Alexia sale de su trabajo y nota que un hombre la sigue. Es de noche y el corazón le bombea muy deprisa. Aunque logra llegar hasta el coche, su acosador no desiste: mete la cabeza por la ventanilla y le roba un beso. En un movimiento rapidísimo ella agarra el palillo chino que le sujeta el moño y se lo introduce por la oreja hasta el cerebro. A sangre fría. Es el primero de muchos asesinatos que irá cometiendo la protagonista de Titane, el thriller incalificable que acaba de ganar la Palma de Oro en Cannes.
La película no trata sobre acoso callejero o abuso sexual. Al menos no del todo. Es solo una de las complejas temáticas que subyacen tras 100 minutos de visionado incómodo, ruidoso y tan lúcido como el discurso de su directora. Julia Ducournau presenta su obra en San Sebastián después de haberse alzado como la segunda mujer ganadora en la historia de Cannes (y la primera sin compartir premio). Pero este importante dato se ha convertido en una cuestión secundaria. Lo que de verdad ha descolocado a la crítica es la película en sí misma.
"Sé que es insoportable que las mujeres sean violentas porque sí, por eso escribí este personaje”
Titane se divide en dos partes. La primera, según la propia directora, explora la feminidad. Pero no la feminidad entendida por estereotipos y construcciones sociales, más bien todo lo contrario. Alexia trabaja de gogó en un espectáculo que mezcla coches tuneados y chicas en poca ropa. El éxtasis de la masculinidad tóxica. Con una lente de colores fríos como el azul y el blanco, Ducournau nos presenta a una villana sin sentimientos pero que no se libra del acoso sexual ni de la mirada lasciva de los hombres. Es entonces cuando sucede la escena del principio. Alexia presenciará más violencia sexual durante la película, pero no como la víctima, puesto que en el segundo tramo ya se habrá convertido en Adrien.
“El acosador nunca cree que la mujer vaya a contraatacar. No piensa en que puede ser una psicópata que saque un cuchillo y le mate a sangre fría. En cambio, las mujeres salimos a la calle con una estrategia por si alguien nos toca, nos agarra o nos hace algo malo. Sentimos ese miedo y esa presión. Es un desequilibrio absoluto, como si estuviéramos predestinadas a ser víctimas. Y eso me cabrea muchísimo”, relata Ducournau en un hotel de San Sebastián.
Esa percepción desigual del espacio público fue la que inspiró el personaje de Alexia. “No es una víctima resignada. Por eso metí el factor sorpresa de que no solo es capaz defenderse, sino de matar a su acosador a sangre fría”, explica. A diferencia de otras asesinas en serie o psicópatas de película, Alexia no está traumatizada ni da razones para su comportamiento. “Sé que es insoportable que las mujeres sean violentas porque sí, por eso escribí este personaje”, desvela. Lo que sí reconoce la cineasta es que “su rabia y su ira nacen de la comprobación de que estamos predestinadas a ser víctimas”. Ese es el único punto en común que encontró con su perturbadora protagonista y que le sirvió para acercarse a ella: “A mí también me pone increíblemente furiosa”.
Una apisonadora de estereotipos de género
Titane es probablemente el mejor ejercicio cinematrográfico que ha desmontado la identidad de género y los estereotipos corporales. Lo masculino y lo femenino forman parte de todos sus personajes, desde la asesina protagonista hasta un cuerpo de bomberos encabezado por un hombre de mediana edad, Vincent. En este segundo segmento de la película se explora lo masculino. ¿Y qué mejor escenario para enterrar la virilidad que un parque de bomberos? También en este tramo la protagonista se hace pasar por Adrien, un chaval de 17 años que se perdió siendo un niño y vuelve a su hogar.
“Quería echar por tierra todos los estereotipos de género que pudiera”, desvela Ducournau. Reconoce que ella no ha “inventado nada”. “Simone de Beauvoir lo dijo hace más de 60 años: el género como construcción social limita no solo tus propias capacidades como ser humano, sino tus interacciones. Pero sigue presente y es algo contra lo que tenemos que luchar”, reivindica. Los tonos cálidos, como rosas y rojos, son los que lideran en la parte “masculina”.
“El personaje de Vincent está siempre en el precipicio. Lo único que le mantiene con vida son las inyecciones de esteroides y su fantasía. Quería que representase una mezcla entre algo amenazante y autoritario, y a la vez infantil, vulnerable, dulce y perdido”, cuenta. Por eso el actor que lo interpreta, Vincent Lindon, se sometió a una importante transformación física: tenía que ser voluminoso para transitar entre la dureza y la suavidad. Pero sin duda el mayor reto estaba reservado para ella: Agathe Rouselle, que da vida a Alexia y a Adrien.
“Mis rodajes son muy bestias y yo se lo advertí a la actriz durante meses”, cuenta. “Por ejemplo, con el tema de la desnudez. Por suerte mi equipo está formado por muchas mujeres y el set es un lugar seguro, pero no ha sido nada fácil”, reconoce la directora.
"Mis rodajes son muy bestias y yo se lo advertí a la actriz durante meses”
Mediante la protagonista, la directora lleva la concepción del cuerpo al límite. La mitad de la película está desnuda, pero no hay atisbo de sensualidad en ello. La violencia que Alexia y otros ejercen sobre su anatomía es explícita, sonora y brutal. Desde las marcas sexuales hasta la mayor transformación que puede sufrir un cuerpo femenino: el embarazo. “Quería ir contra la idea del embarazo como bendición, como el mejor momento de tu vida. Si es tu caso, bien por ti. Pero es de nuevo una designación y si dices lo contrario eres un monstruo”, responde la directora.
“Quería retratar que el embarazo puede llevar al sufrimiento, a odiarte mucho a ti misma y a la negación. Son cosas que no vemos mucho en el cine. No todas las mujeres quieren ser madres y tienen miedo de elegir”, expresa la joven de 37 años, que admite que ella misma ha tenido justificarse al respecto muchas veces. “En realidad es una película sobre la paternidad por la simple razón de que mi personaje masculino principal quiere ser un padre a toda costa mientras que mi personaje femenino no quiere ser madre. Lo que de nuevo es una forma de deconstruir los estereotipos de género”, apunta.
A pesar de toda la violencia –por la que algunos tuvieron que abandonar la sala en Cannes– y de la ametralladora de mensajes y debates que es Titane, su creadora defiende que es una película de amor: “Amor como la aceptación absoluta de los otros, que es la única cosa que me importa de la definición de humanidad. Ni los géneros ni las formas en las que tu cuerpo cambia definen a la humanidad. Lo único que la define es la forma en la que miras a los ojos al otro y lo aceptas como una parte de ti mismo”.
Julia Ducournau seguirá dando que hablar después de Titane, puesto que el galardón que ganó en Cannes le ha abierto aún más las puertas. También confía en que su premio sirva para otras directoras de la misma forma. “Estoy feliz porque a veces me he sentido muy sola y esto es muy reconfortante”, dice mientras sonríe recordando la Palma de Oro.