La “herida colectiva” del asesinato de José Couso llega a las tablas
“La cámara no dejará de grabar”, repite insistentemente la actriz Marta Alonso. Y la cámara sigue ahí grabando al público. No la ha apagado la metralla ni el fuego amigo. No dejará de enviar información por mucho que algunos insistan en silenciarla. Este es el final esperanzador de El fuego amigo, la obra de la compañía Vuelta de Tuerca, escrita por Juanma Romero, y que retrata “la herida colectiva”, según sus palabras, del asesinato del cámara José Couso en el hotel Palestina de Bagdad aquel 8 de abril de 2003. El montaje se puede ver este fin de semana y el próximo 26 de mayo en el Teatro del Barrio de Madrid dentro del Festival Surge.
“Es una obra que ya tenía en mente desde hace ocho años, aunque empecé a escribirla hace dos. Sin embargo, creo que le doy vueltas desde que ocurrió, porque me impactó. Nos impactó a muchos”, relata Romero a eldiario.es. La obra testimonializa el atentado mediante un monólogo poético e intimista, ayudado en gran parte por la labor performática de la artista Beatriz Vaca (Narcoléptica).
“Hay una parte que son testimonios, de todo lo que contaron periodistas que acompañaban a José como Jon Sistiaga, Olga Rodríguez y Carlos Hernández, pero también hay partes muy personales, porque el teatro no narra el trauma, sino que indaga en él. Cuando la escribía tuve dos niños, y quería mostrar también la vivencia de traer a un niño al mundo, y lo que cuesta traerlo”, comenta Romero.
“Jugar con la cámara azul y naranja”, recita Marta Alonso al comienzo de la obra. Son las primeras pinceladas poéticas que rezuman a infancia. Es la de un niño enamorado de las cámaras, que después será un adolescente y luego un joven siempre con la cámara al hombro. Y se ofrecen fogonazos de diversas experiencias. “Estábamos en su visor en Galicia, estábamos en su visor en la playa. Estábamos en su visor en la II Guerra del Golfo”, prosigue el monólogo que también recuerda la foto de los tres de las Azores –José María Aznar, George Bush Jr y Tony Blair- mientras un tanque de juguete se pasea por el escenario.
Se descorren entonces unas cortinas y se abre un baúl del que tanto la actriz como la artista musical van extrayendo objetos para construir el mapa de la ciudad de Bagdad. Un cable azul hace las veces del río Tigris. Otras piezas son los museos y universidades incendiados por los bombardeos. Otras reconstruyen el hotel Palestina, donde se alojaba la prensa internacional. “Estamos en la habitación 1403. Enviamos la mejor de nuestras crónicas. No, estamos en la de Televisa, ¡la cantina mexicana!, no, estamos en la de Antena 3. No, estábamos en su risa contagiosa”, avanza el texto.
En aquel hotel se quedaron cincuenta periodistas para dar cuenta al mundo de lo que estaba ocurriendo. “La noticia ha de ser la masacre, no la victoria”, narra la actriz. Allí conocieron la muerte del reportero Julio Anguita Parrado. Sabían que la ciudad iba a ser arrasada por las tropas estadounidenses, pero se quedaron, aunque ya hubieran sido bombardeadas dos sedes de medios árabes como la de Al Jazzeera.
“La idea del mapa de la ciudad surgió en los ensayos. Cuando teníamos que contar los hechos apareció esta idea. También es un homenaje a la ciudad, porque era una ciudad como cualquier capital, con sus museos, ciudades, ministerios”, indica el director del montaje. Y es desde ese mapa desde el que se cuenta cómo estaban desayunando en el hotel, cómo un acorazado se dirigió desde el otro lado del Tigris a través de un puente, cómo se produce el trallazo del mortero.
“La información es una amenaza”, se afirma en el texto. “Quería contar cómo ocurrió porque creo que a estas alturas está bastante claro”, añade Romero. Después, música. Y luego, una escoba para limpiar todas las piezas de la ciudad arrasada. “Una imagen que nunca se pudo ver en televisión porque después de aquello ya no quedaron periodistas. Lo único que vimos fue la caída de la estatua de Sadam Hussein”, resalta el director.
La tercera parte cuenta la lucha de los amigos y familiares de José Couso por hacerle justicia. “El gobierno de Estados Unidos asegura que fue un error. ¡Y no dicen nada más!”, se grita desde el escenario. Y comienzan las manifestaciones ante la embajada de EEUU. La querella ante la Audiencia Nacional, el Tribunal Supremo, el Tribunal Constitucional, el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo. Las manifestaciones otra vez. “La ira es nuestra ofrenda. Los asesinos no querían que hubiera imágenes”, recita la actriz que recuerda el motivo de la lucha: la reforma de la ley de justicia universal para que los asesinos de Couso puedan ser juzgados en España. “Son 16 años sin José, pero no perdemos el ánimo”, cierra el monólogo.
Los familiares leyeron el texto antes del estreno. “Se emocionaron mucho”, afirma el director que también reconoce que le dio pudor enviárselo “porque no nos conocían de nada”. Pero para ambas partes había una cuestión clave: señalar la batalla por conseguir la reforma de esta ley. “Lo más probable es que aunque se reformara las tres personas a las que se acusa no vinieran nunca a España, pero no vamos a dejar de intentarlo”, manifiesta. Y mientras tanto, hay una cosa que tiene clara: “La cámara no dejará de grabar”.