El legado feminista de Carmen Alborch: “Siempre hay que continuar luchando juntas”
Carmen Alborch pronunció una frase en su discurso del 9 d'Octubre, cuando recibió la distinción de la Generalitat, que quedó grabada en la memoria de muchas de sus compañeras de movimiento: “el feminismo debería ser declarado Patrimonio de la Humanidad”. Alborch recibió la máxima distinción en su tierra y allí explicó que su propósito político no era otro que “construir un mundo mejor”.
Era una mujer “singular pero siempre cercana y solidaria. Siempre le agradeceré el entusiasmo con el que nos ayudó a reivindicar a María Cambrils”, señala la periodista Rosa Solbes. Las feministas valencianas consideran a Alborch una mujer admirable. “Hay mujeres que son imprescindibles en nuestras vidas”, añade Amparo Panadero. Valiosa, inteligente, valiente, digna, referente, pionera... son los adjetivos que se suceden para describir a la exministra socialista tras su marcha. Su fallecimiento es un duro golpe para el feminismo, desde donde la consideran un emblema y un valor para el movimiento. Sus compañeras la recuerdan en cada manifestación, en cada asamblea, en cada pancarta.
“Veía siempre el movimiento acompañado. Era una persona que lo compartía todo”, destaca Julia Sevilla, jurista y primera letrada mujer en las Corts Valencianes. “Estaba en todas las concentraciones cada mes, en el día de las escritoras, en las asambleas... Decía que estaría hasta el último suspiro”, comenta Amalia Alba, presidenta de Dones Progressistes. “Era un ejemplo de vitalidad y de lucha, de estar en todo. Siempre ha sido admirable”, reseña Teresa Blat, exdirectora del Instituto de la Mujer. Las tres coinciden en que Alborch era una mujer cercana, que nunca, tras ser ministra y senadora, dejó de atender a nadie.
“Siempre te hacía sentir importante, valoraba tus aportaciones. Para todas era una maestra”, resalta Alba, que considera que Alborch, por su carácter, unía al feminismo. “Iba a todas las convocatorias y su nombre era una marca de compromiso”.
Sus compañeras la describen como una mujer pionera, un mascarón de proa. En su campaña a la alcaldía, cuenta Sevilla, “hablaba de qué necesita una mujer en la ciudad, de qué quiere y cómo la siente”. Hoy lo llamaríamos urbanismo de género. En el mismo proceso electoral, sacaba una 'geganta', la figura festiva también en femenino. “Nos quería señalar que la mujer debe ser importante en una ciudad”, en el año 2007, donde instaba a las mujeres a que se sumaran a su lista para el Ayuntamiento de Valencia.
Alborch estudiaba a las grandes autoras feministas y lo reflejaba en sus obras. Sus grandes maestras fueron Amelia Valcárcel y Celia Amorós, leía con curiosidad a Kate Millet y observaba y conocía el feminismo internacional. Su intención era construir un movimiento unitario, buscar más los rasgos comunes y luchar contra el enemigo común.
Alborch acudió como ministra a la Conferencia Mundial sobre la Mujer en Pekín, organizada por Naciones Unidas en 1995, un evento que marcó el movimiento por la igualdad de forma transversal, con la participación de 189 países. Sus libros sobre la situación de las mujeres y las teorías feministas tuvieron importante repercusión. Ponía muchos esfuerzos en divulgar el conocimiento, señala Blat, que se refiere a ella como una “intelectual”. “Carmen cambió la vida de muchas mujeres”, repite en varias ocasiones. Desde joven, estuvo en la red de mujeres universitarias en Valencia, cuando era un movimiento minoritario. “Le gustaba aprender, debatir... siempre ha estado en disposición de ayudar”, destaca.
Su contribución a la lucha igualitaria fue reconocida con varias distinciones como el premio de la asociación Dones Progressistes, a la que contribuyó desde su nacimiento, el Premio Meridiana de la Junta de Andalucía, Premio Rosa Manzano 2007 o Premio de Gabriela Sánchez Aranda 2009. Fue una de las precursoras del movimiento Cultura por la Igualdad, un círculo feminista para debatir sobre las aportaciones de las mujeres a la Cultura.
La directora del Instituto de la Mujer recuerda que hace tan solo unos días, en un encuentro, una mujer hablaba de Alborch como alguien que le había cambiado la forma de ver la vida tras una conferencia en su instituto. “Es estupendo poder ser como ella”, valora. “Carmen siempre ha hecho un esfuerzo por divulgar y ha cambiado la vida de muchas mujeres”.
Su actitud en el movimiento feminista era tirar del carro, animar en los momentos más bajos, aportar un punto de vista optimista. “Decía siempre que hay que continuar luchando juntas”, añade Alba. “Ha dejado un legado. Es una persona que perdura”.