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Cómo se votan las nominadas a los Goya y una alternativa para evitar el lío de siempre

El pasado lunes se presentaron las películas que competirán en febrero en los Premios Goya. Lo que derivó del anuncio fueron dos cosas. Por un lado, que El buen patrón había hecho historia con sus 20 nominaciones y, por el otro, que la Academia de Cine había caído en olvidos flagrantes. ¿Se merece la película de Fernando León de Aranoa tal despliegue de candidaturas, incluyendo la de efectos especiales? ¿Hay otras cintas más modestas que se podían haber destacado en esta y otras modalidades? Los únicos capaces de resolver la duda son los académicos que lo decidieron con su voto.

“Curiosamente, no hay tanta polémica con los premiados. Puedes estar de acuerdo o no. Pero siempre se habla de que en las nominaciones aparecen el mismo tipo de películas, que los que ya tienen una reputación se nominan año tras año, o que no hay un relevo generacional. Es que es complicado”, reconoce David Pulido, guionista y miembro de la Academia de Cine.

Desde que salen muchas de películas hasta que votamos no pasan ni tres semanas. Físicamente es imposible

El ganador a Mejor Guión Original en 2016 por Tarde para la ira explicó en un hilo los problemas del actual sistema de votación, que agrava las desigualdades y potencia los olvidos. También hace que se produzcan fenómenos como el de El buen patrón, que no por ser “histórico” es menos injusto.

La cuestión que más interesó del alegato de Pulido fue que los académicos no ven las 160 películas candidatas. Por si alguien tenía dudas. “No nos podemos quedar solo en ese titular”, pide en conversación con elDiario.es. “Desde que salen muchas de ellas hasta que votamos no pasan ni tres semanas. Físicamente es imposible. Hay que cambiar el sistema”, defiende el también psicólogo. Aclara que no se trata de una crítica a la Academia de Cine, donde existen vías asamblearias, sino que pretende “abrir un debate y ofrecer una propuesta”.

Por su parte, fuentes de la Academia recalcan que la votación es personal y que depende enteramente de los académicos. Sin embargo, si se presenta una alternativa en asamblea, se vota a favor y se debate, aseguran que no tendrían problemas en cambiarlo. “En los 36 años de vida de la institución han existido diversos sistemas de votación, algunos más polémicos que otros, y todos mejorables”, reconocen. Recuerdan que las propias bases de los Premios Goya se modifican continuamente. “La asamblea es el sitio donde debe debatirse y, si así lo disponen los académicos, pues se cambiará y punto”, afirman estas fuentes.

El sistema de votación ha estado rodeado de un aura misteriosa desde que se fundaron los premios hace 36 años. La realidad es menos enigmática. Los académicos, que según la institución rondan los 1.800, reciben una clave personal e intransferible el día de la elección. Todos, se dediquen a la especialidad que se dediquen, votan en cada una de las categorías. “Son 28, pinchas, y te aparece un scroll con 160 casillas de las que tienes que elegir como máximo cuatro. Puedes dejar alguna con menos, pero como máximo son cuatro, y cinco en Mejor película”, explica el guionista.

En palabras del experto, el proceso es tedioso “como cuando haces un examen tipo test muy largo y llega un momento en el que ya no lees ni las respuestas y respondes por inercia”. Todo ello favorece a lo general sobre lo particular. Es decir, a las películas que dispongan del engranaje perfecto: presupuesto holgado, buena campaña de marketing, grandes nombres en el elenco o las mejores fechas del estreno en cartelera. “Si a mí me ha encantado El buen patrón y la veo en las categorías técnicas, el efecto arrastre hace que la vote ahí también. ¿El buen patrón tiene efectos especiales relevantes? Pues a lo mejor no”, reconoce Pulido.

El spam de las productoras

Como en toda campaña, el despliegue de las productoras sobre su agenda de contactos es importante. “Te envían un montón de correos el día previo al de la votación. Tienes un montón de buzoneo, pero todo es 'Vota nuestra película'”, revela el guionista. Para él, esos mensajes vagos son un error porque “estamos votando 28 premios, no uno”. Es un elemento más que favorece el efecto arrastre del que habla el académico y “hace que no se visibilice otro tipo de cine”.

