Tras su ácido retrato del abuso de poder en “Leviatán”, el cineasta ruso Andrey Zvyagintsev se mete ahora en un tema no menos complejo, el egoísmo extremo, en “Sin amor”, un filme que se estrena mañana en España y con el que quiere provocar una reflexión para que los individuos “piensen por ellos mismos”.
“Quiero que las personas piensen en su naturaleza, en la sociedad y, con un poco de suerte, en la necesidad de hacer algunos cambios en ellos mismos”, explica pausadamente Zvyagintsev en una entrevista con un reducido grupo de medios de comunicación tras presentar su película en el Festival de Cannes.
Una historia desalmada que se desarrolla en Moscú pero que podría situarse en cualquier otra parte de Rusia o del mundo, señala el realizador, para quien el egoísmo y la falta de amor no es algo exótico ni exclusivo de un lugar.
“Esa percepción de otra persona solo como un instrumento para conseguir tus objetivos existe en todas partes”, señala el director en referencia a la historia que cuenta el filme, la de una pareja que se está divorciando, que ya ha rehecho su vida junto a nuevas personas y a quienes les estorba el hijo que tienen en común, Alyosha, de 12 años.
El pequeño desaparece y los padres tardan más de 24 horas en darse cuenta. Un hecho que permite a Zvyagintsev hacer un desolador retrato de dos adultos más preocupados por los bienes materiales que por su propio hijo.
“Las personas son egoístas, buscan la comodidad con cosas que no son tan importantes y luego quieren ser felices sin saber muy bien lo que esto quiere decir”, reflexiona el realizador, para quien “el precio de la felicidad en la película es que ignoran relaciones importantes con otras personas”.
Una exageración de una realidad que el director no cree que exista en ninguna parte. “No me puedo imaginar que encuentres un caso así en Rusia, en el tanto el padre como la madre pasen totalmente del hijo. No creo que haya ese tipo de familia. Son circunstancias llevadas al extremo para entrar más profundamente en el conflicto familiar”.
Una película que se llevó el Premio del Jurado de Cannes, que estuvo nominada a los Globos de Oro y que también optará al Óscar, como ya ocurrió con su trabajo anterior, de carácter más claramente político.
“'Leviatán' era claramente política, mientras que 'Sin amor' es más íntima y solo se puede intuir de trasfondo un contexto político muy concreto, ya que la historia se desarrolla en febrero de 2015, en pleno conflicto con Ucrania”, pero no es algo que afecte directamente a la historia, precisa Zvyagintsev.
Tampoco era su objetivo confrontar la Rusia actual, dominada por el capitalismo, con la de la época soviética, aunque el realizador reconoce que sí se puede ver en los personajes el inicio de la creciente tensión que hay en su país provocada por muchos años de militarización.
“Es bastante obvio para mí que esa tensión está en el aire, ese tipo de agresividad. Y además mucha gente en Rusia ve Europa y Estados Unidos como enemigos, se está extendiendo este tipo de conciencia”, reflexiona.
Porque aunque en esta ocasión Zvyagintsev ha virado hacia el intimismo, la denuncia social siempre ha estado presente en su cine, desde su ópera prima, “El regreso”, sobre la ausencia de un padre, a esta “Sin amor”, en la que juega con los silencios para “mirar las cosas más en profundidad”.
“Es un regalo del cine”, asegura sobre la posibilidad de “tan solo escuchar el silencio”, algo casi imposible de lograr en la realidad, aunque el lo intenta con ahínco y por eso lleva ocho años sin ver la televisión. “Eso ayuda a tener más silencio en la vida”, asegura.