Paco Bezerra, dramaturgo: “Santa Teresa hoy escupiría en la cara de los que dicen defenderla”
Este almeriense, de verbo indómito y look moderno –“tengo el hándicap de mi aspecto, nadie se cree que soy dramaturgo, no me toman en serio”– no es un dramaturgo al uso. Su teatro es irreverente y crítico con el ser contemporáneo al mismo tiempo que humano y compasivo. Eso ha quedado de manifiesto en el conflicto que vive, desde principios de verano, con los Teatros del Canal, dependientes de la Comunidad de Madrid. El Gobierno autonómico retiró de la programación, antes de anunciarla, su obra Muero porque no muero alegando “desequilibrios presupuestarios”. Pero Paco Bezerra no piensa que ese sea el verdadero motivo. Tampoco la oposición.
Bezerra junta la visión atávica de un niño del Cabo de Gata que creció en un mundo donde superstición y religión se daban la mano, con una mentalidad moderna que detecta la injusticia y la ignominia a la primera. Su escritura es literaria. Bezerra escribe sin una acotación. “No escribo teatro, escribo literatura dramática”, dice. “Luego si alguien quiere montarlo ya decidirán qué tienen que hacer, no es mi trabajo”, añade. Vive exclusivamente de lo que escribe: “Del 10% de la taquilla de las obras que estreno”.
El autor se implica en sus proyectos hasta el final. “Si no te mueves nadie te estrena, es muy arduo, llevo veinte años escribiendo y once estrenando. Al principio me cerraron todas las puertas, este es un mundo muy endogámico”, explica este autor que fue premiado por su obra Dentro de la tierra con el Premio Calderón de la Barca en 2007, sobre la explotación de la mano de obra inmigrante para el cultivo bajo plástico, y más tarde con el Premio Nacional de Literatura Dramática. La obra tardó más de diez años en estrenarse.
Luego llegarían otras como Grooming (2012), una obra sobre el ciberacoso a menores que protagonizó Antonio de la Torre y que el año que viene verá la luz como película dirigida por Pablo Maqueda. O Mi pequeño poni (2016), sobre el acoso escolar, que se ha montado por todo el mundo. Paco Bezerra lleva estrenando una obra cada año desde hace 11. “Este año no”, comenta con sorna. Ha dejado Madrid y dice vivir en itinerancia; “escribir puedo hacerlo en cualquier parte”, asegura.
Sigue escribiendo una pieza que comenzó hace más de diez años, sobre Palomares, sobre el plutonio. El proceso de escritura de Muero porque no muero, ¿comenzó también hace mucho?
Todo empezó en 2015 como un encargo del V Centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Me buscaron. De Santa Teresa nunca había leído nada. Querían una obra, podía ser moderna, pero tenía que estar pegada a la figura de Santa Teresa. Pedí tiempo para pensarlo y fui a comprarme El libro de la vida. Comencé a leerlo e inmediatamente lo compré todo, Las moradas del castillo interior, Camino de perfección, Fundaciones… Me di cuenta de que no era la Santa Teresa de la que nos habían hablado. Hasta que un día, una famosísima actriz me llamó y me dijo que no firmara con ellos, que me fuera con ella. Era Concha Velasco. Así que acepté, presentamos la obra para la temporada del Teatro Español cuando lo dirigía Pérez de la Fuente. Seguí escribiendo, hasta que un día salió en los periódicos que Velasco iba a estrenar otra obra. La llamé, nunca me contestó ni me devolvió las llamadas. No firmé, nunca recibí nada por el trabajo realizado. Me ha pasado como ahora, que trabajé para financiar la obra, para buscar director, productor, financiación. La vida de los autores es así en este país. Con esta obra ya van dos veces.
¿La obra de 2015 era diferente a que los Teatros del Canal programaron?
Era otra versión, más ortodoxa. Santa Teresa no volvía al presente. Perder aquella producción fue una posibilidad. Durante la pandemia, viendo una película en que había un cuerpo descuartizado, se me ocurrió comenzar de este modo, con Santa Teresa sin miembros, teniendo que ir por todo el mundo recuperando uñas, dedos, brazos, pies… Cuando ella murió, fue desmembrada y su cuerpo esparcido por medio mundo. Me fui corriendo al cajón, saqué el texto y comencé a rescribirlo con ese comienzo, como si Santa Teresa fuera Terminator, un cíborg que para volver a la vida tenía que ir profanando y robando las santas reliquias de su propio cuerpo.
¿De qué le sirvió este nuevo acercamiento a la figura de Santa Teresa?
Me sirvió para poder reflexionar sobre lo que había cambiado España en los últimos 500 años y en qué otras cosas seguíamos prácticamente igual.
¿Qué es lo que más le interesa de la figura de Santa Teresa?
Que era una rebelde. Santa Teresa hoy escupiría en la cara de los que dicen defenderla. Ella llegó al convento porque era una rebelde que no quería casarse. Huía de las manos de los machos. Era una antisistema. Y lo que hace cuando se mete en la Iglesia es dividirla. Se da cuenta que los conventos son colegios mayores de señoritas pijas de Castilla, donde todas siguen manteniendo un novio e incluso salen los fines de semana para pasar una rica noche. Ahí, Santa Teresa se rebela y las acusa de llevar una vida contraria a la palabra de Dios y el ejemplo de Jesucristo. Divide la iglesia para quitarle los privilegios a todo aquel que no los merece. Fue ella la primera en crear casas okupas de mujeres. Por eso, cuando en mi obra llega a una casa okupa, a una de esas casas que ni un hombre puede entrar, aunque sea homosexual, Teresa se dice a sí misma: “Pero si esto es lo que hice yo en mi tiempo”.
