“Hoy en día no puede existir antifascismo sin un análisis feminista”
¿A quién se parece más Vox: a un ala ultraconservadora del PP, al Front National de Le Pen o al grupo político de Donald Trump? La ultraderecha en Occidente ha mutado respecto a lo que aparece en los libros de historia como el fascismo clásico. Han cambiado sus mensajes, sus símbolos, su retórica, incluso su enemigo a abatir. Pero aún conserva vinculaciones con los movimientos autoritarios que se fueron expandiendo desde principios del siglo XX.
“El fascismo es una reacción de quienes quieren regresar a un tiempo imaginario en el que sus valores se respetaban”, define Mark Bray. El autor de Antifa: el manual antifacista, editado en castellano por Capitán Swing, se encuentra de gira en España para presentar su libro en forma de coloquios y debates. Basado en entrevistas con antifascistas de todo el mundo, se trata de un estudio de la historia del antifascismo desde sus orígenes.
Bray llega a Valencia apenas unos días después de los resultados de las elecciones y autonómicas en esta autonomía, que han dejado al partido de extrema derecha Vox con 24 diputados en el Congreso, 10 en las Corts valencianas y posibilidad de entrar en ayuntamientos de las grandes ciudades. Con este panorama, resulta imposible no preguntar al investigador sobre las similitudes del partido de Santiago Abascal con la extrema derecha ya presente en otros parlamentos europeos o con el proyecto de Donald Trump.
“No todos son fascistas en el sentido clásico, pero hay influencias ultraderechistas: identidad, nacionalismo, inmigración, género, autoritarismo, oposición a las élites”, explica Bray sobre estos partidos. El partido de Abascal defiende unos valores que para el historiador encajan con los tradicionalmente fascistas, pero para muchos analistas choca la fórmula empleada, con un programa neoliberal que aboga por la privatización de servicios o la bajada de impuestos a las grandes fortunas, alejado del régimen franquista al que se les vincula o de los movimientos de extrema derecha contemporáneos.
¿Se pueden defender políticas fascistas y neoliberales? “Hmmm, sí, sí se puede. Recuerda a Pinochet o a la dictadura argentina”, responde. Bray aclara la duda remitiendo a la explicación de Guillermo Fernandez, sociólogo y autor en Ctxt. Éste le explicó que existen dos fórmulas 'ganadoras' de la ultraderecha contemporánea: una que mezcla los valores conservadores con neoliberalismo y otra que une valores conservadores con Estado del bienestar. Vox entraría en la primera; el Front National en la segunda.
En Occidente asistimos a un movimiento hacia un frente internacional de ultraderechas, en su mayoría capitaneados por el mismo estratega: Steve Bannon, un ejecutivo populista conservador. Vox ha sido el último de sus experimentos, que aún no ha dado demasiado buen resultado -se esperaba una sorpresa mayor en el Parlamento-. “Es muy difícil tener un internacionalismo nacionalista. No tuvo éxito hace 100 años y ahora tendrá complicaciones”, explica el historiador, que cree que el aumento de protagonismo de los partidos de la derecha populista se debe a que “el fascismo se desarrolla en contextos de crisis. Hoy tiene más apoyo social y los partidos en el parlamento son respetados”, uno de los principales retos de los demócratas.
Pra Bray, esto se debe a “un fracaso de la izquierda en general”, que se evidencia cuando “hay partidos socialistas que apoyan políticas de austeridad”. “Es importante organizar grupos pequeños para luchar contra los grupos fascistas extraparlamentarios”, cree el investigador, pero la lucha antifascista en las calles no puede ser lo único: “Tenemos que dar alternativas de modelo”, apunta.
El intelectual tras los movimientos ultras saltó a la fama por ser el ideólogo de la campaña de Donald Trump, un político difícil de ubicar en el espectro ideológico.¿Es Trump fascista? “No en un sentido intencionado”, explica Bray. “Trump quería fama y dinero y con ayuda ha aprovechado el momento de racismo y xenofobia para llegar al poder. Sus ideas vienen de grupos fascistas y el resultado de sus políticas es fascista”, relata el autor.
Bray cree que uno de los rasgos del neofascismo moderno es la reacción a las políticas de género o políticas identitarias.“El patriarcado es central en el fascismo de muchas formas, en especial con su perspectiva sobre sexualidad, familia o nación”, opina el autor. El feminismo sería, según esta lógica, una forma de combatir al fascismo. “Cada vez es más importante”, valora. “Hace veinte o treinta años, en muchos países el antifascismo era machista. Obviamente, es un problema que aún existe, en la izquierda y en la sociedad. Pero poco a poco es cada vez más importante. En EEUU el papel de gente queer, trans o no binaria es muy fuerte en el movimiento antifascista”, explica.
Así, cree el autor, el feminismo “puede ser un núcleo de resistencia. A veces acompañado con el término antifascista o sin él”. De lo que no duda el autor es de que “hoy en día no puede existir antifascismo sin un análisis feminista”.
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