Othello se estrenó en 1604 cuando Shakespeare ya había representado Hamlet y tenía el público a sus pies. “El moro de Venecia”, como se llamaba al personaje protagonista, ha sido adaptada y leída durante cuatro siglos como la gran tragedia de los celos. O como fue definida la adaptación de TVE en 1972: “la gran tragedia doméstica”.
Ahora Marta Pazos dirige una nueva versión, de la mano de la compañía gallega Voadora. Se estrena en el Teatro de la Abadía de Madrid y estará en cartel hasta el 6 de junio. Solo que esta vez es Desdémona quien relata la crónica de su asesinato. La intención: sacar lo doméstico de la sombra, y arrojar luz a los malos tratos, así como hacer de lo supuestamente privado un problema público.
Según la directora, Othello forma parte de nuestro acervo popular y esa es la grandeza de los textos de Shakespeare, que siglos después, cambios tecnológicos y revoluciones sociales mediante, sus obras siguen representando conflictos morales y sociales de primer orden. Othello baila en escena El negro zumbón mientras su subordinado Yago, relegado a alférez, llena su pecho de odio al “moro”.
Yago es el gran protagonista del texto de Shakespeare, y como Marta Pazos señala, “desde una masculinidad tóxica” pretende acabar con la felicidad de Othello convenciéndole de que su mujer, Desdémona, tiene escarceos amorosos con Casio, teniente del ejército de Othello. A Yago le da vida la actriz Ana Esmith, que según Pazos “es otra forma de traer la visión desde las mujeres y darle espacio a las mujeres. En la historia del teatro siempre ha sido interpretado por un hombre”. Según la directora, “es uno de los personajes más golosos para un actor. Cuando le dije a Ana que sería Yago se sorprendió, decía que nunca había pensando en ser ese personaje, es una posibilidad que a las mujeres nunca nos dan. ¿Y por qué no?”.
La directora tenía claro que quería contar la historia desde los ojos de Desdémona y su doncella Emilia: “En el texto original está contado por los hombres blancos de mediana edad, que eran quienes tenían los privilegios. Othello es un falso protagonista, además es otra victima que luego será el gran verdugo”. “Al traer la obra al presente era esencial darle la voz a las sin voz. Tanto a Desdémona por la violencia machista, como a Othello por la islamofobia y el racismo que sufre”, explica.
Chumo Mata es el actor que lo interpreta, mientras que Mari Paz Sayago da vida a Desdémona. “Dos semanas antes del estreno, Marta pensó que mi personaje tenía que relatar toda la obra, así que por mi parte ha sido un esfuerzo tremendo porque me he tenido que aprender todos los papeles”, cuenta la actriz. Vemos a Mari Paz Sayago hablar por todos mientras ellos mueven los labios como marionetas del sistema patriarcal y racista que, en el fondo, sigue vigente y gobernando.
Ella es el centro y la voz, es la gran víctima de todos los odios y “en el texto de Shakespeare la matan con una acotación. Desdémona es ahogada por Othello, pone textualmente. Y ya. No hay ni siquiera acción. En nuestra versión, su visión es la protagonista”, cuenta la actriz. Aquí, como puntualiza la directora, no es una cuestión de buenos y malos, “se trata de comprender por qué los personajes hacen lo que hacen. Los personajes son arquetipos que podemos reconocer en nuestra sociedad actual. Por ejemplo, Yago es fruto de una educación machista y tóxica, su conflicto es con el rango y el estatus que una persona negra tiene por encima de él”.
“Desdémona es un personaje muy maduro respecto a otras mujeres shakespearianas que pueden estar en esa misma tesitura, como es Hermia en El sueño de una noche de verano. A ambas sus padres no las dejan casarse con quien aman. Pero Othello arranca con la desobediencia de Desdémona, ella se casa a escondidas con un hombre que su padre por racismo repudia”, cuenta Marta Pazos. La directora sostiene que en el texto original el personaje de Emilia “tiene unos parlamentos que parecen sacados del 8M”. A Emilia la interpreta Ángel Burgos (con precioso bigote), que consigue que este drama sea una comedia conmovedora.
Mari Paz Sayago, que había trabajado en otras adaptaciones de Shakespeare, pero que se estrena en el imaginario y puestas en escenas de la compañía Voadora, cuenta que “cuando Marta me dijo que íbamos a hacer una comedia, yo que conocía la obra, pensé que era imposible. Pero ella me decía que confiara, y sí, tenía las claves del humor muy bien delimitadas. Y vemos comedia en algo tan dramático y actual como es la violencia machista o la islamofobia”. La risa no está reñida con mover neuronas.
Este Othello tiene temazos y bailes, repartición de caramelos al inicio, metros y metros de velos rosas que hacen que escenas se vean “veladas” y nos sintamos unos voyeurs. Tiene originalidad en todos los actos y diálogos, y muchos recursos plásticos que recuerdan que la directora viene precisamente de ahí, del mundo del arte. Uno de esos elementos es el pañuelo bordado de fresas que Othello regaló a Desdémona y que es la falsa prueba de su infidelidad con Casio. “Es el objeto capital, el símbolo de la pureza, el pañuelo nos habla del tiempo y los espacios de las mujeres. Puede recordarnos a la tradición gitana, y tiene un peso narrativo importante porque es el desencadenante de la muerte”, señala Pazos. Una de las escenas más visuales y apoteósicas es la lucha final entre Casio y Rodrigo, ambos se desnudan y se linchan a manotazos acabando los cuerpos marcados y colorados por las manos del contrario.
Es una marca de identidad: la compañía gallega sabe buscar elementos originales y gráficos para representar los conflictos del texto. Como el veneno de los celos, que Shakespeare explicita con la frase “los celos son un monstruo de ojos verdes”. Un verde que empieza siendo un guante en la mano de Yago, que quiere picar y ahogar a Othello, celos que en escena se trasladan y escenifican con un gusano-globo verde que ocupa casi todo el escenario.
La exageración, la hipérbole, el cambio de roles masculino-femenino en los personajes, hacen que además de entretener y revisar este clásico, la risa acompañe a la reflexión. En palabras de Pazos: “En el texto yo encuentro contrastes, complementarios y binomios. El universo shakespeariano está repleto de contrarios: el negro y el blanco, la verdad y la mentira, la luz y la sombra, la fuerza bruta versus la delicadeza. Así que pensé que la forma de materializarlo fuera por contraste: como es un drama me parecía oportuno tratarlo como comedia. Ha sido lo más complejo, el mayor reto, porque leíamos el libreto y no teníamos ganas de reírnos, pero ha sido un acierto”.