En su obra Santa Teresa es prostituta, drogadicta, dj… ¿Se trata de humor?
Claro que no. Ella va a la casa okupa y se siente como en casa. Ve los tripis con su cara, que son más famosos que los batman o los supermán, y entiende de qué va eso. Oye música trance y sabe y reconoce. Por eso se hace dj. Es ahí cuando entiende cuál es el sentido de su vida en nuestro presente. Hoy Santa Teresa no estaría con los señores de Vox, estaría con las lesbianas en una casa okupa, escuchando música trance y comiendo tripis, porque eso es lo que a ella le gustaba, lo describe en sus obras. Cómo podemos pensar que Santa Teresa iba a aceptar ser patrona de la Sección Femenina de Falange, un sitio donde te enseñaban a servir a los esposos cuando ella dijo que antes muerta que casada con un hombre. Qué creen que pensaría al verse despedazada y diseminada por todo el mundo, al ver que su brazo iba en una hornacina preparada en el coche oficial del dictador Franco. Se imaginan qué haría si ella viese que la han convertido en santa de la raza, ella que era judía y que su abuelo la fue educando como tal por debajo de la mesa. Todo tiene que ver con la deformación que de ella se hace en las narrativas que se imponen en este país a partir del siglo XVII.
¿Cómo aborda el tema de las visiones de Santa Teresa en la obra?
Santa Teresa tienes visiones porque se come unos pedazos de pan de centeno podrido con unos hongos tremendos. Ella, para dar ejemplo de voto de pobreza a las demás hermanas, se comía siempre el último, el que tenía más hongos. Y ahí escribe que vio al demonio, y describe las puertas del infierno ¡Claro que lo vio! Vio al demonio entero. No mintió. No paraba de verlo. Aquel sapo gigante que dice que vio en El libro de la vida lo que fue es un viaje en tripi. Es que ese sapo lo he visto yo. Por eso, cuando se entera que el doctor Hofmann en los 40 ha descubierto los poderes del LSD, se da cuenta de que es lo mismo. Todo lo que está en la obra no es ni descabellado ni gratuito.
Pareciera que en esta obra hay también un paralelismo entre la vida de Santa Teresa y un Madrid que conforma también su educación sentimental y, en cierto modo, reivindica.
Llevo 25 años deambulando por las calles de Madrid, pero es la primera vez que aparece en una de mis obras. La obra tiene que ver con el Madrid que he vivido, pero también refleja las penurias que cualquier mujer que apareciera en Madrid ahora mismo indocumentada y sin papeles sufriría: indigencia, prostitución, droga y alcoholismo. Parece que cuando hablo de esto la estoy ridiculizando, que me estoy metiendo o riendo de ella, cuando yo no tengo a un yonki o a una prostituta como alguien risible. Para ciertas personas, ser yonki o prostituta es algo denigrante. Y no lo es. Me parece muy importante cómo nos relacionamos nosotros, los civiles, con las prostitutas. Si las dejamos ahí apartadas solo para el sexo es porque queremos. También podemos sentarnos con una prostituta en un café, tomar unos bocadillos y hablar con ella. Yo lo hago. Además, es que me interesa mucho lo que me cuentan. Soy dramaturgo y mi trabajo es profundizar en todas las personas. Y todo lo que cuenta una prostituta es oro.
La Asociación de Autoras/es de Teatro mandó la semana pasada un comunicado manifestando su “preocupación y desacuerdo” ante la cancelación de su obra en los Teatros del Canal. Esta misma semana, la Fundación SGAE, institución que además otorgó a la obra el Premio Jardiel Poncela, ha publicado un comunicado en el mismo sentido. La SGAE, además presentará la publicación de la obra en el próximo Salón del Libro Teatral el 20 de octubre, y está preparando una lectura dramatizada que tendrá lugar en la Sala Berlanga de Madrid la última semana de noviembre. Ahora parece que las instituciones y asociaciones del sector comienzan a apoyarlo, ¿se ha sentido solo en algún momento?
Y sí, el camino ha sido solitario, he recibido más apoyos de gente que no conocía que de la que conozco. Algo que tampoco es reprobable, lo entiendo, cada uno tiene sus intereses. Pero si yo he recibido el Premio Nacional, alguna responsabilidad he de tener. Si no, para qué sirven los cargos de responsabilidad y los reconocimientos. No puede ser que las condecoraciones solo sirvan para ascender profesionalmente o tener más prestigio. Por eso, entiendo menos a los directores artísticos de otros centros que no han dicho ni mu ante un caso que afecta a la independencia artística de los teatros públicos. Creo que, en momentos como estos, es donde hay que sacar la cabeza y no solo vivir de los privilegios. No estoy pidiendo que estrenen la obra, incluso aunque el proyecto supusiese su estreno en varios teatros de Europa, no me importa. Esto va de otra cosa.
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