Del músico al melómano: tres libros para descubrir al sucesor de Dylan en el Nobel
Bob Dylan le da el relevo a otro hombre, a otro anglosajón y a otro melómano en el podio del premio literario más importante del planeta.
Kazuo Ishiguro pone un peso más en la desequilibrada balanza del Nobel de Literatura y devuelve a la Academia sueca a la senda de la tradición.
Podían haber apostado por algo revolucionario y premiar a una mujer, para variar, pero un año más el 88% del palmarés sigue siendo cosa de hombres. También se han alejado del mainstream. Los Nobel eran ese trampolín para obras importantes que no han recibido la atención profana que se merecen, y con Ishiguro han recuperado su condición de escaparate.
Durante dos años consecutivos, el jurado se había decantado por figuras heterodoxas como la cronista Svetlana Alexiévich y el músico de Minnesota. Pero en Suecia se han cansado de arriesgar. Kazuo Ishiguro, como mucho, destaca por haberse construido una reputación que ya querrían muchos autores británicos con apenas ocho obras.
Entre las muchas obsesiones de este escritor nacido en Japón y criado en Reino Unido se encuentra la música, lo que le convierte en un puente oportuno entre Bob Dylan y el próximo Nobel -o próxima, esperemos-. De hecho, el tercer arte captó su interés mucho antes que la literatura. “Solía verme a mí mismo como músico, pero, en serio, soy uno de esos tipos que lleva chaquetas de pana con coderas”, dijo en tono jocoso a The Guardian.
Mucho antes de que algún gurú pudiese adivinar que Bob Dylan iba a triunfar en el Nobel y que Kazuo Ishiguro sería su sucesor, el británico confesó que su canción favorita es Trying to get to Heaven, del de Minnesota. Él también fue letrista de la cantante de jazz Stacey Kent y llamó a varias puertas con el objetivo de conseguir un contrato discográfico. En 1980, mientras muchos le cerraban estas puertas en las narices, se abrió una ventana inesperada.
Ishiguro entendió que no sería uno de esos “músicos elegantes” con lentejuelas tras cursar un máster de escritura creativa, donde al final encontró su vocación. Sin embargo, nunca abandonó del todo y, lo que no podía hacer como compositor, lo hacía inundando sus libros de ritmos y homenajes a la música.
“Una de las claves que aprendí escribiendo letras de canciones es que en una canción íntima, confesional y en primera persona, el significado no puede ser obvio en papel. Debe ser oblicuo, a veces tienes que leer entre líneas”, admitió en la entrevista con el diario británico, justificando que su ficción bebe directamente de esta fórmula song lyric.
Su obra, publicada en español por la editorial Anagrama, es una prueba de esto, y nosotros hemos seleccionado los tres libros que mejor se adaptan a su vis musical. También se puede tomar como una guía de iniciación para un autor destacado en su país (Reino Unido, no Japón), pero mucho menos conocido en el sur de Europa. Que este Nobel sea el foco para descubrir una prosa rápida y cerebral como una partitura de jazz.
Nocturnos: cinco historias de música y crepúsculo
Nocturnos: cinco historias de música y crepúsculo
Como David Trueba en Tierra de campos, Kazuo teje en esta antología cinco relatos que hablan de la nostalgia y las falsas promesas de la juventud sobre un telón de fondo musical.
Es imposible no encontrar una referencia a su propio desencanto, como un vistazo a aquella época en la que el escritor realmente creía que la guitarra iba a ser su medio para ganarse el pan.
Sin embargo, pese a narrar en primera persona, su escritura es distante. Así se percibe en la historia titulada Come Rain or Come Shine, en la que un hombre maníaco-compulsivo debe soportar las bravatas de una pareja de yuppies arrogantes. No todas son tan extremas, también hace una bonita oda a la amistad en El cantante melódico y al amor en Violonchelistas.
Una de las partes más interesantes de esta compilación son los distintos tipos de inglés en los que habla cada personaje. No todos son angloparlantes, y eso Ishiguro lo refleja con maestría para no caer en los clichés del extranjero con lengua de trapo. Nocturnos (2009) es una bonita manera de entender las dos pasiones del autor, aunque no sea la favorita de las editoriales ni de las listas de recomendaciones.
Los restos del día
Los restos del día
Con The remains of the day (1989) llegamos a la obra de arte. Kazuo Ishiguro consiguió el Man Booker Prize gracias a este juego de máscaras y vendió los derechos para su adaptación al cine, en la que Anthony Hopkins da vida al personaje principal.
A través del diario del mayordomo, el autor británico hace un retrato de la Inglaterra noble de 1956, pero también de otros periodos de los que se ha mostrado abiertamente admirador, como el nazismo y las conspiraciones de la Segunda Guerra Mundial.
También se recrea en la definición del deber, por la que Stevens el mayordomo deja que el amor de su vida, el ama de llaves Miss Kenton -interpretada en la película por Emma Thompson-, se le escape entre los dedos.
En cada nueva jornada, que divide la novela a modo de calendario, se filtra un secreto distinto que no sospechábamos el día anterior, con lo que Ishiguro agarra al lector y lo constriñe poco a poco hasta el final de Los restos del día.
El gigante enterrado
El gigante enterrado
Como definen en The New York Times, Ishiguro es un Nobel de géneros literarios. Los mezcla con alegría en una batidora y salen obras tan destacadas como en Cuando éramos huérfanos, donde se atreve con el thriller detectivesco, o Nunca me abandones, con la ciencia ficción.
En El gigante enterrado lo hace con la narrativa fantástica, donde muchos reconocen una oportuna inspiración en las sagas de Juego de Tronos y El señor de los anillos.
Aunque Ishiguro sitúa el relato en la Edad Media y tiene ese regusto legendario de Tolkien o G.R.R Martin, su última novela indaga en temas profundos como la memoria engañosa y el necesario olvido, y en otros más históricos como la sangre y la traición con los que se forjan las patrias y a veces la paz. Una historia de amor perdurable que se ganó el afecto de las principales cabeceras anglosajonas en 2015.
Bob Dylan le da el relevo a otro hombre, a otro anglosajón y a otro melómano en el podio del premio literario más importante del planeta.
Kazuo Ishiguro pone un peso más en la desequilibrada balanza del Nobel de Literatura y devuelve a la Academia sueca a la senda de la tradición.