Tres libros para entender mejor Star Wars antes de ver el episodio VIII
Si nos ceñimos a hacer una lectura económica e inevitablemente parcial del alcance de Star Wars, ya nos podemos hacer una idea de cuál es su tamaño en el mundo actual: según el Statistic Brain Research Institute, Star Wars lleva amasada la friolera de 39.536 millones de dólares. La cifra supera el PIB de noventa países del mundo tales como Jamaica, Armenia o Islandia.
Pero si no nos limitamos al dato concreto, lo más razonable sería decir que alcance de la saga en lo cultural e incluso en lo político es a todas luces incalculable. Desde Barack Obama despidiéndose de los periodistas en la última rueda de prensa de 2015 al son de “Ok, chicos, tengo que llegar a tiempo para ver Star Wars”, hasta Hillary Clinton cerrando el debate demócrata con un elocuente “Que la fuerza os acompañe”, pasando por las constantes comparaciones de Trump con Darth Vader.
En nuestro país, al panorama editorial no se le ha pasado por alto el peso de la franquicia. Parece una norma no escrita que pocos se afanan en contradecir y reza que si tu editorial tiene una colección de ensayos, tendrás que tener un título dedicado a Star Wars. Desde lecturas filosóficas como la que publicaron Roca Editorial o Errata naturae, hasta pormenorizados análisis cinematográficos del universo de la saga como los ensayos de Diábolo, o sobre su creador como el caso de Dolmen y su excelente libro American Odyssey. Y esto por mencionar unos poquísimos casos, pasando por alto las miríadas de cómics, libros ilustrados, enciclopedias, guías y hasta manuales para hacer crochet que publica constantemente Planeta. Entre tantísima letra dispuesta a dar la razón al fan, rescatamos tres títulos que ofrecen otra mirada del tema desde una perspectiva social, cultural y hasta vital.
El poder del mito, de Joseph Campbell
El poder del mito
Joseph Campbell se interesó por la mitología desde que era un niño que leía historias de aborígenes americanos y visitaba una y otra vez el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York. Tras pasar por la Universidad de Columbia hizo el petate para viajar por toda latinoamerica con una idea en mente: las mitologías más universales del ser humano comparten el mismo molde. De Guatemala voló hasta París y siguió investigando el origen de las narrativas clásicas: de las leyendas artúricas al estudio del sánscrito y los orígenes de las fábulas fundacionales indoeuropeas.
Tras tantos años, dio con la conclusión de que el monomito era real: de la misma forma que muchas religiones se influencian unas a otras en su relato del origen o creación del mundo físico, también existen patrones que se repiten en cualquier cultura y que han construido la idea del periplo del héroe, del antagonista, del mentor… Así lo afirmaba en El héroe de las mil caras, un libro que dejó una profunda huella en George Lucas que más tarde afirmaría que sin aquella lectura jamás habría existido Star Wars. Joseph Campbell, diría el propio Lucas, era su Yoda particular.
El realizador quiso pagar su deuda invitando a Campbell a una proyección privada de la trilogía original. Su encuentro fue tal que posteriormente daría para la grabación de una serie documental de seis horas emitida por la cadena pública PBS en 1988 llamada El poder del mito y rodada en el rancho Skywalker. Se trataba de extensas entrevistas que Campbell mantuvo con el periodista Bill Moyers, posteriomente convertidas en un libro absolutamente revelador del mismo nombre, que aquí ha publicado Capitán Swing.
El poder del mito explica por qué Star Wars ha tenido el alcance que ha tenido en el mundo contemporáneo. Utilizando figuras mitológicas estándar, la historia del apellido Skywalker y los avatares de la galaxia reinterpretaron el periplo del héroe para el mundo capitalista. Darth Vader no es más que otra visión sobre la búsqueda del padre que ya estaba presente en el cristianismo, Obi-Wan Kenobi es un calco del maestro de armas japonés, y la Fuerza es otro apodo para el poder abstracto que somete o libera tan reconocible en la Antigua Grecia como en la magia de la mitología nórdica. Se trata, pues, de una lectura cultural increíble en forma de diálogo constante, sobre el alcance del monomito y cómo Star Wars es su reinterpretación moderna por excelencia.
“Después de aplaudir los peligros y hazañas de Luke Skywalker, Joe habló de cómo Lucas «había dado el más nuevo y enérgico impulso» a la clásica historia del héroe”, describía Bill Moyers un año después del fallecimiento del autor del pensador. Cuando Moyers le preguntó a qué se refería, Campbell contestó, “a lo que ya Goethe dijo en el Fausto, y que Lucas ha plasmado en un lenguaje moderno: la advertencia de que la tecnología no nos salvará. Nuestras computadoras, nuestras herramientas y máquinas no son suficientes. Hemos de apoyarnos en nuestra intuición, en nuestro ser más genuino”.
George Lucas: una vida, de Brian Jay Jones
George Lucas: una vida
Todo en Star Wars tiene que ver con George Lucas, aunque hoy parezca que no. Cuando en 2012 el cineasta vendió Lucasfilm a Disney por la nada desdeñable cifra de 3.125 millones de dólares, decidió apartarse de los focos para legar su franquicia a otra generación. Dejó su imperio en manos de nuevos directores con inquietudes más propias del siglo XXI, y se dedicó a pasear su jubilación por el Rancho Skywalker de 1.900 hectáreas que posee en su California natal.
