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La princesa Zelda toma el control tras 40 años siendo rescatada

Pese a que pone nombre a una de las sagas de videojuegos más conocidas, ella siempre ha sido secundaria en su propia historia. Al menos, hasta ahora, pues Zelda por fin se ha convertido en protagonista absoluta gracias al recién estrenado The Legend of Zelda: Echoes of Wisdom. Aunque han tenido que transcurrir 38 años para que una mujer tome los mandos de la franquicia, su debut como heroína por derecho propio llega en un momento en que las princesas han demostrado que pueden —y deben— ser mucho más que un estereotipo.

Antes del lanzamiento en mayo del esperado Tears of the Kingdom, muchos fans confiaban en que la monarca tomara el relevo de Link como motor de la historia. Sin embargo, por mucho que tanto en Breath of the Wild como en su secuela tiene bastante relevancia y lo que le ocurre es esencial para el desarrollo de los acontecimientos, a nivel jugable es el silente espadachín el único con un peso significativo. Es en esta nueva entrega donde los roles se invierten por completo y Zelda pasa de ser secuestrada, transformada en piedra o estar como mero apoyo a ser la única capaz de salvar a su reino.

De damisela en apuros a reina pirata

El nombre de la princesa proviene de la novelista y bailarina Zelda Fitzgerald, aunque Shigeru Miyamoto, cocreador de la franquicia y padre del fontanero Mario, ha asegurado que lo escogieron por su sonoridad. Desde el principio, la joven ha sido un paradigma de damisela en apuros, arquetipo tristemente habitual en el medio. Ya en el primer título de la saga es encerrada por el villano Ganon, y en la continuación Zelda II: The Adventure of Link incluso besa a su salvador como recompensa, cayendo muy temprano en todos los rasgos asociados a dicho cliché.

Pero es con A Link to the Past cuando se cuela en el imaginario colectivo como un McGuffin con poca entidad, que en un inicio se limita a comunicarse telepáticamente con Link para que vaya a rescatarla. Empero, como ocurre con la también princesa Leia en Star Wars, sería injusto limitar el impacto de Zelda a un rol tan pasivo, pues a lo largo del tiempo ha adoptado distintos papeles. Así, en Ocarina of Time se desvela que el misterioso personaje Sheik, que lleva el rostro cubierto y ha estado ayudando a Link en su travesía, es Zelda disfrazada. Pese a todo, el héroe que termina triunfando es él, con ella como mera aliada, que encima es secuestrada en cuanto recupera su apariencia habitual.

Y es que parece que la princesa solo puede demostrar esta agencia cuando no sabe ella, o desconoce el jugador, quién es. Esto ocurre también en Wind Waker, donde Tetra, antes de descubrir que es en realidad la heredera del trono, dirige una banda de piratas que salva al protagonista. Es cierto que hasta como capitana es raptada en un momento dado, pero es cuando se revela su verdadero yo que su actitud cambia. En videojuegos como este aparece en el enfrentamiento final colaborando con sus habilidades mágicas, pero es llamativo cómo, pese a que se establece que Zelda es poderosa —al fin y al cabo, como explicita Skyward Sword, es la reencarnación de la diosa Hylia—, su poder nunca le permite defenderse por sí misma.

De hecho, en muchos de los títulos su magia o bien es codiciada por los villanos o ella decide emplearla para dar su vida por el reino. Sus cualidades heroicas pasan por aspectos más feminizados, como es el sacrificio, pero también la bondad o la sabiduría anclada en la sensibilidad. Solo la vemos luchar en solitario y como personaje jugable en títulos secundarios como Super Smash Bros., Hyrule Warriors o Cadence of Hyrule, nunca en obras centrales de la saga. De ahí que no se mencionen Zelda: The Wand of Gamelon o Zelda's Adventure, en los que la princesa es el personaje que guía la acción, pues se consideran fuera del canon, ni siquiera fueron desarrollados por Nintendo y son considerados algunos de los peores videojuegos de la historia. Por eso, es interesante cómo Echoes of Wisdom, sin dejar atrás los rasgos que han definido a Zelda, la dotan de nuevas habilidades para darle, al fin, el protagonismo merecido.

