La cadena perpetua y el cinismo
Las noticias vuelan a velocidad supersónica. Lo de ayer ya es viejo. La noticia bomba de esta mañana será por la tarde un pedazo de tiempo perdido en el rincón de los olvidos, como los amores y el dolor enrabietado en las estrofas de un bolero. No sé cuánto durará en primera plana la burla a que el PP está sometiendo la justicia de las pensiones. Tampoco lo que durará en esa misma prensa y nuestras conciencias igualitarias la huelga feminista y las grandísimas manifestaciones del 8 de marzo. Nada dura nada. Vean, si no, lo poco que se ha mantenido en el candelero periodístico la maquinaria de corrupción puesta en marcha por los Gürtel y la implicación en esa canallada de los más altos nombres del PP y del gobierno, con su presidente al frente. Nada dura nada. ¿Se acuerdan ustedes de que hace sólo unas pocas semanas la noticia bomba era la posibilidad de que quienes cometían determinados delitos se pudrieran en la cárcel? A esa barrabasada se la llamó Prisión Permanente Revisable. Fue un escándalo de noticia que enseguida desapareció del mapa informativo. Pero luego vino la desaparición del niño Gabriel Cruz y ahí vimos al ministro Zoido saliendo a todas horas con el padre y la madre del niño. De nuevo se demostraba el aprovechamiento del dolor familiar para intereses políticos partidistas y de gobierno. Ahora ha aparecido el cadáver de Gabriel y volverán enseguida ese aprovechamiento y el clamor por la implantación de la cadena perpetua para algunos delitos. No me lo invento. En la televisión aparecía una multitud a la puerta de la comisaría donde habían llevado a la mujer, presunta asesina del niño, gritando desaforadamente: “¡cadena perpetua!”.
Porque la prisión permanente revisable es, diga lo que diga el PP, como la cadena perpetua. La cadena perpetua es que te pudras en la cárcel hasta que te saquen con los pies por delante, en un ataúd que nadie reclamará porque a esas alturas de tu vida encarcelada no quedará nadie que pueda esperarte a la salida. Los muertos están más solos que la una, decía Bécquer a su manera de genial y romántico ladrón de emociones superlativas. La prisión permanente revisable es lo que propone el gobierno de Rajoy -con el apoyo más fuerte aún de un Ciudadanos cada día más dispuesto a pasarle al PP por la derecha extrema- para sacarle las tripas al dolor de unas familias que han perdido hijos o hijas a manos de la violencia cruelísima de asesinos la mayoría de las veces convictos y confesos. Las entrañas de Rajoy están más sucias que la laguna donde Rafael Chirbes escondía la mierda de una sociedad podrida hasta las cachas. Lo digo porque hay que tener mucho estómago para ponerse al lado de esas familias, hacerse la foto y soltar, para no seguir perdiendo votos, que el gobierno iba a endurecer el ya durísimo Código Penal y asegurar así la cadena perpetua para algunos delitos.
Como si la cadena perpetua fuera a restañar el daño y el dolor de esas familias que se han visto trágicamente golpeadas por unos crímenes como los que salen -muchas veces con un morbo que da asco- en las portadas de los medios de comunicación y en los telediarios. La cadena perpetua no arregla nada. Lo empeora. La cárcel tiene el loable objetivo de cambiar la cabeza de quien ha cometido un delito. Nadie es lo mismo siempre. Cambiamos con el tiempo. El tiempo nos enseña a cambiar, a convertir los errores en una escuela de renovado aprendizaje, a mirarnos en el espejo y escupir cada día menos a la imagen que vemos reflejada en el cristal con cagadas de mosca porque lo heredamos de la abuela. Sólo los imbéciles se consideran de una pieza, intachables de la cabeza a los pies. Lo decían Cioran y Joan Fuster: no os fieis de las personas que a sí mismas se consideran intachables.
La cadena perpetua que proponen el gobierno del PP y Ciudadanos es un machete carnicero que abre en canal la más mínima justicia que el dolor de las familias exige cuando un crimen execrable les ha roto el corazón. Lo que se propone desde el gobierno no es una ley que mejore la posibilidad de hacer más justa la justicia, sino aumentar hasta dimensiones estratosféricas un infame oportunismo electoral y el rencoroso sabor de la venganza.
El PP está dotado, muy dotado, para el cinismo. Y en la propuesta de ensanchar las penas de prisión, con el cuerpo del crimen último todavía caliente y el recuerdo de los más lejanos aún en brasa viva, es una muestra más de ese cinismo que para Rajoy y su partido no tiene límites. Y digo yo que ese cinismo que insulta de una manera tan despiadada el dolor de la gente que sufre en carne propia un crimen sí que tendría que estar penado por la ley. Si quieren ustedes, discutimos si con la de prisión permanente revisable o cualquier otra. Pero debería de estar penado por la ley que un presidente de gobierno y sus ministros se cachondeen hasta de los muertos cuando se trata de sacar votos a costa del dolor que llena muchas casas -demasiadas casas- de un país que cuando salga de la crisis, si es que sale, ya no habrá nadie esperándolo a la puerta.
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