La pareja, teatral y de vida, de Juan Margallo (Cáceres, 1940) y Petra Martínez (Linares, 1944) han ganado el Premio Nacional de Teatro 2022. El jurado ha defendido “la coherencia en la trayectoria mantenida sobre los escenarios, y por su compromiso con el arte y la sociedad a través de sus creaciones”. Así como “su resistencia y afán por incorporar a sus obras las nuevas formas y tendencias escénicas, de modo que han sabido hacer teatro del siglo XX, pero también mantener la excelencia escénica que les ha caracterizado en todo el contexto del siglo XXI, sin olvidar su labor pedagógica y de transmisión teatral, ejercida siempre con enorme profesionalidad, no exenta del sentido del humor que impregna sus obras”. El premio, concedido por el Ministerio de Cultura y Deporte, está dotado con 30.000 euros.
Esta pareja de actores son media vida del teatro de este país que comenzó allá por los años sesenta con la creación de la compañía Tábano, fundamental colectivo para entender lo que supuso, de renovación teatral y posicionamiento político, el teatro independiente de este país. Pero Margallo y Martínez se conocieron antes, aprendiendo la tradición teatral en otro de los colectivos fundamentales de este país, el Teatro Estudio de William Layton y Miguel Narros.
Petra Martínez ha recibido la noticia del Ministro viajando en tren. Poco después, responde a la llamada de este periódico: “Se supone que si nos lo hubieran dado a uno estaríamos contentos por el otro”, dice. “Pero a los dos es maravilloso, no me lo creía, qué ilusión. Al principio creía que era una broma, que el ministro quería hablar conmigo, me decían. Es más, cuando me ha hablado Iceta creía que era una broma y le decía que parase y me dijese quien era. No quiero ser modesta, pero es que somos tantos actores que lo ves imposible”, dice con el humor que siempre ha caracterizado a esta actriz.
Cariño vital por el teatro
Martínez reconoce que “cuando llegas a una edad”, los premios “hacen ilusión”. “Recapacitas que algo debemos haber hecho bien”, añade. A la pregunta de qué cree que han hecho bien en estos más de 50 años de profesión, la actriz confiesa que si ella hubiera estado en el jurado y “hubiesen salido dos personas como nosotros, hubiera pensado que estos dos lo han hecho bien, nada concreto, sino bien por tantos años sin parar y con tanto cariño hacia el teatro”.
Su trayectoria siempre fue conjunta, aunque Petra estuviese en la actuación y Margallo dirigiera primero Tábano, luego el Gallo Vallecano y más tarde su compañía actual, Uroc Teatro. Fueron ambos capaces de unir el teatro tradicional y popular español, con la dramaturgia europea de repertorio y con la gran renovación que llegaría de América Latina y el teatro de creación colectiva de maestros como Enrique Buenaventura del TEC de Cali o Santiago García de La Candelaria. No es de extrañar que Margallo dirigiera pues el Festival Iberoamericano de Cádiz y fuera siempre nexo entre ambas orillas. Aunque en los últimos años se han prodigado más en cine, ambos nunca han dejado las tablas. En el año 2021, Margallo dirigió a Petra en La señorita Doña Margarita del brasileño Roberto Athayde en el Teatro Español. Y hace bien poco Margallo estrenaba unipersonal en la Sala Mirador en una obra, Hasta que el alzhéimer me devore, donde el actor mezclaba memoria y anécdotas de una vida entregada al teatro.
Incansable Margallo
Por su parte, Juan Margallo atiende a elDiario.es desde el rodaje de cine de Campeones. Cuando rememora los momentos esenciales de su trayectoria lo tiene claro: “El teatro independiente, la sala de El Gayo Vallecano, las giras por provincias, muchas veces con obras que habían sido prohibidas por el régimen franquista y las giras por América en las que se nos abrió un mundo”, comenta feliz. “Hay que pensar que nosotros salíamos de una España muy oscura, el encuentro con Enrique Buenaventura en Cali fue fundamental. Allí se podía decir lo que se quería, trabajamos en las cárceles, en los barrios…”, recuerda. “Ahora, cuando me dicen los jóvenes que están cansados de tanta furgoneta para arriba y para abajo me extraño un poco, yo lo que recuerdo es que pudimos viajar a Europa, entrar en contacto con los más de cuatro millones de exiliados y emigrantes que allí había, dormíamos en sus casas, conocíamos los centros democráticos y tuvimos un contacto con el público que para nosotros fue esencial”, dice con esa sabiduría que dan más de cincuenta años de trayectoria.
Ahora, Margallo dice que están preparando nueva obra: “Últimamente trabajamos en proyectos en los que ya estamos tan solo Petra y yo. Y Petra, que es muy graciosa, me dice que estaría bueno llamar al teatro y poder decir 'pues mira, este martes no voy a la función que no me apetece'. Algo así estamos haciendo, ensayamos cuando queremos, poco a poco, vamos a montar una obra con recuerdos de ambos y trabajos seleccionados de los que hemos hecho y más nos gustan. Pero necesitamos más tiempo, todavía falta”, dice un incansable Margallo. Con voz seria también se da un tiempo para analizar lo que tampoco pudo ser y con cierta pena manifiesta que no ha podido profundizar como él hubiera querido en la técnica de la creación colectiva que aprendió con Buenaventura, “es que se necesita mucho tiempo, son procesos de ensayo y creación de más de cinco meses, pero de todos modos los métodos también se asientan por acumulación, como el método de improvisación de Layton que también acumulo. Ahora, cuando trabajamos la creación colectiva, esa manera en la que todos saben sobre el proceso de creación y pueden aportar desde todas las áreas, está muy interiorizado”, concluye.