Pero de pequeño fue un niño flaco y retrotraído. De hecho, su madre decía que hasta los seis años había sido realmente diminuto y a esta edad tan solo pesaba dieciséis kilos. Así que si le llamaban “scrawny” habitualmente -flacucho o escuálido en inglés-, a él no le cabreaba. Qué iba a hacer. Creció en Modesto, hijo del dueño de la papelería más próspera de la ciudad, y vivió obsesionado con los cacharros, a los que daba nombre y vida. “De pequeño me encantaba fantasear. Pero era una clase de fantasía que requería de todos los juguetes tecnológicos que me encontraba, como aeromodelos y coches”, diría Lucas. “Supongo que una prolongación de ese interés me llevó a lo que más tarde ocupó mi mente, las historias de La guerra de las galaxias”.
Durante gran parte de su infancia, su carácter y constitución fue objeto de acoso. Lucas sufría bullying en su vecindario y era habitual que los críos de allí se divirtiesen inmovilizándole contra el suelo y robándole los zapatos para tirarlos a los aspersores del césped. Su hermana Wendy fue siempre la persona que se encargó de protegerle y de hacer pagar a los chavales cada una de zapatillas mojadas que vistió el pequeño. Wendy sería la viva imagen de la princesa Leia.
Cada una de las vivencias y decisiones que George Lucas ha tomado en vida parecen haberle llevado a crear Star Wars. La inconmensurable franquicia es fruto de la casualidad y de un destino que le costó lo suyo. George Lucas: una vida nos ofrece una visión de universo galáctico relacionado siempre con alguien que creció con complejos y los superó creyendo, tal como si se tratase de un Steve Jobs del cine, en sí mismo aunque todo el mundo le dijese lo contrario.
La pormenorizada biografía de más de seiscientas páginas, publicada aquí por Reservoir Books, de Brian Jay Jones -uno de los biógrafos de más éxito de Estados Unidos-, repasa una vida que cambió la historia del cine. “Destruyó y acto seguido reinventó la forma de hacer, promocionar y comercializar películas”, escribe Jay Jones. Cambió la forma en que los fans acogían y veneraban no solo las películas, los personajes y los actores, sino también a los directores. Redefinió la forma que tenían los estudios de cine de financiar el arte. Invirtió sin complejos en lo que más creía: él mismo“.
El mundo según Star Wars, de Cass R. Sunstein
El mundo según Star Wars
Si los dos anteriores libros ofrecen interpretaciones culturales y vitales de lo que significa la franquicia, Cass R. Sunstein se ha encargado de escribir el más ágil ensayo del momento sobre la sociopolítica del fenómeno warsie. De la mano de Alpha Decay, el abogado y responsable de la oficina de Información y Asuntos de Regulación de la Casa Blanca durante la administración de Obama, nos lleva hacia un sentido moderno y conciliador de la existencia de una franquicia como esta.
El mundo según Star Wars ofrece textos que analizan la presencia del feminismo en la nueva trilogía por contraste a las películas originales que “pueden entenderse fácilmente como fantasías masculinas”, el simbolismo del Imperio galáctico en campañas como la de Vladimir Putin o Donald Trump, y hasta el efecto de la ciencia conductual sobre la forma en la que Star Wars se narra a sí misma y vende sus muñecos.
Para Sunstein, en 1977 el público reaccionó a una historia optimista sobre héroes, ermitaños, androides y espadas láser porque era un momento de confusión política y malestar social. “Estados Unidos necesitaba un espaldarazo y Una nueva esperanza se lo dio”. De las misma forma que en 2015, el relanzamiento de la franquicia se benefició de un gusto generacional por la nostalgia, debido a que “el familiar reparto de personajes podía conectar a la gente con su propia juventud, sus padres y sus hijos”.
La saga, a estas alturas, es algo más que una serie de películas de ingente merchandising: es un objeto intercultural que reúne a generaciones que comparten referentes y modelos narrativos. A su vez, también genera nuevos mitos que se compartirán en el futuro. Star Wars forma ya parte del tejido sociocultural de mundo contemporáneo.
“En un mundo fragmentado, un mundo plagado de encasillamientos y de cámaras de eco, Star Wars ofrece un indispensable tejido para la conectividad. Puede que seas joven o viejo, demócrata o republicano, el caso es que siempre podrás tener una buena discusión sobre si Han disparó primero”.
Si nos ceñimos a hacer una lectura económica e inevitablemente parcial del alcance de Star Wars, ya nos podemos hacer una idea de cuál es su tamaño en el mundo actual: según el Statistic Brain Research Institute, Star Wars lleva amasada la friolera de 39.536 millones de dólares. La cifra supera el PIB de noventa países del mundo tales como Jamaica, Armenia o Islandia.
Pero si no nos limitamos al dato concreto, lo más razonable sería decir que alcance de la saga en lo cultural e incluso en lo político es a todas luces incalculable. Desde Barack Obama despidiéndose de los periodistas en la última rueda de prensa de 2015 al son de “Ok, chicos, tengo que llegar a tiempo para ver Star Wars”, hasta Hillary Clinton cerrando el debate demócrata con un elocuente “Que la fuerza os acompañe”, pasando por las constantes comparaciones de Trump con Darth Vader.