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La voz española de los villanos de los videojuegos: “No hay nada como la versión original”

Alfonso Vallés pone voz al doctor Kawashima en Brain Training Infernal.

Elena Crimental

19 de junio de 2023 22:22 h

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Cuando Ganondorf entra en escena en Tears of the Kingdom, es la primera vez que lo hace hablando en español. El villano aparece como el principal rival de los protagonistas, una presencia amenazadora que cobra mayor entidad gracias al trabajo de su actor de voz, el barcelonés Alfonso Vallés. “Por la información que me llega, la gente dice que está muy bien”, comenta el veterano intérprete, que al mismo tiempo declara que no recuerda demasiado de este trabajo realizado en Takemaker, al que dedicó “tres o cuatro horas”.

Sorprende la honestidad con la que habla una figura clave, que asegura amar su empleo al mismo tiempo que sentirse desencantado por cómo funcionan sus engranajes. Esa es la razón por la que no suele conceder entrevistas. “Más que nada estoy enfadado con mi profesión, por lo difícil que es acceder, las modas, las voces superutilizadas, y eso que yo he trabajado mucho, se me ha oído bastante. Porque no todo es como debería…”, empieza. Luego incide en un tema fundamental para él: el anonimato del actor de voz.

“Por eso no quiero que me veas la cara, si me visualizas de una forma y luego hago personajes de 50 metros, a lo mejor no te los crees”, puntualiza. Detrás de su voz se esconden grandes héroes, némesis y secundarios de diversos medios, desde Vinnie Jones en Snatch hasta J. J. Jameson en Spider-Man: Cruzando el multiverso, pasando por Michael Jordan en Space Jam, Diosdado en el videojuego español Blasphemous o Terry Crews en Brooklyn Nine-Nine.

Pero, pese a que lleva casi 40 años en activo y a que asevera que “quien juega de toda la vida lo suele hacer en una versión inglesa o japonesa, por lo que tampoco le interesa mucho el doblaje”, sigue siendo recordado con especial cariño por haber encarnado al protagonista de Metal Gear Solid.

El mejor Solid Snake europeo

No es solo que Solid Snake sea un personaje icónico, es que además el primer Metal Gear Solid es el único que ha llegado con voces en español y dejó momentos tan famosos como la repetida exclamación “¿pero qué coño?”. No es de extrañar, por tanto, que muchas personas asocien con entusiasmo a Vallés con el soldado.

“Han pasado veintipico años y todavía veo gente que se acuerda de mí. He trabajado mucho y he hecho cosas muy chulas, pero no tengo 25 actores importantes en mi haber; en cambio, en videojuegos pegué un bombazo tremendo”, explica. Certifica que “no tenía ni idea” de que fuera a tener tal impacto. Ha llegado a tanto, que incluso a veces le da “un poquito de rabia”, aunque al mismo tiempo siente la satisfacción de haber hecho un trabajo que gustó: “Esa es mi labor, hacerlo lo mejor posible”.

Tiende a mostrarse exigente, pues afirma que siempre piensa en que “ahora lo habría hecho mejor”, sobre todo porque habría tenido más claro lo que estaba haciendo. “En ese momento no entendía nada, me pasé diez días repitiendo cosas, haciendo gestos diferentes, que si muérete así primero… Ahora ya lo he pillado, pero el trabajo con un videojuego no es el mismo que con una película”, relata.

Su confusión inicial no le ha impedido convertirse en el mejor Solid Snake europeo, de acuerdo con las palabras del representante japonés de Konami que estuvo presente en la grabación. A pesar de su indudable huella, Vallés asegura que no le han dicho nada de las voces en la recién anunciada Metal Gear Master Collection, que recopila las versiones clásicas de la saga adaptadas a la nueva generación de consolas. “Me han comentado que seguramente vayan a utilizar los originales que se hicieron con el primer juego. No sé si es verdad o no, conmigo no se ha puesto nadie en contacto”, insiste.

Qué difícil es hablar en videojuegos

Aunque durante las sesiones de grabación del videojuego de Hideo Kojima hubo presencia japonesa de la desarrolladora, confirma que no es lo habitual. En algunas sesiones que ha realizado en el pasado para Nintendo, ha tenido experiencias similares, pero indica que la supervisión ahora se hace de manera online, pues junto al director “hay alguien que está escuchando y hace algún comentario”.

Por lo demás, señala que el videojuego presenta varias dificultades, porque no siempre tienen imágenes, trabajan sobre audios y deben ir en tiempo real, “con lo cual no te puedes pasar un pelo, de modo que es un poquito pesado y no disfrutas tanto”. “Estás tú solo y te van lanzando frases, nos guiamos por nuestra propia intuición. Si no, es imposible. Nos tendríamos que pasar horas para que una toma quedara bien, y ni hay tiempo físico ni dinero suficiente como para que pueda ocurrir”, explica y añade que “sería fantástico” si le pudiera dedicar más tiempo.

En este punto, recalca que toman de referencia las voces en inglés o en japonés si se ha hecho primero en esos idiomas, pero no considera que sean las originales. “Cómo va a ser original si no es una persona humana con voz. Es un personaje y tú tienes que crearlo, de modo que no hay una versión original, hay diferentes versiones en distintos idiomas”, reivindica.

Sueldos que no están a la altura

Alfonso Vallés no duda en señalar que este trabajo no siempre se ve bien recompensado económicamente. “Si dijera lo que he cobrado por Ganondorf fliparías, ahí está el gran fallo de esta profesión, que hay productos que deberían pagarse mucho mejor. Aunque haya otras cosas que se pagan como corresponde, que cobre lo que he cobrado por este personaje en un videojuego que ha sido un bombazo y ha tenido unas ganancias tremendas es realmente ridículo”, expone.