En la trayectoria de ambos hay decenas de montajes y aventuras. Pero valga rescatar el duro comienzo de Tábano. Su segundo montaje, El juego de los dominantes (1969), tan solo puede verse en tres funciones y recibió una multa de 25.000 pesetas de aquel año. En junio de 1970 se estrenó el gran hito de la compañía, Castañuela 70, después de tener gran éxito pasó al Teatro de la Comedia de Madrid, el montaje superaría las cien funciones y los setenta mil espectadores, pero el gobierno acabó prohibiéndola. Tábano decidió representarla por toda Europa, representarla para emigrantes españoles, dos meses de viaje, más de 8.500 kilómetros y 21 funciones. Cuando volvieron a España, montaron Piensas mal y acertarás en 1971, fue prohibida totalmente. Presentaron ese mismo año el proyecto de una obra del autor Peter Weiss, se prohibió igualmente. Pudieron finalmente montar El retablo del flautista en el Reina Victoria de Madrid, duró una función, al día siguiente fue prohibida. Ese es la historia que cimentó las bases de estos dos teatreros. El de un compromiso político y social evidente y un convencimiento que el teatro ha de ir siempre en busca de un público.
Luego llegaron las trifulcas internas de Tábano, Margallo y Martinez dejaron la compañía para fundar El Buho. Pero ahí ya se había abierto el mundo, el Festival de Nancy, Colombia, Venezuela, Argentina. Aunque Margallo siguió dirigiendo en El Buho un teatro político del calado del de Alfonso Sastre, de quien montaría en 1977 La sangre y la ceniza, Miguel Servet. El Gallo Vayecano sería la siguiente compañía fundada por ambos, donde estarían actores de la talla de El Brujo o autores como Fermín Cabal y sobre todo Luis Matilla, autor con el que montarían muchas obras infantiles como La gran feria mágica. Esta vertiente la continuarían en su siguiente compañía, Uroc Teatro sin abandonarla nunca. Un legado, el infantil, que también ha sabido recoger su hija, la directora Olga Margallo. En Uroc, creada ya en 1985, ambos comenzaron una relación especial con el teatro de Dario Fo y Franca Rame montando, por ejemplo, Pareja en el 2001. De ese teatro de urgencia y denuncia social a través del humor, surgiría un teatro propio en el que Margallo y Martínez introducirían también su conocimiento sobre los clásicos españoles. ados@dos en 2007 es un buen ejemplo, aunque esta línea ya había surgido anteriormente en montajes de autoría propia como como Clásyclos en 1998.
En los últimos años ambos se han prodigado más en el cine y, especialmente Petra Martínez, en la televisión. En 2011 recibieron la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes por su labor en Uroc. Petra Martínez este último año recibió el Premio Feroz como mejor actriz por la película La vida era esto, de David Martín de los Santos. A su vez Juan Margallo ha recibido en dos ocasiones la manzana de los Premios Max. Toda una vida dedicada al teatro y la interpretación que no tiene visos de acabar pronto.
El jurado del premio ha estado compuesto por los siguientes vocales: el gestor cultural y director del Festival Grec, Francesc Casadesús; los periodistas culturales, Julio Bravo, Rosana Torres y Machús Osinaga; Fefa Noia, directora adjunta del Centro Dramático Nacional; Rosa Sansegundo, como representante de la Plataforma Universitaria de Estudios Feministas y de Género; y Juan Diego Botto, galardonado el año pasado con el Premio Nacional de Teatro.
En los últimos quince años, de las diez veces que recayeron en personas y no compañías, salas o instituciones teatrales, seis veces habían sido premiados hombres y cuatro mujeres. Este año recae en una mujer, aunque de manera compartida. Un premio que comenzó a otorgarse en 1946, año en el que el premiado fue el autor teatral Jardiel Poncela, y que tan solo ha sido rechazado en una ocasión, en 1994, cuando Albert Boadella rehusó recibir el premio otorgado a su compañía, El Joglars, con estas palabras: “La oficialidad no estuvo con nosotros en los momentos difíciles. Ahora resulta que sí les ha convenido, seguramente porque se han agotado todos los premiables, pero a nosotros ahora no nos conviene.... es un problema de estética”. Los últimos premiados con este galardón fueron Juan Diego Botto, la Sala Cuarta Pared, Andrés Lima, Julieta Serrano, Kamikaze Teatro, Concha Velasco y Pedro Moreno, diseñador de vestuario y escenógrafo que fue el segundo técnico en recibir este galardón desde su creación. El primero fue el iluminador Juan Gómez-Cornejo que lo recibió en 2011.