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ANÁLISIS

De Harvey Weinstein a Plácido Domingo: de cómo el mundo ha cambiado tras el estallido del #MeToo

eldiario.es

Ana Requena Aguilar

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Que el #MeToo no necesitaba ninguna decisión judicial para certificarse como uno de los grandes movimientos de cambio de los últimos años era algo sabido. Más allá de lo que sucediera en los tribunales, la ruptura histórica del silencio de las mujeres alrededor de la violencia sexual y el acoso y su repercusión social y política internacional es ya un sello de nuestros días. Sin embargo, en menos de 24 horas dos decisiones le han dado al movimiento el respaldo 'oficial' definitivo: el lunes, un jurado declaró culpable al productor Harvey Weinstein de dos delitos sexuales; este martes, una investigación oficial concluye que Plácido Domingo acosó sexualmente a varias mujeres y ejerció abuso de poder. Dos hombres poderosos en la industria cultural, dos historias reveladas por medios de comunicación, símbolos de ese 'Yo También', una certeza ahora consolidada: Weinstein y Domingo acosaron y abusaron.

“Para las mujeres que testificaron en este caso y que han pasado por un infierno traumático, hicisteis un servicio público. Gracias”. La declaración es de Ashley Judd, una de las primeras actrices que denunció a Weinstein por acoso sexual. Fue en octubre de 2017 cuando The New York Times publicó las primeras historias que acusaban al poderoso productos de delitos sexuales. Más de dos años después y tras un juicio que ha durado seis semanas, un jurado ha declarado a Weinstein culpable de un delito sexual contra la asistente de producción Miriam Haley y de otro de violación a la actriz Jessica Mann. Por esta condena podría permanecer en prisión hasta 29 años. El productor ha sido absuelto de otros dos cargos y aún tiene una causa pendiente en un juzgado de Los Ángeles.

El inicio del juicio a Weinstein bien podría representar esta ola feminista que recorre lugares distintos con una narrativa muy parecida y los mismos lemas: 'a mí también', 'yo te creo', 'no es sexo, es violación' o 'solo sí es sí'. Allí, frente a un juzgado de Nueva York, decenas de mujeres interpretaban 'Un violador en tu camino', la 'performance' creada por LasTesis, el grupo feminista chileno que la puso en marcha en medio de las protestas que sacudieron el país. De Chile había llegado al juicio del caso que hizo estallar el MeToo. Por el camino había pasado por México, España, Argentina, Colombia, Francia, Turquía, India, Reino Unido, Guatemala, Brasil, Marruecos o Túnez.

El himno le debe su viralidad a la letra y a su potente puesta en escena, pero sobre todo a que, más allá de casos individuales, apela a una cultura de la violación que perdura de distintas maneras: sea de donde sea, una mujer se ve en esos versos que dicen “el patriarcado es un juez, que nos juzga por nacer, y nuestro castigo;es la violencia que no ves. Y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía”.

Solo unas horas después del veredicto sobre Weinstein, una investigación del sindicato de ópera de EEUU revelaba que Plácido Domingo había acosado sexualmente y abusado de su poder durante años. La investigación cuenta con 27 personas que aseguran haber sufrido o presenciado este tipo de comportamientos por parte de Domingo durante los años 90 y 2000. Otra investigación, de la Ópera de Los Ángeles, sigue en marcha. El tenor dimitió de su dirección el pasado octubre, después de que Associated Press hiciera pública su investigación sobre él.

Si cuando las acusaciones se hicieron públicas, Plácido Domingo defendió su inocencia, este martes ha pedido perdón, con la investigación ya pública pero sin haber llegado, todavía, a los tribunales. Domingo ha pasado de asegurar que su comportamiento había sido “galante” - “Los españoles somos cálidos, afectuosos y cariñosos. Me refería sobre todo a la cultura del piropo. He sido galante. Pero siempre en los límites de la caballerosidad”- a reconocer “toda la responsabilidad” por las acciones que se le atribuyen y disculparse por el “dolor” causado a las víctimas. 

Sus palabras, unas y otras, son la muestra del cambio -incómodo para muchos- que el MeToo ha supuesto: el movimiento ha venido a cuestionar la forma en que nos relacionamos, la forma en que concebimos la violencia sexual y las maneras que muchos hombres han interiorizado como naturales o bien como parte de su privilegio. Si además eras un poderoso productor de Hollywood o un tenor reconocido en todo el mundo, la impunidad parecía más que descontada.

De Weinstein a Domingo ha habido otros casos, muchos, la mayoría, con menos repercusión o que sencillamente han pasado desapercibidos por cotidianos. No fue así con Bill Cosby, que en 2018 fue declarado culpable de tres delitos de agresión sexual y pasa sus días en una cárcel de Phoenix. La coincidencia de estos tres casos en el mundo de la cultura revela también hasta qué punto la industria del espectáculo había interiorizado la cosificación de las mujeres y el 'peaje' que muchas tenían que pagar para seguir en ella. 

Por si la palabra de miles mujeres en todo el mundo no fuera suficiente -y no lo ha sido, para muchos, durante mucho tiempo-, hoy el MeToo, ese fenómeno que habla de violencia y acoso, que interpela e incomoda, se apunta dos decisiones que consolidan su espíritu y que le dará legitimidad antes quienes seguían defendiendo una extraña forma de galantería.

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