Tres clásicos ilustrados que estarán siempre por redescubrir
Los clásicos lo son porque no envejecen. Son literatura al margen de un tiempo que cada día parece consumirse más rápido. Escapan de modas eternamente cíclicas y sobreviven a cualquier best seller. De hecho, ellos son los grandes best sellers, títulos que siempre se mantienen en las librerías.
De un tiempo a esta parte más aún, pues vivimos una particular época de esplendor para el clásico literario en la era de la imagen. Hablamos del fenómeno de reeditar libros acompañados de excitantes ilustraciones de nuevos y viejos artistas. Libros sin derechos de autor que viven una eterna juventud en manos de artistas que los transforman, les dan nuevos significados y los convierten en interesantísimas piezas del arte de editar.
No en vano florecen proyectos editoriales por doquier, en ocasiones pequeños y no se sabe muy bien cómo financiados, que apuestan tanto por el talento joven como por el de toda la vida para crear colecciones de las que ponen los dientes largos.
Hay editoriales que han encajado el clásico ilustrado con otras estrategias de publicación como es el caso de Nordica Libros, Libros del Zorro Rojo, El Reino de Cordelia o Alianza Editorial. También las hay que han abanderado este campo como si les fuese la vida en ello, como el caso de Tres Hermanas o de Sexto Piso. Sea como fuere, entre tantísima bibliografía pendiente e innegablemente interesante, rescatamos tres títulos ilustrados que siempre están dispuestos a ser (re)descubiertos.
Las aventuras de Huckleberry Finn
Mark Twain ilustrado por Pablo Auladell
Considerado uno de los mejores libros de la historia de la literatura universal, la obra de Mark Twain sigue vigente pasen los siglos que pasen. Más cuando resulta antídoto perfecto en tiempos de ira y auge del odio al diferente. Un libro sin edad protagonizado por un niño y un esclavo que aborda la exclusión social, el mito del eterno paria, el maltrato infantil y la larga sombra de la esclavitud sobre la sociedad norteamericana contemporánea con tanta sencillez que siempre parece haberse escrito ayer.
Suele pasar con Twain, cuya prosa resulta tan atemporal y afilada que uno se lo imagina hoy siendo también un tuitero de éxito sin demasiada dificultad. Cada poco tiempo, una nueva edición de este libro devuelve la obra de Twain a las portadas de los periódicos debido a que alguna incauta editorial censura parte de su lenguaje.
En esta edición, pone la desteñida paleta de colores el reconocido ilustrador alicantino Pablo Auladell, que lleva trabajando en esto de ilustrar clásicos casi dos décadas. Su eficaz uso de la exageración en el diseño de personajes y su increíble capacidad para decir más con menos convierten su arte en un complemento soberbio a la pluma de Twain.
Si bien la prueba de su talento sigue sin tener mejor síntesis que La Torre Blanca, este artista ha dejado obras ilustradas tan interesantes como su particular visión de El corazón de las tinieblas o de los poemas de Miguel Hernández, amén de Las aventuras de Tom Sawyer, por supuesto.
La guerra de los mundos
H.G.Wells ilustrado por Henrique Alvim Corrêa
Serían las ocho de la tarde, minuto arriba, minuto abajo, cuando las radios de medio Nueva York escucharon: “Damas y caballeros, tengo el deber de comunicarles una grave noticia. Los extraños seres que han aterrizado esta noche son la vanguardia de un ejército invasor procedente de Marte”. Corría el año 1938 cuando la voz de Orson Welles convirtió un célebre relato en un hito histórico. Desde entonces, la novela escrita en 1898 por Herbert George Wells ha gozado de infinitas adaptaciones a cine, radio, televisión y, por supuesto, publicaciones de todo tipo.
La excelente edición de Libros del Zorro Rojo recupera las ilustraciones de Henrique Alvim Corrêa, artista de Río de Janeiro, que durante años estuvo trabajando en la ilustración erótica bajo el seudónimo Henri Lemort.
Apasionado de la ciencia ficción, trabajó durante años en las ilustraciones de La guerra de los mundos, que vieron la luz en 1906. Para cuando le llegó la merecidísima fama, estaba ya enfermo de una tuberculosis que acabaría con él en 1910.
Sus ilustraciones golpeaban con la fuerza de una increíble mezcla del terror anterior a las guerras mundiales, alusiones a la mitología eslava y sus Baba Yagas y un dominio increíble del lápiz de carbón. No en vano, marcaron un antes y un después en la historia de la ilustración fantástica y de ciencia ficción e hipnotizaron al propio Wells.
Cumbres Borrascosas
Emily Brontë ilustrada por Fernando Vicente
Emily Brontë murió sin haber visto su nombre en la portada de Cumbres Borrascosas, un libro que publicó en 1847 bajo el seudónimo de Ellis Bell. El que hoy es uno de los mayores clásicos de la literatura inglesa fue recibido con cierto desdén en su momento, debido a la brusquedad de su prosa y a su extraña estructura narrativa.
Aquel año, ella y sus hermanas cambiarían la historia de la literatura de su país publicando todas novelas de pasiones con mujeres victorianas como protagonistas. Emily lo hizo con Cumbres Borrascosas, Charlotte Brontë con Jane Eyre y Anne Brontë con Agnes Grey.
Se podría decir que de las tres obras escogidas, el tiempo ha hecho más mella en Cumbres Borrascosas. Sin embargo, las tres comparten el hecho de ser novelas hito que perduran más allá de su historia. Novelas que, llegado el último grano de arena del reloj de la épocas literarias, llegan para darle la vuelta y que vuelva a discurrir.
Esta crónica de pasiones enfermiza y oscura, ajustada al tono de la novela de Brontë, ha sido ilustrada por Fernando Vicente con juegos de color que no buscan innovar sino epatar. Cumbres Borrascosas queda lejos de la fuerza de otros trabajos suyos como Vanitas o Anatomías, y sin embargo adquiere aquí un encanto pulp que convierte la mezcla en una delicia.
Los clásicos lo son porque no envejecen. Son literatura al margen de un tiempo que cada día parece consumirse más rápido. Escapan de modas eternamente cíclicas y sobreviven a cualquier best seller. De hecho, ellos son los grandes best sellers, títulos que siempre se mantienen en las librerías.
De un tiempo a esta parte más aún, pues vivimos una particular época de esplendor para el clásico literario en la era de la imagen. Hablamos del fenómeno de reeditar libros acompañados de excitantes ilustraciones de nuevos y viejos artistas. Libros sin derechos de autor que viven una eterna juventud en manos de artistas que los transforman, les dan nuevos significados y los convierten en interesantísimas piezas del arte de editar.