Además, relata que cuando empezó en los videojuegos –con Guillermo Reinlein de director, pues fue él quien empezó a traer videojuegos a España desde Inglaterra– cobraban alrededor de 200 euros la hora. Pero “luego Madrid monopolizó todo, lo transformó y ahora es menos”, resume. En el caso del cine, el salario es mejor, aunque está convencido de que “eso también va a acabarse porque cada día va perdiendo enteros”. Mientras, con las grandes producciones de las plataformas, muchas veces tienen que señalar que, si tienen el mismo nivel de producción de una película, deberían pagarse de igual manera.

A pesar de sus reivindicaciones, aclara que cobran derechos anuales en función del share de las producciones y, sobre todo, persiste en matizar que nunca dirá que estén mal pagados, “porque es mentira”. “Alguien que se dedica a esto y trabaja puntualmente se gana bien la vida”, garantiza, pero considera que “hay obras concretas que deberían pagarse mejor: pelis muy potentes, series que las ve todo Dios… esos productos deberían cobrarse mejor simplemente porque tienen mayor proyección y venden mucho más”, explica.

Voces favoritas y huérfanas

Muchas veces no se conservan las voces de un proyecto a otro. En el caso de Alfonso Vallés, suele hacer del actor Dave Bautista, con excepciones notables como el doblaje de Guardianes de la Galaxia. Comenta que esto depende de los canales de distribución y de si se graba en Madrid o Barcelona, pero también de si un cliente quiere una voz determinada. Por tanto, solo se mantienen en algunas circunstancias, como suele ocurrir con “actores muy conocidos o incluso con ciertos actores de doblaje con caché”.

En el caso de Bautista, reconoce que le gusta mucho doblar sus personajes, porque además “ha mejorado como actor”, habiendo empezado su carrera como luchador profesional. También recuerda con cariño a Juba (Djimon Hounsou) en Gladiator y a Daniel Craig, a quien interpretó en multitud de películas antes de que se convirtiera en James Bond. Algo similar le ocurrió con Ed O'Neill, a quien encarnó en su papel de Al Bundy en Matrimonio con hijos. “Lo pasé muy bien y aprendí con él, pues fue el primer reto entre comillas que tuve”, recuerda.

Sin embargo, aunque se ocupó de ponerle voz tanto en castellano como en catalán en aquella serie, cuando llegó Modern Family no contaron con él. “Me dio mucha rabia porque es un tío al que he doblado muchas veces, lo deberían haber respetado”, expresa. Pero considera que “el doblaje lo que tiene es que los personajes no son exclusivos de nadie. A ti te puede gustar más una voz o su trayectoria, pero qué más da coger otra que no sea tan grave o que tenga otro color”.

Debido precisamente a su tono, acuden a él para perfiles muy concretos, según su parecer, porque “vivimos en el mundo del arquetipo”. “Estoy muy metido en villanos, personajes rudos, actores negros… Pero el que tenga una voz grave no quiere decir que no pueda hacer otro tipo de personajes. Sí es verdad que ya estoy más cómodo en este registro y el villano se me da bastante bien”. Su única pega es cuando le toca poner voz a malos actores, pues entonces es cuando su labor es más difícil.

Decadencia de la industria

Si echa la vista atrás, confirma que todo en la industria es diferente. “Llevo casi 37 años, imagínate, cuando empecé estaban el cine y un par de cadenas. Entonces había muy poca producción y ahora hay un montón de series, de plataformas y de alternativas profesionales. Antes la sincronía era fundamental, tenías que dominar esa técnica, y ahora también, pero la tecnología puede ayudar”, expone. Matiza que las nuevas herramientas han acelerado los tiempos y que, mientras que “antes echabas varias mañanas grabando una película”, hoy en día “puedes 'comerte' un protagonista de cine en una mañana”.

De ahí que considere “que ha cambiado muchísimo, a peor”. “Lo que se hacía hace años era más artesano, se le dedicaba mucho más tiempo. Cuando empecé, el censo de actores era extraordinario, porque procedía del radioteatro y tenía un dominio absoluto de la interpretación no directa, y ahora la verdad es que la calidad ha bajado bastante”. De todos modos, para él los años dorados fueron los 60 y los 70: “Fue lo que me inspiró a mí, porque me apasionaba el mundo del doblaje y reconocía todas las voces”.

Sin embargo, persiste en que “el doblaje tiene que ser anónimo”. “No nos tiene que conocer ni Dios, no tienen ni que enterarse de que una obra está doblada”. Por eso, no entiende a esos profesionales que son “muy reivindicativos”, pues él solo busca el reconocimiento de su profesión, no una visibilidad que se le antoja “ridícula”. “Es maravilloso que tu trabajo sea reconocido, pero no hay que forzar a que la gente te conozca”, resume.

Por último, asegura que con los años se ha dado cuenta de que “le pese a quien le pese, no hay nada como el original”. “Algunas producciones no puedo verlas en castellano por un problema de credibilidad. Entonces qué coño te van a reivindicar si hay muchas cosas que se hacen mal, pues hemos degenerado mucho”, prosigue. Concluye afirmando que “la mejor manera de respetar esta profesión es haciéndolo lo mejor posible y ser lo más honesto con el original, pero hay tantos intereses y hay tantas mierdas…” que no siempre encuentra la confianza en el oficio que le enamoró.

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