El escritor y cineasta Gonzalo Suárez (Oviedo, 1934) sigue pensando en “resucitar” dos guiones de cine que guarda desde hace años en un cajón. Escribir, “estar sentado”, dice, le cansa: “Soy como la metáfora del boxeador y su sombra, y hay momentos en los que la sombra acaba ganando”.
“Lo que me gusta del cine es que te mueves, pero la ventaja de la literatura es que puedes hacer lo que quieras”, resume en una entrevista con Efe para hablar de su nueva creación literaria, “Con el cielo a cuestas”, su novela número 19.
El asturiano -que no por casualidad destaca en su biografía haber nacido en plena revolución minera- confiesa que aún siente “el estupor y la frustración de cómo hemos podido dar una mayoría absoluta al Partido Popular”.
“Yo hubiera preferido el voto con la pinza en la nariz, como hicieron los franceses cuando iba a salir Jean Marie Le Pen, bien entendido que Rajoy no es Le Pen, pero de verdad ha sido un coste muy duro, en cultura, en sanidad (...) y mientras no se una la izquierda, que estará siempre dividida -opina-, este país seguirá siendo básicamente de derechas”.
Tras la reflexión sobre la actualidad, el escritor acepta remontarse a los años en los que se “autoexilió” en París, en 1957, huyendo de “los sórdidos tiempos del franquismo” y se dedicó al periodismo y a escribir “mucho teatro”, a la vez que se adentraba en los guiones de cine.
Aunque primero escribió novelas, a finales de los 60 se volcó en la dirección y empezó a dar cuerpo fílmico a algunos de aquellos relatos.
Explica que “Con el cielo a cuestas” tiene su origen en un “mamotreto” que escribió cuando era joven y quería hacer “una obra maestra”.
Pero aquella novela de 500 páginas, que quiso “quemar, asesinar y tirar por un acantilado”, le ha servido tiempo después como “paisaje” de esta nueva.
Así nace esta historia que ocurre en París, pero no en el luminoso y culto, sino en el subterráneo y oscuro escenario que ocultaba “el inquietante marco de la guerra de Argel”.
De aquel “mamotreto” sobreviven los personajes de Rida, un gigante argelino que existió, y Gegé, un neonazi que también pasó por la vida de Suárez.
Una novela salpicada de sexo desde la primera escena: un joven, refugiado español de la Guerra Civil en Francia, presencia atónito cómo una bellísima mujer que nada en una playa se desnuda entre unas rocas dejando a la vista unos genitales de hombre.
Es Frederica, cruel y despiadada y, a la vez, tremendamente atractiva y seductora.
“No quiero que se molesten los travestis, pero este personaje surgió así; pasa que, en el fondo, los personajes malos son más interesantes que los buenos (...). Quería hace un personaje más próximo a Lady Macbeth y salió así, era ella la que hacía desmanes; no me hubiera gustado conocerla”, señala.
Suárez es muy original en su escritura; su novela mezcla, sin que ello resulte extraño al lector, parte de sus propias vivencias como escritor: “Trato de cazar una especie de realismo que pasa por la verdad y, lo que de verdad pasa, es que estoy escribiendo un libro”.
A sus 80 años, este intelectual Premio Nacional de Cinematografía y Goya a la mejor dirección por “Remando al viento” (1988), tiene un sentido del humor ágil e inteligente y sus reflexiones, como su escritura (y su cine) nunca tienen una línea de más. Ni de menos.
“A mí no sólo me pasan las cosas que me pasan sino que también me ocurren las cosas que se me ocurren. A veces basta dejarse llevar por las palabras sin que la idea interrumpa el pensamiento y a eso lo llamo 'acción-ficción'”, explica.
Cuenta que “Con el cielo a cuestas” se llamó primero “Pájaros muertos en París”, pero se desechó por “tenebroso”: “Al final me quedé con este verso de Claudio Rodríguez. Fuimos muy amigos, coincidimos en la universidad de Madrid, nos emborrachábamos. Luego me hice deportista y dejé de fumar y de beber, pero cuando llegué al cine tuve que volver a beber”; va y vuelve Suárez de las letras al cine.
Su vida de cineasta ha ido paralela a la de escritor, a veces, fundida con ella, dando lugar sus obras a películas propias y ajenas, como es el caso de “Doble Dos”, sobre un supuesto intento de atentado contra Franco y Eisenhower durante la visita a España del presidente de Estados Unidos, que escribió con su amigo Sam Peckinpah.
“He tenido mucha suerte con mis amigos”, afirma, y nombra a Ray Bradbury, Dino de Laurentis, Julio Cortázar.
“Confío en que compren mi libro, aunque no lo lean; pero si lo hacen -dice con un guiño-, espero que se dejen entrar en el juego, que no le busquen tres pies al gato y no busquen símbolos. Es una experiencia compartida que tiene el nexo de la aventura”.