La agitada actualidad española de este otoño caliente, con varios asuntos importantes y relevantes y otros muchos irrelevantes pero interesantes disputándose el espacio del debate público, ha opacado un poco una noticia que quizás merezca una atención bastante mayor. La firmaba José María Irujo en El País y el titular decía así: “El regalo de Arabia Saudí a Juan Carlos I por su coronación: 10 millones de dólares”. El subtítulo añadía. “El dinero fue ingresado en un banco suizo y no se declaró a Hacienda, igual que otras donaciones y pagos millonarios posteriores”.
Unos días antes, se conocían las grabaciones con su amante Bárbara Rey, generosamente pagada con dinero público con la autorización de Felipe González y José María Aznar. Unas semanas antes, una información de José María Olmo en El Confidencial por la que se sabía que el rey emérito ha montado una fundación con sus hijas para dejarles a ellas en herencia su patrimonio con los menores costes fiscales posibles.
Golpe a golpe, noticia a noticia, la figura del anterior jefe del Estado se desmorona a velocidad de vértigo. Su figura y también su nombre. Cuando a la muerte de Franco llegó Juan Carlos al trono, algunos desde la izquierda más rupturista lo apodaron El Breve, pensando que lo sería. Después, dirigentes políticos de prácticamente todo el arco ideológico y medios de comunicación del más variado pelaje tejieron y tendieron en torno a él un enorme manto de silencio que tapara sus primeras tropelías; es decir, lo convirtieron para sí mismos en Tabú I de España, y para la opinión pública en El Campechano. ¿Con qué nombre definitivo pasará a los libros de historia?
Cuando tienen el viento de la opinión pública a favor, a los jefes de Estado se les homenajea dándole su nombre a calles, avenidas, parques, hospitales… En 1996, le dieron a una universidad pública recién fundada en Madrid el nombre del hoy rey emérito. La Universidad Rey Juan Carlos es hoy una de las principales de nuestro sistema de enseñanza superior: cuenta con campus en Alcorcón, Aranjuez, Fuenlabrada, Madrid y Móstoles; tiene casi 50.000 alumnos; es la segunda de la Comunidad de Madrid y la sexta de toda España. Y tiene un problema creciente con su nombre, a medida que se va deteriorando la reputación del que se lo da.
En 2020, ante el torrente de informaciones sobre sus chanchullos económicos y sobre la fortuna escondida a Hacienda de Juan Carlos I âtorrentera que acabó en una investigación tributaria y dos regularizaciones por su parteâ, alumnos del campus del barrio madrileño de Vicálvaro reunidos en la Vikalvarada Asociación Estudiantil promovieron en la plataforma change.org una recogida de firmas para que se le cambiara el nombre a la universidad. La iniciativa sigue viva. Este martes llevaba recogidas 62.142 firmas.
En otra iniciativa similar, también en change.org, el usuario Santos Núñez del Campo propone incluso un nombre alternativo para la hoy Universidad Rey Juan Carlos. Un nombre que ya usan algunos alumnos y profesores: Universidad del Sur de Madrid. “Cámbiese el nombre âdice en su razonamiento de la propuestaâ para que sus egresados no tengan que ver en su título, durante toda su vida, el nombre oprobioso de un monarca felón que traicionó a su país”.
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