Con la cama a cuestas

Echoes of Wisdom comienza de la manera habitual, con Zelda atrapada y Link intentando rescatarla. Solo que, cuando unas enormes grietas se abren por todo el reino, la princesa consigue escapar de su prisión y se convierte en la única capaz de solucionar el problema que acecha a Hyrule. En ese detonante se subvierten los roles clásicos y Zelda permuta en Link, hasta el punto de que usa su capa como atuendo e incluso pierde su propia voz, ya que el joven tradicionalmente no habla, por lo que ella aquí tampoco.

Con la ayuda de la entidad mágica Tri, que le otorga un báculo, la princesa podrá hacer réplicas de distintos objetos que le permitan avanzar en su periplo. También genera vínculos con criaturas u objetos, a los que puede controlar a partir de sus propios movimientos. Estas curiosas mecánicas son la mayor novedad que introduce el videojuego, y el motivo por el que Link pierde su estatus. Las mentes creativas detrás del título, Eiji Aonuma y Satoshi Terada, pensaron que esta forma de actuar no se correspondía con el modus operandi habitual del muchacho. Ya que tampoco era una jugabilidad compatible con avanzar a base de espada y escudo, Zelda era la alternativa más lógica.

Aunque reconocen que a lo largo de los años muchas personas han pedido que la monarca sea protagonista, el momento ha llegado por pura practicidad. Comentan hasta que tuvieron que buscar una excusa suficientemente buena para que abandonase su fortaleza en lugar de mandar a alguien a luchar por ella, como si no hubiese cientos de gobernantes ficticios que se arriesgan por su pueblo. Por ende, casi parece una feliz casualidad que finalmente ella sea la heroína.

Pese a todo, el videojuego de Nintendo Switch muestra que existe valor en hacer las cosas de un modo diferente. Para salvar Hyrule, no es necesario que Zelda se vuelva una guerrera, basta con potenciar su magia y, sobre todo, su ingenio. Al poder generar infinidad de objetos, las soluciones para hacer frente a cada reto —ya sea cruzar una gran distancia o vencer a un enemigo— dependen enteramente del jugador, que dispone de una inmensa libertad, que recuerda a la de las dos anteriores entregas. Por ejemplo, replicar una cama le permite atizar a un rival, apilarla para escalar y hasta echarse una reponedora cabezada.

Una heroína que escribe su propia historia

Más allá de las ocurrentes mecánicas, Echoes of Wisdom combina a la perfección elementos recientes de la franquicia, como una amplia capacidad de acción, la posibilidad de cocinar o la inclusión de variadas misiones secundarias, con un sabor clásico que se manifiesta a través de la exploración de mazmorras y la resolución de rompecabezas. Con escenarios completamente tridimensionales y un estilo que recuerda a una maqueta, llama la atención esa estética idéntica a la del remake de Link’s Awakening. Su aspecto amable, casi de casa de muñecas, lleva a especular sobre si habrá sido más sencillo poner a Zelda como personaje central en una entrega de diseño adorable y un tono más infantil, en la que además la historia es bastante simple y hasta la banda sonora cambia la epicidad por una ambientación sonora relajada, aunque igualmente hermosa.

Eso sí, su apariencia no implica una pérdida de foco en la acción ni que no exista un reto en los puzles, cuyas resoluciones requieren muchas veces probar nuevas combinaciones de herramientas. Lo que es indudable es que en sus aproximadamente 20 horas de juego queda demostrado de sobra que Zelda es una protagonista interesante y versátil a la altura de Link. Es lógico, por tanto, que, pese a la solvencia del título, Echoes of Wisdom sea recordado por cómo reivindica el merecido lugar de la princesa en su propia saga. Puede que no sea el videojuego sobre ella que mucha gente esperaba, pero es un primer paso, tan necesario como sólido, en la ampliación de su leyenda.