Espert creó en 1958, en una España netamente machista, la Compañía Núria Espert con su marido, Armando Moreno. Fueron años donde comenzaron a llegar los éxitos con obras de Eugene O’Neill o Alejandro Casona. Pero también de dificultades como el Hamlet que estrenó en 1960 en el que ella interpretaba al príncipe de Dinamarca y donde la crítica no le perdonó la transgresión.
O cuando ya en 1969 comenzó a trabajar con uno de sus grandes directores, el argentino Víctor García. Iban a estrenar en Madrid un programa doble con Las criadas de Jean Genet y Los dos verdugos de Fernando Arrabal. El estreno que iba a realizarse el 7 de febrero en el Teatro Reina Victoria de Madrid nunca llegó a realizarse. La censura lo prohibió debido a la obra de Arrabal. Un mes más tarde, Las criadas se pudo entrenar en el Teatre Poliorama de Barcelona. La crítica abjuró de la propuesta. Y no fue hasta que el montaje fue invitado al Festival Internacional de Teatro de Belgrado, consigue un sonorísimo éxito y se lleva el premio al mejor espectáculo, que la obra puede regresar a España donde, curiosamente, se convierte en el éxito de la temporada y en uno de los hitos del teatro español del siglo XX.
Años de pico y pala que, al recordarlos, ahora Espert comenta que “fueron tiempos difíciles que compartí con la mayor parte de los españoles, tiempos de sufrimiento, de frustración, pero de apretar los puños y tirar para adelante. Los que siguieron con los puños abiertos y lamentándose, desaparecieron”. Cuando se le pregunta si se siente pionera del feminismo, contesta rotundamente “sí, incluso antes de que se inventase la palabra”.
Ahondando en el papel de la mujer en esos tiempos Espert razona que no es tan difícil como pudiera parecer: “Mi profesión es una de las más avanzadas en cuanto a darle a la mujer su sitio. Si el libro dice ”entra Rosaura“, tiene que entrar Rosaura, no puede entrar Pedro o Romeo, tiene que entrar esa mujer. Y si el papel es largo no podrán discutirle el salario como en todas las fábricas, como le pasó a mi madre cuando trabajaba en una fábrica de tejidos. En el teatro no tenía otra que optar por mujeres que se acercaban a la cultura y luchaban por ella”, razona.
Además, confiesa que eran “desvergonzadas”. “Recuerdo lo terrible que fue cuando las actrices firmamos un documento diciendo que todas habíamos abortado por propia voluntad. No nos encerraron en la cárcel. Nos regañaron mucho, mi marido estaba furioso, se asustó, pensó que era una provocación. Y lo era. Pero no trajo consecuencias y es una de las veces de las que me siento más orgullosa”, recuerda Espert de la declaración de la Agrupación Feminista en 1979 que firmó un centenar de artistas ante el juicio a 11 mujeres en Bilbao y las detenciones que se habían producido en Cerdanyola. Un manifiesto que también firmaron personas como Cristina Alberdi, Rosa Regàs, Cristina Almeida, Anna Maria Moix, Lola Gaos, María del Mar Bonet, Esperanza Roy o Enma Cohen.
Medea de Eurípides, Yerma de Federico García Lorca (con las que llegó a las 2.000 representaciones), La buena persona de Sezuán de Bertold Bretch, ¿Quién teme a Virginia Woolf? de Edward Albee, El rey Lear de William Shakespeare, la dirección en Londres de La casa de Bernarda Alba, interpretada por Glenda Jackson, su dirección de óperas de quien ahora su nieta, Bárbara Lluch, ha cogido el relevo… La carrera de Núria Espert da vértigo. El día 1 de julio la actriz recogerá el premio en el Auditorio Adán Martin de Tenerife, donde se celebrará los premios este año. Se augura uno de los aplausos más entregados y largos de estos premios que llegan a su 27º edición.
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