La reivindicación del territorio en Soria ha llegado también al mundo del vino después de unos 20 años de gestación: desde que el distribuidor soriano Miguel Sánchez y Bertrand Sourdais, procedente de una familia de bodegueros del Loira, encontraron un interés común en las pequeñas parcelas en las que se reparte el magnífico viñedo histórico de Atauta. Su apuesta inicial por la singularidad de este territorio se ha ido extendiendo entre otros productores, hasta desembocar en la creación de la asociación Viejas viñas de Soria en marzo de 2020. Compuesta por 16 bodegas (14 pertenecientes a la D.O. Ribera del Duero y 2 de fuera de ella), el colectivo lucha por la protección del valioso viñedo de esta zona y la reivindicación de su peculiaridad. Dos años después, preparan su presentación en sociedad con un evento en el que destacarán el valor de patrimonio vitivinícola.
La parte soriana de la Ribera del Duero es un lugar con una identidad diferente a la del resto de la denominación: está caracterizada por los minifundios, una altitud mayor y un clima más extremo. Y por sus viñas, muchas de ellas centenarias y prefiloxéricas, porque sus suelos, con base calcárea en algunas partes y arcillosa en otras, presenta, en muchos lugares una superficie arenosa que impidió la movilidad del insecto que cambió el panorama vinícola del mundo desde la última mitad del siglo XIX.
“Estamos contentos en la Ribera del Duero, pero nos gustaría que el consumidor se enterara más de que la Ribera del Duero soriana existe”, explica Jaime Suárez, vocal de Viejas viñas de Soria. La asociación la preside Bertrand Sourdais que, cuando llegó hace 20 años a la comarca de la mano de Ricardo Palacios, había trabajado en proyectos en Burdeos o en Priorat y ahora es uno de los abanderados de los vinos de prestigio en Soria. Sus proyectos (Antídoto y Dominio de Es) y bodegas como Dominio de Atauta y Gormaz son las de mayor producción en una zona en la que, en realidad, predominan los microproyectos. En total, el colectivo reúne a empresas que emplean unos 70 trabajadores entre todas.
Lejos de las cifras de otras comarcas vinícolas, en su 5% de superficie de viñedo (la Ribera del Duero vallisoletana posee el 21,62% y la provincia de Burgos tiene algo más del 72% de la superficie de la Denominación de Origen, además de un 0,78% en la provincia de Segovia) se producen algo más de 2 millones de botellas de vino al año. Sus 1.274 hectáreas están caracterizadas por la división en pequeñas parcelas, de entre 0,05 y 0,25 hectáreas en su mayoría. Suárez pone como ejemplo Atauta, donde 59 hectáreas de viñas viejas están distribuidas en más de 600 parcelas. De hecho, uno de sus primeros empeños está siendo conseguir un nuevo “mapeo” de la zona por parte de la Junta de Castilla y León para identificar parcelas que figuran en los registros pero que ya no existen, con el objetivo de tener datos más fiables de la superficie de viñedo viejo.
La intención de las bodegas que han creado la asociación es “que no se pierda ni una viña vieja más”, en referencia al patrimonio vitícola que posee esta zona, que la hace especialmente singular. Y a partir de ese objetivo, los productores sorianos quieren dejar patente la peculiaridad de sus vinos, destacando “esta situación geográfica, con este clima y la altitud”, explica Suárez, para quien “cada vez se da más valor a lo propio”. Como ocurre con otras denominaciones de origen que abarcan una gran superficie de territorio, existe una gran diferencia entre unas zonas y otras. San Esteban de Gormaz y Valbuena de Duero, por ejemplo, están separadas por 100 kilómetros. La altitud, buscada desde hace unos años por productores de zonas cálidas porque permite una maduración más lenta y una mejor preservación de la acidez, está en Soria. Y su variedad de suelos ofrece vinos más verticales y directos, en el caso de los fondos calizos y más profundos e intensos, en el caso de las arcillas.
“La Ribera del Duero es muy grande y Soria siempre ha estado un poco olvidada”, apunta Diego Muñoz, sumiller y jefe de sala de La Lobita (restaurante con una estrella Michelin ubicado en la localidad de Navaleno), que ve bien que los elaboradores de vino sorianos “tiren todos del mismo carro”. Para Muñoz, la asociación también puede servir para que a estos productores se unan otros pequeños a los que puedan asesorar “para hacer las cosas bien”. El cliente, a no ser que sea un consumidor experimentado, no suele tener la percepción de que los vinos de Soria son distintos a otros de la Ribera, según la experiencia de este sumiller.
Sin embargo, en la asociación Viejas Viñas sí aprecian un cambio de tendencia en los aficionados al vino, al menos en los más cercanos. “Al soriano ya no le da vergüenza decir que bebe Ribera del Duero de Soria, que los vinos están muy buenos y que hay proyectos de calidad detrás”. De hecho, entre los proyectos más inmediatos de la asociación está un evento, previsto para mediados de este año, que supondrá la puesta de largo del colectivo. En colaboración con el Ayuntamiento de San Esteban de Gormaz, organizan su primera feria, que pondrá el acento en los vinos, pero también en el territorio, con excursiones al Valle de Atauta para que los asistentes conozcan la singularidad de los viñedos, y también el patrimonio del propio pueblo, con sus bodegas tradicionales.
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