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Teatro salvaje para recuperar el barrio de San Cristóbal

Paula Corroto

8 de mayo de 2015 12:49 h

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Al sur del distrito madrileño de Villaverde se encuentra el barrio de San Cristóbal de los Ángeles. Un triángulo equilátero de históricas raíces obreras y poblado mayoritariamente en los años cincuenta con la llegada de multitud de emigrantes procedentes de Andalucía y Extremadura. Un barrio al sur del sur, que se montó mediante barracones, pero sólo a 10 kilómetros de la Puerta del Sol, y en el que hoy siguen latiendo los corazones de los trabajadores. Según el censo del Ayuntamiento de Madrid es el lugar con mayor número de inmigrantes, hasta un 42%.

Depauperado y olvidado, San Cristóbal casi nunca aparece en la prensa por razones positivas, a excepción del repetido recordatorio de que aquel era el barrio del exfutbolista del Real Madrid, Raúl González. Lo suyo es carne de desahucio, problemas de vivienda y la tragedia de no llegar a fin de mes. Y, por supuesto, jamás aparece en la agenda cultural, a no ser que se traiga a la memoria que allí surgió el grupo Camela. Es sólo una anécdota. Como tantos otros distritos madrileños, hace tiempo que salió de este mapa, que hoy sólo palpita, y a duras penas, en la almendra central.

El proyecto Autobarrios

Hace un par de años, el sol volvió a brillar de nuevo gracias al colectivo social Basurama y su proyecto de Autobarrios cuyo objetivo era implementar la vida vecinal y los espacios urbanos. El puente de acceso al barrio, donde durante años se hacinaron personas sin hogar y por donde la droga corría impunemente, fue remodelado y convertido en un nuevo centro cultural en el que se comenzaron a proyectar películas y organizar conciertos y talleres con diferentes colectivos artísticos. Era un pequeño reducto, casi como la aldea de Asterix y Obelix, como un David frente a Goliat, que demostraba que las cosas sí se podían cambiar y que si en los barrios no había cultura no era porque no la quisieran. Simplemente había habido una dejadez institucional.

Uno de estos talleres fue impartido por la compañía teatral La Tristura, quienes se dieron cuenta de que allí se estaba produciendo un proyecto educativo, social y político que era el mismo que ellos reclamaban en su discurso de “teatro del siglo XXI”. Como explican en su blog, se toparon con “chicas y chicos de alrededor de 19 años que están teniendo una formación en su barrio que nunca hubieran imaginado. Y se aferran a ella con uñas y dientes, con muchas dudas y con muchas ganas, salvajemente”.

A partir de ahí surgió la idea de desarrollar un festival escénico para el barrio, que tuviera lugar en la calle, que fuera gratuito y que fuera de calidad. Después de más de un año de organización ya lo tienen: será el festival Salvaje y tendrá lugar los próximos 8, 9 y 10 de mayo con la representación de Dominio público, de Roger Bernat, Observen cómo el cansancio derrota al pensamiento, de El Conde de Torrefiel y Take a walk on the wild side, de Emilio Rivas. El coste total ha sido de 11.000 euros, financiado por la Fundación Monteverde, pero en él también han participado la Asociación de Vecinos La Unidad de San Cristóbal, Basurama, Sarah Fdez Deutsch, Casa San Cristóbal ­y Educación Cultura y Solidaridad.

Un festival que implique a los vecinos

“Queríamos que el barrio se sintiera implicado , por eso lo hacemos en diferentes lugares. Lo que queremos es crear una especie de Estado de Excepción y que sean tres días con buen teatro, pero además como si fueran las fiestas del barrio, porque ya tampoco las tienen”, señala Celso Giménez, quien señala que no es habitual que la “alta cultura haga estas cosas, ya que parece que estamos como en un gueto, las cosas suceden en Lavapiés, en Malasaña, pero no fuera”.

Los componentes de La Tristura insisten en que la cultura contemporánea no debe estar circunscrita sólo a las élites. Es más, como sostiene Celso, “lo contemporáneo se está volviendo cada vez más popular, lo que pasa es que la palabra ‘popular’ ha ido perdiendo su verdadero significado”. Y se ha convertido en sinónimo de populachero, rancio y feo. “Pero en estas obras realmente hay una interrogación sobre la vida contemporánea, sobre la de todos. Son muy salvajes, muy contestatarias, pero se pueden entender desde muchas capas”, añade Itsaso Arana.

Precisamente, la obra de Bernat abre varios interrogantes en torno a la relación entre el arte y los espacios públicos, la de El Conde de Torrefiel propone un mejunje de filosofía, baloncesto y rock and roll, mientras que la de Rivas ofrece “un paseo escénico sobre San Cristóbal, las decisiones salvajes y la celebración de estar vivos”, como indican desde La Tristura.

Para acudir al barrio, además del transporte público –la línea 3 de metro y los trenes de Cercanías- se ha habilitado un autobús que saldrá cada tarde a las 19.00 horas desde La Casa Encendida. “Queremos que la gente vaya a San Cristóbal y lo vea, que se junten con los vecinos y vean qué se puede hacer, y que cuando acabe el festival haya más imaginación y se creen nuevas cosas”, confiesa Celso. ¿Y repetir la experiencia? “No pensamos en ello. Esto lo hicimos por intuición, aunque sí que se podría aplicar a otros barrios”, responde. Muchos, desde luego, lo necesitan con urgencia.