Las productoras y distribuidoras “piden” el voto. “Todo legal, no hay maletines”, bromea David Pulido. En esa ronda de spam, los contactos y los recursos marcan la diferencia de unas sobre otras. “La abuela es una grandísima película, pero que no se haya estrenado aún en cines no la ha favorecido, lo mismo que otras que se estrenaran hace 5 o 6 meses”, explica. “No es que los académicos lo hagamos mal, es que hay cosas intrínsecas al proceso de selección y al ser humano que lo dificultan”.

En cada una de las 28 categorías te aparece un scroll con 160 casillas, de las que tienes que elegir como máximo cuatro. Es como un examen tipo test muy largo

Otro de los problemas es que haya gente sin formación ni experiencia en ciertas disciplinas –muchas veces invisibles para un ojo inexperto– votando según sus criterios. En los Oscar, por ejemplo, cada gremio vota en su categoría, excepto en Mejor película, donde votan todos.

“Esto también eso se probó en España y el problema es que el número de académicos es tan reducido que no ofrece una muestra representativa. Se seguía fomentando que votasen al más popular o al más cercano. En España los académicos somos una quinta parte de los de los Oscar”, compara el guionista. Sin embargo, propone dividir la votación en dos rondas –o vueltas, al estilo estadounidense– donde los profesionales puedan adelantar su criterio en su campo de especialización.

Una propuesta: doble ronda de votación

En el sistema actual, de las cuatro nominadas, se eligen dos en conjunto entre todos los académicos y otras dos por gremio específico. “Aunque yo tenga más criterio en guion que en dirección artística, como solo son dos casillas, al final las favoritas suelen coincidir. No tiene sentido”, critica el experto. Por eso propone hacer dos vueltas: una primera, en la que vote solo el gremio, y una segunda, en la que voten todos.

“El gremio debería votar entre las 160 y elegir 8 o 10. Es muchísimo trabajo, pero lo haríamos solo en una categoría, no en 28. Y cuando llegase el momento de la segunda votación, la de todos los académicos, solo tendríamos que elegir entre 8 o 10”, recomienda. De hecho, tiene otra idea para las productoras de las finalistas. “Si adjuntan un pequeño vídeo o muestrario de lo que ha hecho su película en maquillaje, dirección de fotografía o arte, es más útil que si mandan mil correos al buzón, ¿no?”, se pregunta.

Está convencido de que así se habrían colado películas más humildes como El sustituto, Tres o Destello bravío. “Después de haber votado me he encontrado con grandísimas críticas a Espíritu sagrado, pero es que no me había llegado esa información antes”, se lamenta.

La intención de David Pulido es iniciar los trámites para presentarla como propuesta en la próxima asamblea de la Academia de Cine. Se celebran un par al año, una en junio y otra en diciembre. “Estoy seguro de que podemos salir ganando todos”, asegura.

Gustos y calendario: las otras trabas para las películas

En definitiva, la votación es personal, intransferible y secreta. Los motivos de los académicos para elegir según qué películas son variados. En el caso del guionista, “yo siempre intento votar al trabajo que más me ha gustado, no al que todavía no ha sido reconocido”. Admite que sí influyen otras cosas en el criterio personal: “Igual sabes que ese guión ha tardado cuatro años en salir, conoces por las dificultades que ha atravesado o si ha contado con pocos medios”. Lo resume en que “es el gusto, no es objetivo”.

“Evidentemente yo valoro un relevo, tanto por género como por una apuesta valiente. No es que tenga un filtro. Me gustó muchísimo el trabajo que se hizo en otras lenguas el año pasado y me encantó ver a mujeres con tanto talento en las categorías técnicas, pero no iba pensando en que las iba a votar porque fueran en euskera o tuvieran más mujeres”, expresa Pulido.

Yo siempre intento votar el trabajo que más me ha gustado, no el que todavía no ha sido reconocido. Es el gusto, no es objetivo

Por otro lado, independientemente del criterio de los centenares de académicos, cada categoría tiene sus propios requisitos. “Tú no puedes ser actor o actriz revelación si ya has sido propuesto en otro momento para esa categoría”, por ejemplo. Pero más allá de las bases oficiales de los Goya, “lo fundamental para que una película no llegue es que no haya sido visibilizada”, recalca el experto.

“Si La abuela se hubiera estrenado dos meses antes, habría tenido un montón de nominaciones”, piensa el académico. No es la única que se echa en falta, pero “los premios son como una ola y si no te subes a tiempo porque no tienes recursos, por la fecha del estreno o por la razón que sea, tu trabajo no tendrá las mismas opciones”.